Pequeño circo. Nando Cruz

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Pequeño circo - Nando Cruz

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que parase la grabación para negociar su contrato. Gentilmente, les pedí a los dos que se marchasen del estudio.

      FINO OYONARTE: El disco se grabó en seis días. Sonorizamos la base de todas las canciones en una sesión: el bajo de Antonio y la batería de Eric. Aquello ya era una brutalidad. Luego conectamos los amplis y los dos guitarristas tocaron a la vez. Ese disco es una piedra en bruto, como los que se grababan en los 60 o los 70. La banda tocó prácticamente en directo.

      JUAN HERMIDA: La referencia 37 de Romilar fue Hipnosis. Era el primer CD que editaba. No tenía libreto ni nada. Adapté la portada y la contraportada del LP a las medidas del CD, pero no tenía letras ni fotos.

      Cuando lo llevé a Radio 3, nadie lo pinchó. Solo Jesús Ordovás, ese mismo día, y haciendo referencia a Antonio Arias de 091. A las dos de la mañana, cuando ya había acabado el Diario pop, aún tenía la radio encendida. Estaba absolutamente decepcionado porque, para entendernos, seguía sonando Loquillo. ¡Y era 1991! Solo Luz Elez81, que se había comprado el disco, dedicó un programa entero al disco y luego lo pinchó durante semanas y semanas. Pero, claro, a esas horas mucha gente ya había apagado la radio.

      FERNANDO PARDO: Apostar por Lagartija sí era revolucionario en ese momento. Es como cuando La Fábrica Magnética apostó por Surfin’ Bichos: son momentos en los que notas que, uy, aquí pasa algo.

      BLAS FERNÁNDEZ: En el caso de Lagartija no era solo el volumen. Nadie en esa época estaba haciendo unas letras como las de Antonio Arias en Lagartija Nick. Quizá Fernando Alfaro, pero en un registro completamente diferente. El caso de Lagartija Nick era un punto y aparte.

      ANTONIO ARIAS: En inglés no había mucha manera de competir. Cuando te defiendes en otro idioma, aunque tus ideas sean muy buenas, pareces más tonto, ¿no? Y también estaba la intención de buscar otro tipo de escritura.

      Había en España una técnica muy ochentera que fue la que sobre todo quise evitar: eso que los músicos llamamos el zinglés: sacar primero las letras en inglés —«wanna hold and a mirror and a holder and a mili baby…»— y luego convertir eso en dos frases en español. Es un camino sin salida porque te acostumbras a un sonido que en absoluto vas a poder emular en español. Es mejor que el primero tortazo sea inmediato y partir de cualquier tontería en español.

      ERIC JIMÉNEZ: A esa edad no entendía mucho las letras de Antonio, pero me producían un impacto que me agradaba, porque cuando veía La edad de oro y salían los subtítulos de las canciones de los grupos extranjeros, yo notaba que, a diferencia de las que se escribían en España, eran letras muy gráficas. Eran como visiones.

      ANTONIO ARIAS: La primera lección para escribir letras de otra manera e incorporar aspectos sociales la recibí de Joe Strummer. Una de las técnicas que utilizaba era escribir una frase; por ejemplo, «la mujer del coronel va paseando por la catedral». Luego hacía una lista de diez o veinte palabras que rimaran con «catedral», y luego, lo más difícil: rellenar el hueco de las frases de en medio. Y ahí empezaba a meter la estructura de collage con la mayor perfección que he visto en mi vida. Era capaz de introducir nombres de marcas y a la vez un pensamiento social. Es como si das un giro de trescientos sesenta grados en el centro de la ciudad y describes todo lo que eres capaz de retener. Eso ya conformaba un mensaje. Y el collage siempre ha sido muy pop y muy adelantado.

      Escribir sobre la realidad se asociaba a cosas que en seguida dejaron de gustar. La misma influencia de los Clash desapareció muy rápido porque en seguida te asociaban con Kortatu, a un planteamiento de radicalización contrario a la sociedad. Y una forma de no radicalizarte era escribir como empezaron haciendo Los Planetas en sus primeras letras: hablar de un mundo más naíf. No digo que describir sea más valiente, pero quizá luego la cosa progresó hacia la evasión, a reflejar una sociedad más indolente.

