El ministerio médico. Elena G. de White

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу El ministerio médico - Elena G. de White страница 5

El ministerio médico - Elena G. de White Biblioteca del hogar cristiano

Скачать книгу

de los consejos sobre salud de Elena de White es consciente de la condenación frecuente del uso de drogas y la apelación para el empleo de remedios sencillos. Hace cien años, y por muchos años subsiguientes, los remedios que emplearon los médicos fueron normalmente los que hoy reconocemos como venenos potentes. La causa de la enfermedad era desconocida a menudo. La teoría del germen todavía no estaba bien establecida y los tratamientos usualmente atacaban los síntomas. Cualquiera que esté familiarizado con la literatura médica de aquel tiempo reconoce la alta tasa de mortalidad y la corta expectativa de vida; es consciente de la naturaleza de muchos de los medicamentos que utilizaban los médicos. Muchos murieron como resultado del uso de las drogas prescritas.1 La voz de Elena de White clamando contra este menosprecio de la vida no era una voz aislada, ella hablaba con un corazón que podía sentir y una mente iluminada e inspirada.

      El estudiante cuidadoso evitará aplicar mal las referencias a las drogas. No aplicará en forma general la condenación de las drogas a los remedios probados, obtenidos por medio de la investigación científica. Hallará al revisar las declaraciones de Elena de White, colocando línea sobre línea y precepto tras precepto, que sus referencias a “las drogas fuertes”, a “las drogas venenosas” y al uso de “medicinas que dejan tras sí efectos dañinos en el sistema”, son factores calificativos que deben tomarse en cuenta. Ver las declaraciones compiladas sobre el uso de drogas en Mensajes selectos, tomo 2, páginas 319 a la 327.

      Descubrirá que la Sra. de White empleó los medios curativos y aprovechó las ventajas de los verdaderos avances de la ciencia médica durante los últimos años de su vida. Observará que su posición no fue ni extrema ni fanática, sino racional y al día con los verdaderos avances científicos, con una estimación conservadora de aquellos hallazgos. Observará que en los consejos del Espíritu de Profecía en cuanto a la salud, el énfasis está sobre la medicina preventiva. Hay un llamamiento a cuidar el cuerpo, a cultivar hábitos sencillos de vida y a aprovechar los agentes restauradores disponibles para todos.

      El personal médico, al buscar entender la prevención, la causa y el tratamiento de la enfermedad, y al tratar de emplear la obra médica como el “brazo derecho” del mensaje del tercer ángel, hallará que estos consejos, advertencias y palabras de aliento, son de origen divino, y constituyen una ayuda adecuada.

       Junta de Fideicomisarios

       de los Escritos de Elena G. de White,

       Washington, D.C.,

      1º de noviembre de 1962

      1 Para un cuadro documentado que ilustra esto, ver La historia de nuestro mensaje de la salud, cap. I, titulado: “Los tiempos de esta ignorancia”.

       La naturaleza es la sierva de Dios

      El mundo material está bajo el control de Dios. Toda la naturaleza obedece las leyes que la gobiernan. Todo habla y actúa de acuerdo con la voluntad del Creador. Las nubes, la lluvia, el rocío, la luz del sol, los chubascos, el viento y la tormenta, todos están bajo la supervisión de Dios y rinden obediencia implícita a quien los emplea. El diminuto retoño de trigo brota de la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga [Job 37:16; Mar. 4:28]. El Señor utiliza a estos siervos obedientes para hacer su voluntad.–Carta 131, 1897.

       Cristo, la Vida y la Luz

      Cristo, quien creó el mundo y todas las cosas que hay en él, es la vida y la luz de cada cosa viviente.–TI 6:185, 186

      Nuestra vida se deriva de Jesús. En él hay vida original, propia, vida que proviene de él. En nosotros hay un manantial que mana de la fuente de vida [Sal. 36:9]. En él está la fuente de la vida. Nuestra vida es algo que recibimos, algo que el Dador toma nuevamente para sí. Si nuestra vida está escondida con Cristo en Dios, cuando se manifieste, también nos manifestaremos con él en gloria [Col. 3:3, 4]. Y mientras tanto en este mundo daremos a Dios, en servicio santificado, todas las facultades que él nos ha legado.–Carta 309, 1905.

       Vida por medio del poder de Dios

      La parábola de la semilla revela que Dios obra en la naturaleza [Sal. 147:8]. La semilla tiene en sí un principio germinativo, un principio que Dios mismo ha implantado; sin embargo, si se abandonara la semilla a sí misma no tendría poder para brotar. El hombre tiene una parte que desempeñar para promover el crecimiento del grano.

      Hay vida en la semilla, hay poder en el terreno; pero a menos que se ejerza día y noche el poder infinito, la semilla no dará frutos. Deben caer las lluvias para humedecer los campos sedientos, el sol debe impartir calor, debe comunicarse electricidad a la semilla enterrada. El Creador es el único que puede hacer surgir la vida que él ha implantado. Cada semilla crece y cada planta se desarrolla por el poder de Dios [Sal. 104:14].–PVGM 43, 44.

       Vida de Dios en la naturaleza

      El Señor dio su vida a los árboles y las plantas de su creación. Su palabra puede aumentar o disminuir el fruto de la tierra.

      Si los hombres abrieran su entendimiento para discernir la relación entre la naturaleza y el Dios de la naturaleza, se escucharían entusiastas reconocimientos del poder del Creador. La naturaleza moriría sin la vida de Dios. Sus obras creadas dependen de él [Sal. 36:9]. Él derrama propiedades vivificantes sobre todo lo que produce la naturaleza. Debemos considerar los árboles cargados de frutos como el don de Dios, de igual forma como si él hubiera colocado el fruto en nuestras manos.–Manuscrito 114, 1899.

       Dios alimenta a los millones de la Tierra

      Al alimentar a los 5.000, Jesús alzó el velo del mundo de la naturaleza y reveló el poder que se ejerce continuamente para nuestro bien. En la producción de las mieses de la tierra, Dios obra un milagro cada día. Por medio de agentes naturales se realiza la misma obra hecha al alimentar a la multitud. Los hombres preparan el suelo y siembran la semilla, pero es la vida de Dios lo que la hace germinar. Es la lluvia, el aire y el sol de Dios lo que hace producir “primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga” [Sal. 104:14; 147:8; Mar. 4:28]. Es Dios quien alimenta cada día a millones con las mieses de esta tierra.–DTG 335.

       Mantenidos en actividad

      El corazón palpitante, el pulso vibrante, todo nervio y músculo del organismo viviente se mantienen en orden y actividad por el poder del Dios infinito. “Considerad los lirios, cómo crecen; no trabajan, ni hilan; mas os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos. Y si así viste Dios la hierba que hoy está en el campo, y mañana es echada al horno, ¿cuánto más a vosotros, hombres de poca fe? Vosotros, pues, no os preocupéis por lo que habéis de comer, ni por lo que habéis de beber, ni estéis en ansiosa inquietud. Porque todas estas cosas buscan las gentes del mundo; pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas cosas. Mas buscad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas” [Luc. 12:27-31].

      Cristo dirige aquí la mente hacia el exterior para que contemple los campos abiertos de la naturaleza, y su vigor toque los ojos y los sentidos

Скачать книгу