Dublineses. Джеймс Джойс
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—¡Una noche excelente, señor!
Era una serena noche de verano; el puerto descansaba a sus pies como un espejo oscuro. Se dirigieron hacia él con los brazos entrelazados, cantando Cadet Roussel a coro[14], dando una patada en el suelo en cada:
—Ho! Ho! Hohé, vraiment!
Se subieron a una lancha de remos en el malecón y partieron hacia el yate del americano. Iba a haber cena, música, cartas. Villona dijo con convicción:
—¡Es precioso!
El yate tenía piano en la cabina. Villona tocó un vals para Farley y Rivière, Farley hacía de caballero y Rivière de dama. Luego una cuadrilla improvisada, en la que idearon figuras originales. ¡Qué diversión! Jimmy aceptó su papel con entusiasmo; esto era vivir la vida, por fin. Entonces Farley perdió el aliento y gritó ¡Parad! Un individuo trajo una cena ligera, y los jóvenes se sentaron por guardar las formas. Bebieron, no obstante: era bohemio. Bebieron por Irlanda, por Inglaterra, por Francia, por Hungría, por los Estados Unidos de América. Jimmy hizo un discurso, un largo discurso, y Villona decía ¡Escuchad! ¡Escuchad! cada vez que se producía una pausa. Hubo muchas palmas cuando se sentó. Debía haber sido un buen discurso. Farley le dio unas palmadas en la espalda y rio con fuerza. ¡Qué tipos tan joviales! ¡Qué buena compañía eran!
¡Cartas! ¡Cartas! Se despejó la mesa. Villona volvió tranquilamente al piano e improvisó para ellos. Los otros jugaron un juego tras otro, precipitándose temerariamente a la aventura. Bebieron a la salud de la reina de corazones y de la reina de diamantes. Jimmy notó nebulosamente la ausencia de público: el ingenio centelleaba. El juego iba fuerte y empezaron a intercambiarse papel. Jimmy no sabía con exactitud quién ganaba pero sabía que estaba perdiendo. Pero era culpa suya, pues equivocaba las cartas con frecuencia y los otros tenían que calcularle sus pagarés. Estos tipos eran unos auténticos diablos, pero quería que frenaran: se estaba haciendo tarde. Alguien brindó por el yate La bella de Newport y luego alguien propuso un juego a lo grande para acabar.
El piano había callado; Villona debía haber subido a cubierta. Fue un juego terrible. Pararon justo antes de la conclusión para brindar por la suerte. Jimmy se dio cuenta de que el juego estaba entre Routh y Ségouin. ¡Qué nervios! Jimmy también estaba nervioso; él perdería, desde luego. ¿Cuánto había firmado en pagarés? Se levantaron para jugar las últimas manos en pie, hablando y gesticulando. Routh ganó. La cabina se estremeció con los gritos de júbilo de los jóvenes y se juntaron las cartas. Empezaron a reunir lo que habían ganado. Farley y Jimmy eran los que más habían perdido.
Sabía que por la mañana se arrepentiría pero en ese momento se alegraba de lo demás, se alegraba por el oscuro sopor que cubría su insensatez. Apoyó los codos en la mesa y la cabeza en las manos, contando los latidos de sus sienes. La puerta de la cabina se abrió y vio al húngaro en pie en medio de un haz de luz gris:
—¡El amanecer, caballeros!
Westland Row, Dublín, ca. 1912.
[1] el surco de la carretera de Naas. La carretera proveniente del pueblo de Naas, situado a unos treinta kilómetros al oeste de Dublín, entre la cárcel de Kilmainham y el cuartel de Richmond, dos símbolos del sometimiento irlandés.
[2] los coches pasaban a toda velocidad hacia su destino. La carreras de automóviles eran por entonces una gran novedad. La carrera en la que se basa esta historia es una concreta: la cuarta de la Coupe Internationale de l’Automobile, que aunque entonces tipo rally, se considera predecesora de la actual Fórmula 1. Fue durante unos años un verdadero acontecimiento internacional.
[3] los coches de sus amigos, los franceses. Las relaciones del pueblo irlandés con Francia son buenas por contraste con el opresor inglés.
[4] había sido nacionalista convencido. Implícitamente miembro del Partido Parlamentario Irlandés, partidario del líder nacionalista Charles Parnell y del Home Rule.
[5] carnicero en Kingstown. Una pequeña ciudad con un gran puerto artificial a diez kilómetros al sudeste de Dublín.
[6] algunos de los contratos de la policía. Es irónico. El señor Doyle está ahora alimentando a sus antiguos enemigos políticos.
[7] fue por el mal camino. En el original «took to bad courses» hay un juego léxico: course significa ‘carrera en francés’. Además hay quien ha visto un eco de Enrique V de Shakespeare (I, 1): «His addiction was to courses vain; / His companies, unletrered, rude and shallow; / His hours fill’d up with riots, banquets, sports.» [«Era su afición la de empeños vanos; / sus compañeros, ignorantes, toscos, superficiales; / llenaba sus horas con pendencias, banquetes y deportes».]
[8] a Cambridge para que viera algo de vida. La estancia de uno o más cursos en Cambridge sin ánimo de graduarse no era una práctica inusual entre los irlandeses de la época, que buscaban con ello elevar su estatus social y hacer amistades influyentes.
[9] Grafton Street. Es la calle más elegante del Dublín de la época. El coche se ha dirigido directamente al centro desde la carretera de Naas y ha dejado a Jimmy y a Villona frente al Banco de Irlanda, en la esquina de Dame y Grafton.
[10] iluminada con lámparas eléctricas. La luz eléctrica era todavía una novedad y un cierto lujo. La red eléctrica había empezado a funcionar en Dublín en 1881.
[11] la ciudad llevaba puesta la máscara de una capital. Dublín era la capital de un país, pero desde hacía más de un siglo no era la capital de un Estado.
[12] ¡Es Farley! El apellido es muy común en Irlanda, por lo que sugiere que el personaje es americano pero de origen irlandés.
[13] En Westland Road. La actual estación Pearse, punto de partida de los ferrocarriles del sur. El recorrido hasta Kingstown, su destino, duraba alrededor de quince minutos.
[14] cantando Cadet Roussel a coro. Una canción cuartelera francesa que Joyce debió aprender en su estancia en París. La letra consiste en la burla de las excentricidades del cadete del título, y está estructurada de manera que estas puedan improvisarse entre el repetitivo estribillo. La figura del cadete puede interpretarse como personificación de la República, injustamente ridiculizada, pues como el cadete «en verdad es un buen chico»: Ho! Ho! Hohé, vraiment! Cadet Roussel est bon enfant.
DOS GALANES