      JUAN HERMIDA: Cuando se presentó Hipnosis en directo fue un shock. Enlazaron todas las canciones. No hubo ni el mínimo parón. Fue un trallazo, un muro de sonido. Al cabo de una hora se fueron y la gente se preguntaba qué había pasado. Decían que el batería era como Thor con los martillos.

      FERNANDO PARDO: El primer disco de Lagartija marcó un camino diferente. Era lo que yo creía que los grupos madrileños podrían haber hecho si hubiesen optado por cantar en castellano. Me daba la impresión de que en Madrid siempre se tiraba a lo facilón y autocomplaciente.

      JUAN HERMIDA: Para mí, hay tres discos que marcan un antes y un después en la escena independiente española. El primero, indudablemente, es Independence, de Sex Museum; empezando por el título. Ese disco es el «podemos». Demostraron que cantando en inglés y haciendo música de garaje no comercial en un sello independiente de tercera división como el mío se podía funcionar. El segundo, que reafirma eso un año y medio después, fue el de Lagartija Nick. Ahí ya íbamos muy adelantados a los demás: cuando la gente empezaba a asumir a Sex Museum, salió Hipnosis con esa portada y esas letras surrealistas. Y el tercero ya sería el Super 8 de Los Planetas.

      Independence e Hipnosis vendieron muy poco. Yo no podía venderlo en El Corte Inglés y ese era un obstáculo abismal. En una compañía más estable hubiese vendido muchísimo más. Lagartija Nick habían conseguido cierto impacto en la escena independiente, pero los medios no sabían cómo tratarlo. No era 091, era otra cosa.

      Volví a sentir la misma impotencia que con Sex Museum. No tenía dinero. El grupo había llegado hasta donde yo podía situarles. Me reuní con ellos en Granada y allí acordamos dejar de colaborar tanto Javier como yo. Tenía totalmente asumido mi naturaleza independiente y les anticipé que no pondría ninguna traba a Sony Music.

      CAMBIAR A SONY DESDE DENTRO

      ANTONIO ARIAS: Había el eco de los Nirvana, y Sony quería probar y meter pasta en algo así. Y por el mismo hecho de entrar en una multinacional, tú querías demostrar lo valiente que eras y te posicionabas ante la compañía haciendo discos que para ti fueran inolvidables y para ellos… casi que también. Los de la compañía se echaban las manos a la cabeza: que si esto tiene mucha letra, que si esto tiene poca letra, que si esto no va a llegar a la gente… En el fondo, no tenían la intención de pararlo y nosotros entramos con decisión porque sabíamos que nadie nos podía imponer nada.

      Antes había esa permisividad. Nosotros no teníamos obligación de mostrar maquetas para que eligieran el repertorio. Luego las compañías ya no fueron tan permisivas y los grupos que entraban me decían, «me han elegido diez canciones y me han pedido otras veinte». Los grupos son más dóciles porque cuanto más tiempo se queden en el mismo sitio, mejor les va.

      Nosotros, si acaso, mostrábamos las canciones para que el productor guiri se hiciera una idea. Buscamos primero a Steve Brown porque había hecho el Generation Terrorists de los Manic Street Preachers. Steve Brown no podía, pero dijo que él había currado ese disco con Owen Davies. Owen había estado con XTC, los Jam… Era hijo de italiano y tenía mucho arte.

      ERIC JIMÉNEZ: Nos dieron las dietas de todo el mes para la grabación del Inercia y al día siguiente ya no teníamos nada. Estábamos con Owen Davies y nos animábamos en la piscinita del hotel con los cócteles y las cervezas. Owen tenía un poder adquisitivo superior al nuestro. Él pedía Moët Chandon y lo pagaba, pero de vez en cuando te calentabas y decías, «¡venga, pago yo la botella de Moët Chandon!». Al día siguiente, te levantabas con una resaca de puta madre, sin dinero para desayunar y decías, «¡qué he hecho!».

      ANTONIO ARIAS: Al Eric no lo dejaban salir del hotel. Habíamos dejado una cuenta de doscientas mil pesetas. No sé cómo conseguimos salir, fuimos a Sony y el Eric se tumbó encima de la mesa de la sala de juntas y les dijo, «si no pagáis

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