El ministerio médico. Elena G. de White

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El ministerio médico - Elena G. de White Biblioteca del hogar cristiano

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con poder. Renovará todo órgano del cuerpo para que los siervos de Dios puedan trabajar aceptable y exitosamente. La vitalidad aumenta bajo la influencia de la acción del Espíritu. Elevémonos entonces, por este poder, a una atmósfera más alta y más santa, para que podamos realizar bien la labor que se nos ha asignado.–RH 14/1/1902

       La mejor medicina

      La religión de la Biblia no es dañina para la salud del cuerpo o de la mente. La influencia del Espíritu de Dios es la mejor medicina que un hombre o una mujer enfermos pueden recibir. El cielo es todo salud, y cuanto más profundamente se comprendan las influencias celestiales más segura será la recuperación del enfermo que cree.–TI 3:192.

       Lo que intenta el médico, lo logra Cristo

      Ninguno sino un médico cristiano puede cumplir con la aprobación de Dios los deberes de su profesión. En una labor tan sagrada, no deben hallar la menor cabida los planes e intereses egoístas. Toda ambición y todo motivo deben estar subordinados al interés de aquella vida que se mide con la vida de Dios. En todos sus negocios, debe reconocer las demandas de Jesús, el Redentor del mundo, para copiar su ejemplo. Lo que el médico intenta hacer, lo puede realizar Cristo. Ellos se esfuerzan por prolongar la vida; él es el Dador de la vida. Jesús, el poderoso Sanador, es el Médico Jefe. Todos los médicos están bajo un Maestro, y con seguridad es bendecido todo médico que ha aprendido de su Señor a velar por el alma mientras obra con toda su habilidad profesional para sanar el cuerpo de los enfermos dolientes.–Carta 26a, 1889.

       La educación es mejor que la curación milagrosa

      Algunos me han preguntado: “¿Por qué tenemos que tener sanatorios? ¿Por qué no oramos por los enfermos, como lo hizo Cristo, para que sanen milagrosamente?” He respondido: “Supongamos que pudiéramos hacer esto en todos los casos; ¿cuántos apreciarían la curación? ¿Se convertirían en reformadores de la salud los que fueran sanados, o continuarían siendo destructores de la salud?”

      Jesucristo es el Gran Sanador, pero desea que podamos cooperar con él en la recuperación y el mantenimiento de la salud al vivir en conformidad con sus leyes. Debe haber una impartición de conocimiento acerca de cómo resistir la tentación en unión con la obra de curación. En los que vienen a nuestros sanatorios, se debe despertar el sentido de su propia responsabilidad de obrar en armonía con el Dios de la verdad.

      Nosotros no podemos sanar. No podemos cambiar las condiciones enfermizas del cuerpo. Pero es nuestro deber, como médicos misioneros, como obreros juntamente con Dios, utilizar los medios que él ha provisto. Entonces oraremos para que Dios bendiga estos medios. Creemos en Dios; creemos en un Dios que escucha y responde a la oración. Él ha dicho: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” [Mat. 7:7].–RH 5/12/1907.

       Cuando la oración por sanidad es presunción

      Muchos han supuesto que Dios los librará de la enfermedad únicamente porque se lo han pedido. Pero Dios no considera sus oraciones, porque su fe no se perfeccionó en las obras. Dios no hará un milagro para librar de la enfermedad a los que no se han cuidado; más aún, que están violando de continuo las leyes de la salud y no hacen esfuerzos para evitar la enfermedad. Cuando hacemos todo lo que está a nuestro alcance para tener salud, entonces podemos esperar que se produzcan los bendecidos resultados, y podemos solicitar a Dios con fe que bendiga nuestros esfuerzos para la preservación de la salud. Entonces él contestará nuestra oración, si su nombre puede glorificarse de esta manera. Pero que todos entiendan que tienen una obra que hacer. Dios no obrará de una manera milagrosa para preservar la salud de personas que lleven una conducta que seguramente las enfermará por causa de su descuido de las leyes de la salud.

