E-Pack Bianca abril 2 2020. Varias Autoras

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pensativo, antes de dejar caer la mano.

      –Preferiría que pensaran que es una unión por amor. No sé quién se lo creería, pero… –dijo encogiéndose de hombros.

      Layla levantó la barbilla, desafiante, y le lanzó una mirada furibunda.

      –Vaya, gracias –contestó con aspereza.

      ¿Podría haber sido más insensible?, se reprendió Logan.

      –Perdona, no quería decir eso. Lo decía por mí.

      Ella frunció el ceño.

      –¿Por lo que sentías por Susannah? –preguntó, y se quedó callada un momento antes de añadir–: ¿Por lo que aún sientes por ella?

      Logan nunca había hablado con nadie de su complicada relación con Susannah. Detestaba pensar siquiera en lo mal que había gestionado todo aquello. Prefería dejar que la gente creyera que seguía llorando la pérdida de su prometida, pero la verdad era que sentía más culpa que dolor por su muerte. Una culpa que lo devoraba por dentro, como si una fiera estuviera desgarrándole las entrañas con sus afilados dientes y sus garras. Había cometido tantos errores…, errores imperdonables que habían acabado en tragedia.

      –Todo el mundo sabe que después de la muerte de Susannah no me quedaron ganas de tener otra relación –dijo–. Supongo que mi abuelo decidió tomar cartas en el asunto con su testamento para obligarme a afrontar mis responsabilidades como primer heredero de los McLaughlin.

      Layla frunció el ceño de nuevo.

      –¿Y quién será tu heredero? ¿O le dejarás Bellbrae a algún sobrino si Robbie tiene hijos?

      Logan, que no había pensado en eso, esbozó una media sonrisa.

      –Imagino que no querrías ayudarme con eso, ¿no?

      A Layla le ardían las mejillas. Apretó los labios y contestó en un tono puritano:

      –Por supuesto que no.

      –Solo bromeaba –dijo él.

      No era algo con lo que bromear, pero se negaba a considerar siquiera la posibilidad de tener hijos. Bastante mal lo había hecho ya con el daño que le había infligido a su hermano.

      Aunque Layla había apartado la vista, la vio morderse de nuevo el labio y murmuró:

      –Tengo que volver; tía Elsie me pidió que le echara una mano con algo.

      –Necesito que me des una respuesta –le insistió Logan–. Esta noche a ser posible; hay que hacer bastante papeleo legal antes de…

      –Te la daré esta noche, en la cena.

      Logan asintió con la cabeza.

      –Está bien, pues quedamos en eso.

      Una media hora después Layla estaba sentada en las cocinas de Bellbrae con su tía abuela, que había preparado té y magdalenas.

      –No parece que tengas mucho apetito –dijo tía Elsie, empujando la fuente de las magdalenas hacia ella–. ¿Te preocupa algo?

      Layla tomó una magdalena y le quitó el papel.

      –No sé muy bien cómo decirte esto… –comenzó.

      Su tía abuela, que iba a tomar un sorbo de té, se detuvo y la miró con interés.

      –¿Has conocido a alguien?

      –No, es algo un poco más complicado –Layla inspiró profundamente y añadió–: Logan me ha pedido que me case con él.

      La taza de la anciana repiqueteó ligeramente cuando la dejó en el platillo.

      –¿Y qué le has respondido?

      Layla no sabía muy bien cómo interpretar la expresión en el rostro de su tía abuela.

      –¿No te sorprende que me lo haya pedido?

      Tía Elsie alcanzó la tetera para rellenar las tazas de ambas y volvió a dejarla sobre el mantel antes de responder.

      –En absoluto. Te conoce desde que eras una mocosa. Te ha visto crecer y convertirte en una joven atractiva. Serás una buena esposa para él, una esposa centrada y leal en la que podrá confiar –dijo. Miró a Layla por encima de la montura de sus gafas–. Porque le habrás dicho que sí, ¿no?

      Layla se mordió el labio.

      –Aún no he decidido qué respuesta le voy a dar.

      Tía Elsie le echó un chorrito más de leche a su té.

      –Sería una locura que lo rechazaras; es un buen hombre. Un poco callado, tal vez, pero no creo que quieras a un marido que hable mucho y no te escuche. Además, cuidará bien de ti.

      Layla arrancó un pedazo a la magdalena con los dedos.

      –Solo quiere que me case con él para no perder Bellbrae. Si no se casa antes de tres meses, será Robbie quien heredará la propiedad –le explicó. Se metió el trozo de magdalena en la boca, y masticó y tragó mientras observaba a su tía abuela para ver cómo reaccionaba.

      Tía Elsie removió el té con su cucharilla antes de alzar de nuevo la vista hacia ella.

      –Ya sabía lo del testamento de Angus; me lo contó antes de morir.

      Layla frunció el ceño.

      –¿Y no intentaste convencerle para que lo cambiara?

      La anciana suspiró y se llevó la taza a los labios.

      –A ese hombre no había quien lo hiciera cambiar de opinión. A Angus lo frustraba enormemente que Logan fuera incapaz de rehacer su vida después de perder a Susannah. De vez en cuando tenía alguna que otra cita, sí, pero su abuelo quería que sentara la cabeza y se hiciera cargo de Bellbrae. Así que si el único modo que ve Logan de no perder Bellbrae es que os caséis, ¿por qué no? Amas este lugar y también lo quieres a él.

      –¡Tía Elsie! –exclamó Layla con una risa ahogada–. ¡Siento cariño por él pero no de esa clase!

      La anciana enarcó las cejas.

      –¿Estás segura?

      En su adolescencia, Layla lo había tenido un tanto idealizado, no podía negarlo –cualquier chica de su edad habría estado coladita por él–, pero de eso a decir que ahora, de adulta, estaba enamorada de él…

      Y, sin embargo, la atracción que sentía por él seguía ahí, como los rescoldos de un fuego que aguardaban a que alguien los avivara con un soplillo. Layla bajó la vista las migajas de magdalena que quedaban en su plato y exhaló un pesado suspiro.

      –En realidad da igual lo que sienta o no por él, porque no sería un matrimonio de verdad –dijo, alzando la vista–. Sería únicamente un matrimonio sobre el papel, temporal.

      Los

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