El ministerio médico. Elena G. de White

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El ministerio médico - Elena G. de White Biblioteca del hogar cristiano

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de la naturaleza, al Dios de la naturaleza, quien sostiene los mundos por su poder.–Manuscrito 73, 1893.

       A través de las leyes naturales

      No debe suponerse que una ley se pone en movimiento para obrar por sí misma en la semilla; que la hoja aparece porque así debe hacerlo por su propia cuenta. Dios tiene leyes que ha instituido, pero ellas son solamente las siervas mediante las cuales él logra los resultados. Es por medio de la intervención directa de Dios como toda hierba diminuta nace de la tierra y brota a la vida. Toda hoja crece y todo capullo florece por el poder de Dios.

      El organismo físico del hombre está bajo la supervisión divina, pero no es como un reloj que se pone en operación y debe funcionar por sí solo. El corazón palpita, un pulso sucede a otro, la respiración es consecutiva, pero todo el ser está bajo la supervisión de Dios. “Vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios” [1 Cor. 3:9]. En Dios vivimos, y nos movemos, y somos [Hech. 17:28]. Cada latido del corazón, cada respiración, es la inspiración de aquel que sopló en la nariz de Adán el aliento de vida,la inspiración del Dios omnipresente, el gran Yo Soy [Gén. 2:7; Éxo. 3:14].–RH 8/11/1898.

       Dios en la naturaleza

      En todo lo creado se ve el sello de la Deidad. La naturaleza testifica de Dios. La mente sensible, puesta en contacto con el milagro y misterio del universo, no puede dejar de reconocer la obra del poder infinito. La producción abundante de la tierra y el movimiento que efectúa año tras año alrededor del sol no se deben a su energía inherente. Una mano invisible guía los planetas en el recorrido de sus órbitas celestes. Una vida misteriosa satura toda la naturaleza: una vida que sostiene los innumerables mundos que pueblan la inmensidad, que habita en el minúsculo insecto que flota en el aire estival, que sostiene el vuelo de la golondrina y alimenta a los pichones de los cuervos que graznan y que hace florecer el pimpollo y convierte en fruto la flor.

       Las leyes de la vida física

      El mismo poder que sostiene la naturaleza obra también en el hombre [Heb. 1:2, 3]. Las mismas grandes leyes que guían igualmente a la estrella y al átomo rigen la vida humana. Las leyes que gobiernan la acción del corazón para regular la salida de la corriente de vida al cuerpo, son las leyes de la poderosa inteligencia que tiene jurisdicción sobre el alma. De Dios procede toda la vida [Sal. 36:9]. Únicamente en armonía con él se puede hallar la verdadera esfera de acción de la vida. La condición para todos los objetos de su creación es la misma: una vida sostenida por la vida que se recibe de Dios, una vida que esté en armonía con la voluntad del Creador. Transgredir su ley, física, mental o moral, significa perder la armonía con el universo, introducir discordia, anarquía y ruina.

      Toda la naturaleza se ilumina para quien aprende así a interpretar sus enseñanzas; el mundo es un libro de texto; la vida una escuela. La unidad del hombre con la naturaleza y con Dios, el dominio universal de la ley, los resultados de la transgresión, no pueden dejar de hacer impresión en la mente y modelar el carácter...

      El corazón que aún no se ha endurecido por el contacto con el mal, es pronto para reconocer la Presencia que penetra todas las cosas creadas. El oído que no se ha entorpecido por el vocerío del mundo, está atento a la Voz que habla por medio de las expresiones de la naturaleza... Lo visible ilustra lo invisible [Rom. 1:20]. En todas las cosas que hay sobre la tierra pueden contemplar la imagen y la inscripción de Dios.–Ed 99, 100.

       Mensaje de la naturaleza

      Toda la naturaleza está viva. Por medio de sus diversas formas de vida habla a los que tienen oídos para escuchar y corazón para entender quién es la fuente de toda vida. La naturaleza revela las obras maravillosas de su Artífice.–Carta 164, 1900.

       El mensaje de amor

      Al principio, Dios se reveló en todas las obras de la creación [Sal. 36:9]. Y sobre todas las cosas de la tierra, del aire y del cielo, escribió el mensaje del amor del Padre.

      Aunque el pecado ha estropeado la obra perfecta de Dios, esa escritura permanece. Aún ahora todas las cosas creadas declaran la gloria de su excelencia... Cada árbol, arbusto y hoja emite ese elemento de vida, sin el cual no podrían sostenerse ni el hombre ni los animales; y el hombre y el animal, a su vez, sirven a la vida del árbol, del arbusto y de la hoja.–DTG 11, 12.

       La naturaleza no es Dios

      La obra de Dios en la naturaleza no es Dios mismo en la naturaleza. Las cosas de la naturaleza son una expresión del carácter de Dios [Rom. 1:20]; por ellas podemos comprender su amor, su poder y su gloria; pero no hemos de considerar a la naturaleza como Dios. La habilidad artística de los seres humanos produce obras muy hermosas, cosas que deleitan el ojo, y estas cosas nos dan cierta idea del que las diseñó; pero la cosa hecha no es el hombre. No es la obra, sino el artífice el que debe ser tenido por digno de honra. De igual manera, aunque la naturaleza es una expresión del pensamiento de Dios, ella no es lo que debe ser ensalzado, sino el Dios de la naturaleza.–TI 8:275.

       La fuente de curación

      La enfermedad, el padecimiento y la muerte son obra de un poder enemigo. Satanás es el destructor; Dios, el restaurador.

      Las palabras dirigidas a Israel se aplican hoy a los que recuperan la salud del cuerpo o la del alma: “Yo soy Jehová tu sanador” [Éxo. 15:26].

      El deseo de Dios para todo ser humano se expresa en estas palabras: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma” [3 Juan 2].

      “Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias” [Sal. 103:3, 4].–CSS 165.

       El gran Sanador

      El poder curativo de Dios permea toda la naturaleza. Si un ser humano se corta la piel o se quiebra un hueso, la naturaleza empieza a curar la herida inmediatamente, y de esta forma preserva la vida del hombre. Pero el hombre puede colocarse en una posición en que la naturaleza se vea imposibilitada para hacer su labor... Si se usa el tabaco... el poder curativo de la naturaleza se debilita en un grado mayor o menor... Cuando se ingiere licor intoxicante, el organismo es incapaz de resistir la enfermedad con el poder de sanación original que Dios le otorgó. Es Dios quien ha hecho la provisión para que la naturaleza obre para restaurar las facultades agotadas. El poder es de Dios. Él es el Gran Sanador.–Carta 77, 1899.

       Una obra combinada

      El enfermo será restaurado por medio de los esfuerzos combinados de lo humano y lo divino. Cristo derrama todo don y todo el poder que prometió a sus discípulos, sobre los que le sirven con fidelidad.–Carta 205, 1899.

       El Espíritu Santo renueva el cuerpo

      El pecado ocasiona enfermedad física y espiritual. Cristo ha hecho posible para nosotros que nos libremos de

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