Explotación, colonialismo y lucha por la democracia en América Latina. Pablo González Casanova
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Entre los principales problemas que aparecen, y que caracterizan al marxismo vulgar, todos constituyen en alguna medida una vuelta a la cultura metafísica, y uno representa, además, la característica típica de las limitaciones de las ciencias de su tiempo. En principio estos problemas son los siguientes:
1. El carácter absorbente que suele tomar la relación de explotación; su desvinculación de otras relaciones y factores sociales, incluido el desarrollo de las fuerzas y producción. Aquí el error consiste en pensar que la relación de explotación es todo y explica todo. Es un típico error metafísico, que posee la vieja tradición de la causa prima, presente en todo, explicando todo, siéndolo todo.
2. La falta de especificación de la relación de explotación en distintos contextos históricos y sociales y la falta de un análisis concreto de la misma. Aquí aparecen varias formas de volver a la cultura metafísica o de quedarse en ella. Así, la dificultad de comprender los distintos mundos, universos, subconjuntos de la explotación, que ya anunciaba el sentido histórico del marxismo clásico, y que con frecuencia abandona para generalizar a partir del mundo cerrado e invariado de la metrópoli y la libre competencia. Este tipo de error corresponde al peso que tiene sobre la investigación empírica y dialéctica la noción de causa sive ratio o de causa seu ratio de Descartes y Leibniz, esto es, la idea de que hay algo determinante de la verdad de una proposición; que existe una premisa de la cual se puede inferir una proposición, un hecho del que resulta lógicamente otro hecho, y esta noción se inserta en el nivel de conocimientos científicos a que había llegado el hombre en el control de las generalizaciones, de las inferencias, cuando no existía aún la teoría de los conjuntos ni el cálculo de probabilidades propiamente dicho, ni las técnicas de muestreo con las implicaciones lógicas que tienen, ni menos la teoría de los sistemas complejos.
3. El olvido de la relación de explotación como una entidad constitutiva que explica la historia y se explica con la historia del hombre. Olvidarse de ella y volver al idealismo objetivo o subjetivo es la consecuencia más inmediata.
Pero los errores en que tiende a incurrir la nueva investigación, que la repliegan a la antigua, o la hacen quedarse hasta hoy en el siglo XIX en algunos puntos y técnicas (cuando la estructura, la historia y la ciencia son del siglo XX), pueden ser superados, en parte, integrando las novedades al gran descubrimiento de la relación social determinada y colocando ésta o buscándola en el nuevo contexto.
Si se analiza la teoría del valor trabajo en una economía en que prevalece la competencia monopolista, y se tiene presente la existencia de conjuntos de tal modo diferenciados que no resulta legítimo el hacer inferencias de uno a otro sin un estudio previo que precise el comportamiento del fenómeno en sus aspectos económicos y políticos, la sociología de la explotación surge no sólo como una posibilidad sino como una tarea necesaria. Sus hábitos de trabajo, la forma en que precisa los conceptos para medirlos y observarlos, la forma en que selecciona sus casos para comparar en forma sistemática y específica el comportamiento de las distintas variables y factores —de las relaciones concretas— pueden ser particularmente útiles en la determinación de un universo, cuyas variantes ha precisado sólo la praxis revolucionaria.
[1] Texto extraído de P. González Casanova, Sociología de la explotación, México, Siglo XXI, 111987, p. 9-34.
[2] H. Denis, Valeur et capitalisme, París, Éditions Sociales, 1957, p. 126.
[3] Ibid.
[4] A. Gramsci, II materialismo storico e la filosofia di Benedetto Croce, Torino, Einaudi, 1949, p. 124 ss.
[5] Es cierto que los autores clásicos dejaron constancia de su interés por las técnicas de campo y por los estudios matemáticos y estadísticos. Baste recordar La situación de la clase obrera en Inglaterra, del joven Engels, la formalización matemática de El capital, o el uso abundante de las estadísticas disponibles que hace Lenin en El desarrollo del capitalismo en Rusia. Pero tanto por razones de lucha ideológica contra el positivismo y el empirismo naturalista, como por las propias formas de trabajo intelectual e ideológico del marxismo, las técnicas de investigación de campo y análisis estadístico ocuparon un lugar secundario frente a las técnicas históricas, filológicas y de abstracción dialéctica. Con posterioridad tampoco se desarrollaron para el análisis de los problemas clásicos del marxismo —para el estudio de las clases, de la explotación, de las crisis políticas—. Los trabajos más significativos en el campo correspondieron a una investigación militante; los de los profesores y académicos siguieron los métodos tradicionales de la historia y la filología, y respecto al análisis cuantitativo, se orientó sobre todo a los problemas de la planificación socialista.
[6] K. Marx, El capital, México, Fondo de Cultura Económica, 1964; prólogo a la primera edición, t. I, p. xv.
[7] Cfr. S. A. Lakoff, Equality in Political Philosophy, Cambridge, Harvard University Press, 1964.
[8] Cfr. H. Alker Jr. y B. M. Russett, “On Measuring Inequality”, Behavioral Science, 9 de julio (1964), pp. 207-218.
[9] S. Siegel, Nonparametric Statistics for the Behavioral Sciences, Nueva York, McGraw-Hill, 1956, p. 23.
[10] I. M. Copi, Symbolic Logic, Nueva York, MacMillan, 1966, p. 145.
[11] M. Cotlar y C. Rato de Sadovsky, Introducción al álgebra, Buenos Aires, Editorial Universitaria, 1964, p. 87.
[12] Para un análisis más amplio, cfr. H. M. Blalock, Causal Inferences in Non-experimental Research, Chapell Hill, The University of North Carolina Press, 1964, pp. 38 y 42 ss.
[13] Cfr. infra.
[14] La bibliografía sobre medidas de influencia y poder es muy amplia. Cfr., entre otros: L. S. Shapley y M. Shubik, “A Method for Evaluating the Distribution of Power in a Committee System”, American Political Science Review, vol. 48 (1954), pp. 787-792; J. G. March, “An Introduction to the Theory and Measurement of Influence”, American Political Science Review, vol. 49 (1955), pp. 431-451; D. Cartwright, “A Field Theoretical Conception of Power”, en D. Cartwright (ed.), Studies in Social Power, Ann Arbor, Institute for Socail Itxsearch, 1959, pp. 183-220; G. Karlson, “Some Aspects of Power in Small Groups”, en J. H. Criswell, H. Solomon y P. Suppes (eds.), Mathematical Methods in Small Groups Processes, Stanford, 1962, pp. 193-202; Robert A. Dahl, “The Concept of Power”, Behavioral Science, vol. 2 (1957), pp. 201-215; J. G. March, “The Power of Power”, en D. Easton (ed.), Varieties of Political Theory, Englewood Cliffs, N. J., Prentice Hall, 1966, pp. 39-70.