Violencia contra los periodistas. Marisol Cano Busquets

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Violencia contra los periodistas - Marisol Cano Busquets

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no han cambiado sustancialmente (McQuail, 2013, p. 196).

      Se han roto las fronteras espacio-temporales, tecnológicas y profesionales (McNair, 2013, p. 78). Que esto signifique la muerte del periodismo es algo que resulta cuestionable. Lo que se evidencia es que hay más periodismo, más noticias en circulación y audiencias globales diversas y en constante transformación. Frente a la multiplicación y descentración de la información, los contenidos generados por los usuarios, la ciudadanía global y frente a la democratización, diversificación y globalización del debate y la deliberación públicos, lo que se requiere, de acuerdo con McNair (2013, p. 81), es precisamente que esa nueva composición del escenario informativo sea manejada, se le otorgue estructura y adquiera sentido. Es allí, entonces, como lo argumenta McNair, donde el periodista profesional retiene su valor cultural aportando sus conocimientos, habilidades y recursos para reflexionar y analizar el significado de los eventos, más que reportearlos solamente. Más información, diseminación más rápida, nuevos recursos tecnológicos, manejados sin entrenamiento en técnicas periodísticas, significan la posibilidad de más confusión, más errores y más malentendidos. “Más que nunca, la esfera pública globalizada requiere de las habilidades del periodista profesional y su capacidad para dar orden y sentido al caos informativo” (McNair, 2013, p. 81).

      En esta perspectiva coincide Witschge (2013, p. 171), para quien la profesión del periodismo sin periodistas vaticina que no se hará bien la necesaria confirmación y balance que requiere una democracia global, al mismo tiempo que puede haber una gran pérdida de democracia si el periodismo no es capaz de proveer información de calidad y comentario experto. De ahí que el mismo Witschge asegure que la tensión más profunda entre las transformaciones y la tradición en el ejercicio del periodismo hoy esté dada entre los altos y los bajos estándares en la calidad de la práctica periodística (Witschge, 2013, p. 161). La mayor amenaza para el periodismo estaría dada por su desprofesionalización, lo que significa que cualquiera puede ser periodista y ninguno de ellos lo es hoy (Nossek, 2009, p. 358).

      En los estudios recientes sobre la cuestión se observa que una gran cantidad de las discusiones se focalizan en los síntomas de la crisis o en la concepción tradicional del periodismo, pero los cambios en la propia naturaleza del periodismo están por caracterizarse en el contexto actual de transformaciones tecnológicas y sociológicas que conllevan cambios en el modelo de negocio, los procesos de producción y la función social del periodismo (Peters y Broersma, 2013, p. 5).

      Si bien están por caracterizarse las modificaciones en la propia naturaleza del periodismo —algo que implica repensar los conceptos de confianza, participación y compromiso (Peters y Broersma, 2013, p. 5)—, se exponen a continuación algunos de los signos que se evidencian en estudios recientes sobre el tema, de particular interés para este trabajo, y que revelan un campo periodístico desafiado. Este desafío impacta también el trabajo de las organizaciones de defensa de las libertades de expresión, prensa e información, en la medida en que implican un descentramiento y una reconfiguración en sus tradicionales sujetos de defensa.

      i. En el entorno digital internet se vuelve un recurso en las prácticas de los periodistas profesionales y, a su vez, ofrece a los no profesionales la posibilidad de distribuir sus contenidos informativos. Este nuevo paisaje confronta a los medios tradicionales con los proyectos informativos en línea no profesionales, desestabilizando al periodismo tradicional (Bogaerts y Carpentier, 2013, p. 65).

      ii. La posición de la prensa tradicional como principal responsable de la selección de los contenidos informativos y de lo que es admitido para el dominio público está siendo desafiada por recursos en línea alternativos no institucionales, de igual forma que la interactividad y la fragmentación han alterado las lógicas de las tradicionales prácticas periodísticas (Mc-Quail, 2013, p. 214).

