Democracia y desplazamiento durante la guerra civil colombiana. Abbey Steele
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Algunas partes del capítulo 1 fueron publicadas en “Seeking Safety: Avoiding Displacement and Choosing Destinations in Civil War”, Journal of Peace Research 46, n.º 3 (2009): 419-429. Secciones del capítulo 1 y del capítulo 5 aparecieron en “Electing Displacement: Political Cleansing in Apartadó, Colombia”, Journal of Conflict Resolution 55, n.º 3 (2011): 423-455. También, algunos fragmentos de los capítulos 1 y 6 fueron publicados en “Warfare, Political Identities, and Displacement in Spain and Colombia”, Political Geography 51 (2016): 15-29 (con Laia Balcells).
Durante mis estudios de doctorado, y después de concluir esa etapa, también fui afortunada por haber conocido personas que no solamente admiro como académicos sino también como amigos. Ana Arjona, Juanita Aristizabal, Laia Balcells, Rob Becker, John Boy, Sarah Zukerman Daly, Steve Engel, Francesca Grandi, Sandy Henderson, Turku Isiksel, Corinna Jentszch, Oliver Kaplan, Steve Kaplan, Dominika Koter, Harris Mylonas, Rob Person, Livia Schubiger, Ryan Sheely, Paul Staniland y Michael Weintraub me ayudaron a darle forma a la investigación (también contribuyeron a que la aventura fuera agradable) y a todo ellos debo mi gratitud.
El sentido del humor, el amor y la perspectiva de Kim Abbott, Julie Beck, Cat Byun, Amanda Chawansky, Christine Kim, Doug Kysar, Sarah Govil, Chris Donahue y Manuel Somoza consiguieron, al mismo tiempo, inspirarme y mantener mis pies en la tierra a lo largo de los años. Fuphan Chou, Beth Feingold y Hannah Stutzman –mis novillas– se las han arreglado para retenerme y alentarme, incluso a larga distancia. Fu nunca teme adentrarse en análisis profundos de todo tipo, y me lleva a encontrar verdaderos tesoros. Con su entusiasmo generoso, Bethy siempre me inspira para emprender aventuras e investigaciones comprometidas con el bien común. Hannah, mi piedra de toque mitad cachaca y mitad del Medio Oeste, así como interlocutora en situaciones de crisis, tiene la capacidad de aportar sabiduría, sensatez y amor en grandes cantidades y de la manera más sutil. No sé dónde estaría sin ellas. Asimismo, debo una gratitud especial a Alex Fattal, mi apreciado amigo que me mostró Cazucá, las virtudes de Dylan y mucho más, desde los primeros días que pasamos juntos en Bogotá.
Mi mamá, Pamela Krohn, siempre me ha apoyado y animado, y confió en mí cuando emprendí mi propio camino, aun cuando este conducía a un país en guerra. Me siento muy agradecida con ella. Mi padrastro, David, ha sido también una fuente constante de apoyo, así como mis hermanastros Brian Krohn, Michael Krohn y Cheryl Klauminzer. El amor constante que el clan de los Peter me ha proporcionado a lo largo de los años ha sido casi incontenible. Mi amado hermano, James Steele, ha viajado conmigo durante toda la vida y a lo largo del camino me ha enseñado a observar. Además, siempre estaré agradecida por mis alegres papá y abuelos, quienes siempre expresaron su amor y su fe en mí. Aún sigo trabajando duro para que se sientan orgullosos. De no haber sido por Seiki Tanaka y su increíblemente generoso e inteligente apoyo no habría podido terminar el libro. Tampoco me habría convertido en mamá. Le estaré por siempre agradecida, especialmente por Rowen y Kai, mis amados hijos y mis faros.
Nota
1 Un desplazado es alguien que ha tenido que abandonar su hogar, su tierra y su comunidad, debido a una acción directa o indirecta por parte de un grupo armado, sea grupo paramilitar o insurgente, o la fuerza pública.
