Pequeño circo. Nando Cruz
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ANTONIO ARIAS: Val del Omar84 aún se lo tomaron peor. Los de Sony se creían que me había inventado el personaje de Val del Omar: las fotos, las letras, los aparatos… Yo les decía, «si me pudiera inventar todo esto, esta misma tarde me iba a Hollywood y me forraba». Cuando lo grabamos, ya teníamos claro que era el último disco con Sony. Ya nos habían puesto en Kaos, un subsello para grupos freakies, y no tratabas con el A&R, sino con un secretario del A&R. Era lo último que íbamos a hacer en Sony y dijimos, «vamos a hacer lo más radical que podamos y sepamos». Era una manera de dar ejemplo, y es de las cosas de las que más contento estoy: de haber entrado en Sony y que me hayan echado por hacer unos discos que no me han permitido volver a hacer.
Pero eso no solo minaba tu confianza en ti mismo, sino que fue el momento perfecto para que Los Planetas se llevaran a Eric. Le dijeron, «ahí no te hacen ni puto caso; eso que estáis haciendo no vale un duro, te vas a cargar tu carrera…». Fue la excusa perfecta para que Eric se largase. Pero, vamos, no hay nada que no me merezca, como dice la canción de León Benavente85.
ERIC JIMÉNEZ: La vinculación de Antonio Arias con ese disco fue brutal. Fueron dos años entregado a este disco, cuando mi idea era hacer el disco como un experimento y que luego Enrique siguiera con su carrera y nosotros con la nuestra. Nuestro público no iba a entender que saliéramos con un cantaor flamenco. A Enrique tampoco, pero él se va a un teatro, canta flamenco y tiene otra vez a la gente pillada. Nosotros veníamos de ser criticados por haber fichado por una multinacional. Era peligroso.
Me fui por tensiones con Antonio y porque el grupo estaba tomando otra directriz.
ANTONIO ARIAS: Val del Omar salió cuatro meses tarde porque exigían que quitase «Celeste», la canción que cantaba Enrique. Lo exigía Sony y lo exigía Enrique, después del feo que le habían hecho. Pero yo decía que no sacaba el disco sin esa canción. Además, a mi niña la llamé Celeste.
Ahora digo, «¿cuánto vale ahora todo ese tiempo pasado con Enrique?». «Pérdidas que aguardan ganancias son caudales redoblaos», decía él. Cuando Enrique se enfrentaba con las compañías, una de las razones era la propiedad de la grabación y la autoría. Yo no lo entendía. «Si te lo gestionan todo ellos, te dan dinero y te invitan a comer, ¿para qué quieres una editorial?» Enrique me decía, «Antoñito, nosotros hacemos discos para dentro de diez años». Él ya sabía que si luego quieres reeditar un disco, no te hacen caso, se pierden los másters y no hay manera humana de acceder a ese material.
J: Morente era un artista potentísimo y con unas ideas muy claras de todo lo que estaba haciendo. Era un artista auténtico e independiente como tienen que ser todos los artistas. Si no eres independiente, no eres artista siquiera. Y eso él lo tenía claro después de mucho tiempo de pelea.
ANTONIO ARIAS: Todo lo que aprendí del rock me lo enseñó un flamenco: ese es mi resumen de los 90. Manda cojones que te lo enseñe un cantaor, pero no te lo puede enseñar cualquiera porque el rock español no tiene esa longevidad artística. Uno se desvanece por sus problemas o por lo que sea, pero no hay ese estar siempre al pie del cañón, luchando y luchando.
J: El flamenco es el indie de hace cuatro siglos. Los flamencos llevan cuatro siglos haciendo indie, una música que pertenece no solo a una cultura underground, sino que ha sido perseguida. Para defender esa cultura, los gitanos se han tenido que esconder. Hay muchas culturas contrarias a la cultura mayoritaria y el flamenco es una de ellas. El flamenco ha transmitido esa tradición desde las cuevas, sin que nadie se enterara. Por eso los flamencos han sido recelosos de la industria y de la sociedad.