      iii. La noción tradicional de inmediatez que manejó por décadas el periodismo cambia radicalmente en el entorno on line. Desaparece la rutina de la hora de cierre, transformando los ciclos de producción noticiosa, afectándose la calidad periodística y la credibilidad al desaparecer o desdibujarse figuras y prácticas como la del editor que corrige sintaxis, revisa estructura de las historias, verifica hechos y datos (Bogaerts y Carpentier, 2013, p. 67).

      iv. Se incrementa la subjetividad en el tono de las noticias (Bogaerts y Carpentier, 2013, p. 67).

      v. Cambian las estructuras nacionales de las organizaciones periodísticas basadas en el territorio y surgen auténticas narrativas transnacionales. Esto tiene implicaciones a mayor escala en las relaciones entre periodismo y democracia (Volkmer y Firdaus, 2013, p. 102).

      vi. Personalización, globalización, localización y pauperización surgen como términos para definir al periodismo moderno en contraste con el pasado (Chapman y Nuttall, 2011, p. 313).

      vii. Los desarrollos multimedia y el multiculturalismo desafían la percepción sobre los roles del periodismo como un todo (Deuze, 2005, p. 454).

      viii. La diversidad de fuentes, contenidos, lenguajes y audiencias, así como la creciente y activa participación social en la expresión pública tienen un desarrollo paralelo en la actividad de las fuerzas legales y del poder estatal que están poniendo mayor atención a los medios en línea, demostrando que no son inmunes a los controles y a la vigilancia, como en algún momento se supuso (McQuail, 2013, p. 215).

      Frente a estas transformaciones el debate en torno a la actividad profesional y no profesional del periodismo está muy vivo en el comienzo del siglo XXI. El contrato social del periodismo y las expectativas normativas que conlleva, a los que se hizo referencia antes, podrían perder su sentido si se disuelve la idea esencial de para qué está el periodismo (Hanitzsch, 2013, p. 205). El mismo Hanitzsch sugiere que el periodismo es un servicio social demasiado importante para dejarlo en manos de amateurs, de tal forma que sería conveniente darle crédito a la institución del periodismo manteniendo la distinción analítica entre periodismo profesional, institucional, por un lado, y prácticas participativas amateurs, por el otro (Hanitzsch, 2013, p. 208).

      De las dimensiones políticas, normativas y socioculturales desde las que es posible observar las relaciones entre los medios informativos y la sociedad, se derivan asuntos como la libertad y el control al que están sujetos los medios y los periodistas, algo que ha sido objeto de lo que podría clasificarse en tres vertientes posibles de estudio y análisis:

      i. La observación de los controles que se establecen desde el Estado, lo que incluye los marcos legales de nación o de la comunidad internacional.

      ii. La investigación sobre las presiones al ejercicio del periodismo y a la actividad de los medios informativos.

      iii. El seguimiento, documentación y visibilización de las agresiones a los periodistas y a los medios.

      Estudiar la violencia contra los periodistas en el siglo XXI obliga a contemplar esas tres vertientes en la idea de avanzar en la configuración de aquello que comprende para la investigación académica una temática de estudio como esta. El punto de partida, aunque parezca obvio, es que la práctica del periodismo está atrapada en una red de obligaciones y presiones de diverso grado de intensidad y especificidad, que limitan la autonomía esperada del periodismo poniéndola siempre bajo presión. De las propias expectativas que tiene la sociedad de los roles que desempeña el periodismo se derivan los primeros y posibles conflictos.

      McQuail (2010, p. 61) plantea cuatro tipos de control social sobre los medios de comunicación y hace notar que este tipo de controles operan de acuerdo con el mayor o menor potencial políticamente subversivo de los medios y su mayor o menor impacto moral, cultural o emocional. A partir de estas circunstancias es que existe una mayor probabilidad de aplicación del control o un mayor incentivo económico para la regulación:

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