Dublineses. Джеймс Джойс
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Sujetaba el florín[14] con fuerza en la mano cuando bajaba por Buckingham Street hacia la estación. Ver las calles brillantes del gas y repletas de gente de compras me recordó el propósito de mi salida. Me senté en un vagón de tercera clase de un tren desierto[15]. Tras un retraso intolerable el tren salió lentamente de la estación. Avanzó con parsimonia entre casas ruinosas y sobre el centelleante río. En la estación de Westland Row un montón de gente se apiñó a las puertas del vagón; pero los mozos los hicieron retroceder diciendo que era un tren especial para el bazar. Continué solo en el despoblado vagón. A los pocos minutos el tren se situó junto a una improvisada plataforma de madera. Salí a la calle y en la esfera iluminada de un reloj vi que eran las diez menos diez. Frente a mí había un gran edificio en el que estaba desplegado el mágico nombre.
No pude encontrar ninguna de las entradas de seis peniques, y temiendo que cerraran el bazar, pasé rápidamente por un torno dándole un chelín a un hombre de aspecto cansado. Me encontré en una gran sala rodeada por una galería a mitad de la altura del techo. Casi todos los puestos estaban cerrados y la mayor parte de la sala estaba a oscuras. En el silencio reconocí el que inunda una iglesia después de los servicios. Fui tímidamente hasta el centro de la feria. Unas pocas personas se agrupaban cerca de los puestos que aún estaban abiertos. Ante una cortina sobre la que habían escrito Café Chantant[16] con lámparas de colores, dos hombres contaban dinero en una bandeja. Escuché el caer de las monedas.
Recordando con dificultad para qué había venido me dirigí a uno de los puestos y examiné vasos de porcelana y floridos juegos de té[17]. En la puerta del puesto había una chica hablando y riendo con dos jóvenes. Me fijé en su acento inglés[18] y escuché vagamente su conversación.
—¡Yo nunca dije eso!
—¡Sí lo dijiste!
—¡No señor!
—A que sí lo dijo.
—Sí. Yo se lo oí.
—Vaya... ¡menudo embustero!
Al verme, la joven se acercó y me preguntó si deseaba comprar algo. Su tono de voz no animaba; parecía haberse dirigido a mí por sentido del deber. Yo miré humildemente a los grandes jarrones que estaban plantados como guardias orientales a ambos lados de la oscura entrada al puesto, y murmuré:
—No, gracias.
La joven cambió la posición de uno de los jarrones y volvió con los dos jóvenes. Volvieron a hablar del mismo tema. En un par de ocasiones la joven echó una ojeada hacia mí por encima del hombro. Aunque sabía que quedarme allí era inútil, permanecí ante su puesto, por hacer que mi interés en su mercancía pareciera más auténtico. Entonces me di la vuelta lentamente y fui andando hasta el centro del bazar. En el bolsillo dejaba caer los dos peniques sobre la moneda de seis peniques[19]. Escuché una voz que desde un extremo de la galería avisaba de que se había apagado la luz. La parte alta de la sala estaba ahora completamente a oscuras.
Mirando arriba a la oscuridad me vi como una criatura a la que la vanidad manipulaba y ridiculizaba; y me ardieron los ojos de ira y angustia.
[1] Christian Brothers’ School. Una escuela exclusivamente para varones católicos situada efectivamente en North Richmond Street, al noreste de Dublín, en un barrio modesto pero no pobre. Los Hermanos Cristianos eran una hermandad católica laica constituida para difundir la enseñanza específicamente católica en la época en la que esta estaba prohibida en Irlanda. Véase nota 4 de «El día de la hiedra en la sala del comité».
[2] imperturbables rostros marrones. El sentido de esta frase se comprende comparándola con la descripción que Joyce hace de unas casas similares en Stephen Hero: «de esas casa de ladrillo marrón que parecen la auténtica encarnación de la parálisis irlandesa».
[3] El abad de Walter Scott, El devoto comulgante y Las memorias de Vidocq. Tres obras de muy distinto carácter y publicación bastante anterior al momento en que se desarrolla la historia. La primera (1820) es una de las novelas históricas del autor, centrada en la figura de la reina María de Escocia (1542-1587). La segunda (1813) es un oscuro texto devoto de un religioso franciscano llamado Pacificus Baker, que llevaba como subtítulo: O meditaciones y aspiraciones pías para los tres días anteriores y los tres días posteriores a recibir las santa eucaristía. La tercera (1828) es una conocida obra novelesca publicada como unas memorias por François Vidocq, un detective francés que previamente tuvo una larga carrera como delincuente. En estas memorias se presenta como maestro de disfraces y de la escapada, tanto a un lado como al otro de la ley. Como detective fue acusado de fabricar crímenes en su propio beneficio.
[4] la oxidada bomba de bicicleta del anterior inquilino. La sugerente imagen de la bomba de bicicleta abandonada bajo un manzano, que inevitablemente evoca el árbol del Edén, ha suscitado mucha especulación. La relativa novedad de las ruedas neumáticas –mencionada en Las hermanas–, no propias de un viejo sacerdote, complica aún más la cuestión. Inevitablemente se ha señalado una connotación sexual.
[5] las pandillas de las casas bajas. Aún sigue existiendo un pequeño barrio de casas bajas y humildes justo al este de North Richmond Street.
[6] la hermana de Mangan. El nombre evoca el del poeta irlandés James Clarence Mangan (1803-1849), al que Joyce dedicó un artículo en la revista universitaria St Stephen’s. Es característico de este poeta una desmedida fascinación por el Oriente, hasta el punto de que a pesar de no conocer el árabe, pretendía que muchos de sus poemas eran traducciones de originales en esa lengua. (El personaje nombrado en el último verso es Robert Emmet (1778-1803), otro líder nacionalista que en 1803 encabezó una frustrada rebelión contra el gobierno británico. Fue detenido, juzgado por alta traición y ejecutado.)
[7] los barriles de morros de cerdo. En el original: «pigs’ cheeks», una tajada popular en Irlanda, al igual que en la España de la época.
[8] una balada sobre O’Donovan Rossa. En el original: «a come-all-you about O’Donovan Rossa». Come-all-you es un tipo de balada irlandesa. Jeremiah O’Donovan, apodado Rossa por ser oriundo de Ross Carbery, fue un dirigente feniano, miembro destacado de la Hermandad Republicana Irlandesa. Fue detenido en 1858 por actividades revolucionarias. Puesto en libertad un año después, fue nuevamente detenido en 1865, acusado de planear un alzamiento contra el gobierno inglés, y esta vez sentenciado a cadena perpetua. En 1870 le fue conmutada la pena por el exilio a perpetuidad. Desde Nueva York se cree que organizó la primera campaña de atentados con bombas en ciudades inglesas, lo que le ganó el sobrenombre de «Dinamita Rossa». Pudo no obstante regresar a Irlanda en la última década del siglo, pero su relevancia política había por entonces disminuido notablemente. Su fallecimiento en el exilio en 1915 (después, por tanto, de la publicación de Dublineses), fue utilizado