Desconcierto
Desplazamiento en el marco de guerras civiles
Las barriadas incrustadas en las montañas que rodean Medellín son de las más pobres de la ciudad, lo cual contrasta con las privilegiadas vistas que pueden apreciarse desde allí. Conocí a Arturo en una de esas empinadas comunas en 2007. Él había llegado a Medellín hacía más de una década desde el Urabá, región localizada al noroccidente de Colombia, en donde trabajó en una de las famosas plantaciones de banano. Un día, en 1994, según me dijo, hombres armados llegaron al barrio en el que residía. Lanzaron tiros al aire que asustaron a Arturo y a sus vecinos. Un par de días después, el Ejército entró a bordo de tanques, con lo cual cundió aún más el pánico entre los pobladores. Entonces, como si se tratara de un mal augurio, varios hombres armados comenzaron a merodear por el vecindario montados de motocicletas, que habían resultado perfectas para cometer asesinatos y emprender huidas en la década de 1980. El golpe final para Arturo sobrevino cuando su vecino fue asesinado. Después de eso, se fue a Medellín, que está localizada a 300 kilómetros. Intentó regresar a su casa y trabajar apenas cuatro meses después, a pesar de los riesgos que eso acarreaba. Pero aún corría peligro, por lo que regresó a Medellín, en donde ha vivido desde entonces.
Si Arturo fuera darfurí, bosnio o chiita podríamos concebir una narración para dar sentido a su historia: en ocasiones, las personas son desplazadas debido a su origen étnico. Pero Arturo es colombiano. La ciudad en la que Arturo vivía era diversa en términos raciales y socioeconómicos, y los grupos armados no convierten a la gente en objetivo militar debido a su raza, origen étnico o clase social. Sin embargo, al mismo tiempo que Arturo y sus vecinos permanecían inquietos dentro de sus casas, los mismos hombres armados se abstuvieron de atacar un vecindario cercano, a pesar de que los residentes de ambos barrios se veían bastante parecidos. ¿Cómo podemos entender lo que le ocurrió a Arturo, a sus vecinos y a los otros millones de personas que han sido desplazadas? ¿Solamente fueron víctimas desafortunadas de la violencia aleatoria?
Desde luego, Arturo y sus vecinos fueron desafortunados, pero la violencia que experimentaron no fue aleatoria. En Colombia, descubrí evidencia excepcional procedente de archivos remotos y obtuve cerca de doscientas entrevistas que muestran que los grupos armados convierten a ciertos tipos de civiles en objetivo militar con el fin de expulsarlos de sus hogares y comunidades, debido a que los perciben como traidores, incluso si esos colectivos no se encuentran unidos mediante lazos étnicos o partidistas, sino por vínculos políticos. Arturo y sus vecinos compartían una historia relacionada con la conformación de un sindicato, la lucha por la obtención de vivienda y de derechos sobre la tierra, y, finalmente, el voto por el mismo partido político en los comicios. Resulta trágico que las elecciones –consideradas a menudo por legisladores y líderes políticos como herramientas que contribuyen a apaciguar los conflictos y como una transición hacia la paz– desencadenen violencia en lugar de reducirla. Las elecciones ponen de manifiesto las afinidades políticas de la población civil, atribuyen a algunos el estigma de ser simpatizantes de la insurgencia y promueven que otras personas se alíen en contra de aquellos. Como consecuencia, los grupos contrainsurgentes dirigen sus acciones violentas en contra de los seguidores de determinado partido político, como Arturo y sus vecinos, hasta hacerlos huir, para después tomar control del poblado. Lo que le pasó al poblado en el que vivía Arturo muestra que las limpiezas no se limitan a lo que ocurre con los grupos étnicos. Por el contrario, la limpieza política condensa de una manera mucho más clara el fenómeno de expulsión de un grupo particular del territorio que ocupa. En este libro, diferencio entre la limpieza política