ANTONIO ARIAS: Como decía Joe Strummer en un documental sobre los Clash, nosotros cometimos todos los errores de este negocio y nos inventamos tres o cuatro más. J a veces me dice, «yo me he fijado más en tus errores que en tus aciertos». Los Planetas es otro grupo que, en cuanto entró en una multinacional, empezó a dar problemas. Siempre han sido muy porculeros con la compañía. Lo mismo es por ser de Graná.
BEMBIBRE
CON LUIS CALVO (ELEFANT), MIGUEL MORÁN (FIB), MONTSE SANTALLA (ELEFANT), COVA DE SILVA (PENELOPE TRIP) E IBON ERRAZKIN (AVENTURAS DE KIRLIAN / LE MANS).
En esta localidad minera de León, situada en la depresión del Bierzo, un territorio orográficamente angosto donde en los años 80 no llegaba la onda de emisoras como Los 40 Principales, creció Luis Calvo, fundador del sello Elefant. Y a pocos kilómetros, en un pueblo de apenas treinta habitantes, nacieron los hermanos Miguel y José Luis Morán, directores del Festival Internacional de Benicàssim.
Un adolescente Luis Calvo en la buhardilla de la casa de sus padres en Bembibre. (Cedida por Luis Calvo.)
DE LA MINA AL UNDERGROUND
LUIS CALVO: Nací en Madrid en 1968. Mi padre es ingeniero de minas y mi madre, ama de casa. Mi abuelo, el padre de mi padre, era picador. Empezó a trabajar en la mina con catorce años, acabó comprando una mina en el Bierzo, hizo dinero y se fue a vivir a Madrid. Murió muy joven, de silicosis.
Mi padre nació en un pueblo al lado de Bembibre, Montealegre. Hizo la carrera en Madrid, donde conoció a mi madre, y cuando acabó la carrera se hizo cargo de la mina de mi abuelo porque era el único chico de los cinco hermanos. Y nos fuimos todos a vivir a Bembibre.
Yo soy el pequeño de cuatro hermanos. En casa siempre ha habido una gran afición musical. A mis padres les gustaba mucho la clásica, pero tenían discos de los Beatles, de los Beach Boys… Hemos chupado mucha cultura. Desde pequeños hemos ido al teatro y al cine con ellos. A mi padre le encantaba la música brasileña, el northern soul y tenía una colección de easy listening brutal. Era normal tener música sonando en casa.
Mi madre tocaba la guitarra y mi hermana, también. Eran un poco hippies y los fines de semana, cuando éramos pequeñitos e íbamos a merendar al campo, tocaban canciones de ABBA.
MIGUEL MORÁN: Nací en 1962 en San Facundo, un pueblo de unos treinta y cinco habitantes al lado de Torre del Bierzo. Somos seis hermanos. Mi hermano Jose es del 67. Entre mis hermanos y mis padres éramos el 25% del pueblo.
Mi padre era minero y se dedicaba al campo. Empezó a trabajar a los doce años en la mina y murió de silicosis, la enfermedad de los mineros. Mi madre se dedicaba a la casa y al campo. Tenían poca afición musical.
En el pueblito había una escuela, pero para los hijos de mineros con pocos recursos había unas becas del estado para estudiar interno en colegios. Desde los diez años estuve interno en Palencia, en Zamora… Con jesuitas, con salesianos… Solo volvía a casa por vacaciones. Me saturé de tanta iglesia y dejé los estudios pronto.
LUIS CALVO: Mi padre tenía un casete grabador, grababa los programas de Aplauso y los escuchábamos en el coche cuando íbamos a Madrid en Navidades o a Alicante en verano. También grababa muchas cintas. En una cinta metía a ABBA, los Beatles, Elvis, Los Ángeles, Serrat… No recuerdo que no me gustase algo. Nunca tuve ese rollo de «esto no me gusta porque lo escuchan mis padres».
Cuando salió el primer equipo compacto, con radio, casete y tocadiscos, mi padre lo compró. Estaba en el salón, pero no se podía tocar entre semana. Los sábados yo me ocupaba de limpiar el salón. Era la manera de estar cuatro horas escuchando música. El olor a Centella me trae el recuerdo de los discos de Los Pistones, Aviador Dro y todo lo que escuchaba mientras quitaba el polvo.