Dublineses. Джеймс Джойс
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Tras un buen rato su monólogo se cesó. Se levantó lentamente y dijo que tenía que dejarnos un minuto más o menos, unos minutos, y sin cambiar mi vista de dirección le vi alejarse andando despacio hacia el extremo más cercano del descampado. Cuando se marchó nos quedamos callados. Tras un silencio de unos minutos escuché a Mahony exclamar:
—¡Vaya! ¡Mira lo que está haciendo!
Como yo ni contestaba ni alzaba los ojos, Mahony volvió a exclamar:
—Vaya... ¡Es un viejo lila![26].
—En caso de que nos pregunte los nombres –dije yo–, tú eres Murphy y yo Smith.
No nos dijimos nada más. Todavía estaba sopesando si irme o quedarme cuando el tipo volvió y se sentó de nuevo entre nosotros. Apenas se había sentado cuando Mahony, al ver el gato que se le había escapado, se levantó y le persiguió campo a través. El hombre y yo observamos la persecución. El gato volvió a escaparse y Mahony empezó a tirar piedras a la pared a la que el gato había trepado. Dejando aquello, empezó a ir de un lado a otro sin rumbo fijo en la parte más alejada del descampado.
Tras una pausa el tipo me habló. Dijo que mi amigo era un chaval muy rudo y preguntó si le azotaban a menudo en el colegio. Yo iba a contestar indignado que nosotros no éramos chicos de colegio público a los que azotaban, como él decía; pero me quedé callado. Empezó a hablar sobre el tema del castigo a los niños. Su mente, como hipnotizada otra vez por su discurso, parecía moverse en círculos lentamente una y otra vez alrededor de su nuevo centro. Dijo que cuando los chicos eran de esa clase debían ser azotados y bien azotados. Cuando un muchacho era rudo y rebelde nada le venía bien salvo unos buenos y sanos azotes. Un golpe en la mano o un cachete no servían de nada: lo que necesitaba era unos buenos azotes en caliente. Esta opinión me sorprendió e involuntariamente alcé la vista hacia su rostro. Al hacerlo me topé con la mirada de un par de ojos color verde botella que me observaban por debajo de una frente fruncida. Volví a apartar los ojos.
El tipo continuó su monólogo. Parecía haber olvidado su reciente liberalismo. Dijo que si alguna vez encontraba a un chaval que hablara con chicas o que tuviera novia le azotaría y le azotaría; y que eso le enseñaría a no ir hablando con chicas. Y si un chaval tenía novia y mentía al respecto, entonces le daría una azotaina como la que ningún chaval jamás hubiera recibido en este mundo. Dijo que en este mundo nada le gustaría tanto como hacer eso. Me describió la forma en la que azotaría a ese chaval como si me estuviera descubriendo un complicado misterio. Aquello le encantaría, dijo, más que nada en este mundo; y su voz, mientras me guiaba monótonamente a través del misterio, se hizo casi afectiva y pareció rogarme que le entendiera.
Esperé a que el monólogo cesara otra vez. Entonces me levanté bruscamente. Para evitar que se me notara mi agitación me demoré unos instantes haciendo como que me ajustaba el zapato y entonces, diciendo que tenía que marcharme, le deseé buenos días. Subí por la pendiente con calma, pero el corazón me latía con rapidez del temor a que me cogiera por los tobillos. Cuando llegué arriba de la pendiente me di la vuelta y, sin mirarle, llamé con fuerza campo a través:
—¡Murphy!
Mi voz tenía un acento de forzada valentía y me avergoncé de mi mezquina estratagema. Tuve que gritar el nombre de nuevo antes de que Mahony me viera y respondiera mi grito. ¡Cómo me latía el corazón cuando vino hacía mí por el descampado! Corría como si viniera a socorrerme. Y yo estaba arrepentido; pues en el fondo siempre le había menospreciado un poco.
[1] The Union Jack, Pluck y The Halfpenny Marvel. Tres revistas populares para niños publicadas en Inglaterra por Alfred C. Harmsworth, propietario también de The Times. Se anunciaban como publicaciones que en lugar del sensacionalismo de los Penny Dreadfuls (novelas baratas) ofrecían historias instructivas de aventuras de marineros, soldados, bomberos, exploradores, detectives, etcétera.
[2] a misa de ocho en Gardiner Street. La asistencia diaria a misa no era algo excepcional en el Dublín de finales del siglo XIX. La iglesia es la jesuítica de San Francisco Javier, lo cual indica que la familia era de clase media-alta, lo mismo que el colegio, también jesuita, al que enviaban a sus hijos.
[3] Apenas había el día amanecido... La oración parece ser el inicio de un pasaje de De Bello Gallico de Julio César, el texto estándar para el nivel intermedio de aprendizaje del latín.
[4] chicos del colegio público. La escuela pública irlandesa –National School–, teóricamente destinada tanto a hijos de católicos como de protestantes, tenía un plan de estudios diseñado desde la perspectiva inglesa y protestante, y muchos irlandeses la consideraban parte de la estrategia británica para controlar Irlanda. Por el contrario, la escuela a la que asiste el narrador es aparentemente un colegio de educación católica, regido por jesuitas, como lo fueron los dos en los que estudió Joyce.
[5] una de mis conciencias. Nadie que yo sepa ha explicado la peculiaridad de un narrador que posee varias conciencias.
[6] Pigeon House. No es un palomar (el nombre parece provenir de un tal John Pigeon o John Pidgeon, que fue asesinado allí en el siglo XVIII), sino un edificio que inicialmente fue un cuartel, luego una estación eléctrica y finalmente una posada. El recorrido planeado es un rodeo para mantenerse, como el narrador dice más adelante, «lejos de la vista de la gente». Les lleva desde el puente de Newcomen (Canal Bridge es el nombre popular), dando un rodeo por el malecón de East Wall Road (Wharf Road es también nombre popular), cruzando el Liffey en una de las barcas que lo cruzaban entonces, para seguir la orilla de la bahía hasta Pigeon House.
[7] pozo de la ceniza. Un hoyo en el que se arrojaban los restos de la chimenea y el fogón. En 1906 Joyce escribió a su editor Grant Richards: «No es culpa mía que el olor del pozo de la ceniza, y de los hierbajos y de los restos, ronde por mis historias».
[8] le llamaba Mechero Bunsen. Conocido quemador muy utilizado en laboratorios para calentar o esterilizar, ideado por Robert Bunsen en 1857.
[9] Un chelín y medio en vez de un chelín. Cada uno había puesto seis peniques, de donde se puede fácilmente deducir que cada chelín se dividía en doce peniques. En el original el personaje emplea términos más populares y locales: bob, para chelín, y tanner para medio chelín.
[10] un grupo de rústicas. Se trata de chicas que acuden a una de las oficial y un tanto despectivamente llamadas Ragged Schools, que eran gratuitas y atendían a la población más