      Los que satisfacen su apetito y de esta manera sufren debido a su intemperancia, e ingieran drogas para aliviarse, a los tales se les puede asegurar que Dios no se interpondrá para salvar la salud y la vida que de forma tan temeraria se ha puesto en peligro. La causa ha producido el efecto. Muchos siguen las directrices de la Palabra de Dios como su último recurso, y solicitan las oraciones de los ancianos de la iglesia para restaurar su salud. Dios no ve adecuado responder las oraciones que se ofrecen a favor de los tales, pues él sabe que si se les devolviera la salud, de nuevo la sacrificarían sobre el altar del apetito pervertido.–SG 4:144, 145.

       Provisión para la obra evangelizadora médico misionera

      La forma de trabajar de Cristo consistía en predicar la palabra y en aliviar el sufrimiento mediante obras milagrosas de sanidad. Pero se me ha instruido acerca de que no podemos obrar ahora de la misma manera, pues Satanás ejercerá su poder por medio de milagros. Los siervos de Dios hoy no podrían trabajar valiéndose de milagros, porque se realizarán obras espurias de curación, pretendiendo ser divinas [2 Tes. 2:9, 10].

      Por esta razón, el Señor ha señalado un camino en el cual su pueblo debe hacer avanzar una obra de curación física combinada con la enseñanza de la Palabra. Se deben fundar sanatorios y con estas instituciones deben estar relacionados obreros que lleven adelante la obra médico misionera genuina. De esta manera se ejerce una influencia protectora en los que vienen a los sanatorios en busca de tratamiento.

      Esta es la provisión que Dios ha hecho por medio de la cual se debe realizar obra evangélica médico misionera en favor de muchas almas. Estas instituciones deben establecerse fuera de las ciudades y en ellas la obra educativa debe llevarse en forma inteligente.–Carta 53, 1904.

       Los milagros no son evidencia segura del favor de Dios

      Muy cerca está el tiempo cuando Satanás obrará milagros para confirmar en la mente de muchos la creencia de que él es Dios [2 Tes. 2:9, 10]. Todo el pueblo de Dios debe estar de pie ahora sobre la plataforma de la verdad como ha sido dada en el mensaje del tercer ángel [Apoc. 14:9-12]. Se presentarán muchos cuadros agradables y obras milagrosas para, que si es posible, se engañen aun los elegidos [Mat. 24:24; Apoc. 16:14]. La única esperanza para cualquiera es que esté asido de las evidencias que han confirmado la verdad en justicia. Que estas sean proclamadas una y otra vez, hasta el cierre de la historia de esta tierra.–RH 9/8/1906.

       Cuando Cristo se negó a hacer milagros

      La escena de la tentación de Cristo iba a ser una lección para todos sus seguidores. Cuando los enemigos de Cristo, por instigación de Satanás, les pidan que muestren algún milagro, ellos deben responder de forma tan mansa como lo hizo el Hijo de Dios ante Satanás: “Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios” [Mat. 4:7]. Si los tales no se convencen por el testimonio inspirado, una manifestación del poder de Dios no les sería benéfica. Las maravillosas obras de Dios no se manifiestan para gratificar la curiosidad de nadie. Cristo, el Hijo de Dios, se negó a dar a Satanás prueba alguna de su poder. Él no hizo ningún esfuerzo para quitar los “si” de Satanás haciendo un milagro.

      A los discípulos de Cristo se los colocará en situaciones similares. Los incrédulos requerirán de ellos que hagan algún milagro, si creen que el poder especial de Dios está en la iglesia y que son el pueblo escogido de Dios. Los incrédulos afligidos con enfermedades, los instarán a que hagan un milagro en ellos, si Dios los acompaña. Los seguidores de Cristo imitarán el ejemplo de su Maestro. Jesús, con su poder divino, no hizo obras poderosas

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