Mando Principal. Джек Марс
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Pero ahora quería saber más. Ya no era suficiente matar y morir por razones que nunca le explicaban. Era posible que el suicidio de Martínez finalmente le hubiera sacudido.
Por el momento, la fuente de la mayor parte de su conocimiento era una mujer casi diez años más joven que él. Volvió a mirar a Trudy Wellington, la agente de ciencia e inteligencia, sentada una fila detrás de ellos.
Estaba vestida de forma casual con vaqueros, una camiseta azul y calcetines rosas. La camiseta tenía dos palabras cortas en el centro, con letras blancas pequeñas: “Sé Amable”. Se quitó las zapatillas cuando se subieron al avión. Estaba acurrucada con un portapapeles, una carpeta grande de archivos y un montón de papeleo. Ella estaba examinándolo todo detenidamente, marcando las cosas con un bolígrafo. Apenas había hablado desde que el avión despegó.
Sintiendo que Luke la miraba, levantó la vista, con sus grandes ojos detrás de sus redondas gafas rojas. Era hermosa.
Trudy... ¿qué pasaba dentro de esa cabeza suya?
—¿Sí? —dijo ella.
Luke sonrió. —Pensé que quizá querrías ponernos al corriente sobre lo que estamos haciendo aquí. No nos han dicho casi nada en la sesión informativa, la mayor parte eran archivos clasificados. Una vez que Don asumió la misión, dijo que tú sabrías de qué se trata cuando estuviéramos en el aire.
Ed y Swann ahora les estaban mirando.
—Y oficialmente estamos en el aire, —dijo Swann.
Luke volvió a mirar por la ventana. El sol estaba ahora detrás de ellos, el día se desvanecía hacia la nada. Dentro de unas horas, a medida que avanzaran más hacia el este, el cielo comenzaría a iluminarse. Miró su reloj. Casi las nueve en punto.
—¿Qué dices, Trudy? ¿Lista para enseñarnos, como en el colegio?
Trudy hizo un extraño saludo militar con su mano derecha. Fue horrible. Luke no miró a Ed por miedo a reírse.
—Lista, capitán.
Se puso de pie y se movió hacia el asiento delantero, para que los cuatro estuvieran juntos.
—Voy a asumir que ninguno de vosotros tiene ningún conocimiento previo de esta misión, las personas involucradas, el estado actual de nuestra relación con Rusia, o la tarea que se nos presenta, —dijo ella. —Eso puede hacer que esta conversación sea un poco más larga de lo necesario, o puede que no. Pero va a garantizar que estamos todos en la misma línea. ¿Suena bien?
Luke asintió con la cabeza. —Bien.
—Suena bien, —dijo Ed.
—Es un largo vuelo, —dijo Swann.
Trudy asintió con la cabeza. —Entonces, vamos a empezar.
Hizo una pausa, respiró hondo y miró la página que tenía delante. Luego se lanzó a su historia.
* * *
—Esta mañana temprano en nuestro horario, ayer en su horario, los rusos tomaron el sumergible de investigación estadounidense Nereus en aguas internacionales del Mar Negro. El enfrentamiento tuvo lugar a unos ciento cuarenta y cinco kilómetros al sureste del complejo de Crimea de Yalta. Sí, donde tuvo lugar la famosa reunión durante Segunda Guerra Mundial entre Franklin D. Roosevelt, Winston Churchill y Joseph Stalin.
Ed Newsam sonrió. —Un poco de historia profunda.
—¿Franklin D. Roosevelt? —dijo Swann. —El tipo que fue asesinado en, eh... ¿Denver?
Trudy sonrió. Casi pareció que se sonrojaba. Luke sacudió la cabeza y casi se rió a carcajadas. Un público exigente para una lección de historia.
—El Nereus era una presa fácil. Un destructor ruso rastreó su ubicación desde el momento en que se desvinculó de su nave nodriza. El destructor y dos barcos más pequeños de la Guardia Costera rusa convergieron sobre el Nereus. Una vez que lo tuvieron cercado, lanzaron tres batiscafos, que rodearon al Nereus y lo acompañaron a la superficie. También detuvieron a la tripulación.
—¿Quiénes son? —dijo Luke.
Trudy revisó sus archivos y puso un papel diferente en la parte superior.
—Una tripulación de tres personas. El piloto del submarino tiene cuarenta y cuatro años, se llama Peter Bolger, residencia oficial en Falmouth, Massachusetts. Graduado en la Academia Marítima de Maine, promoción de 1983. Cuatro años en la Guardia Costera, baja honorable en 1987, rango de teniente. Pasó casi una década pilotando barcos para la Institución Oceanográfica Wood’s Hole en Cabo Cod, en cooperación con numerosas facultades, universidades y acuarios. Contratado por la Investigación Internacional Poseidón en noviembre de 1996. A simple vista, es un civil que ha pasado toda su vida adulta en el agua, gran parte de ella realizando investigación. La presencia de alguien como Bolger probablemente esté destinada a darle a la IIP (Investigación Internacional Poseidón) una apariencia de realidad.
—Probablemente él sea el eslabón más débil cuando se trate de sacarlos, —dijo Luke.
Trudy asintió con la cabeza. —Según su expediente, mide un metro setenta y pesa unos ciento cuatro o ciento ocho kilos.
—¿Cómo cabe en el submarino? —dijo Swann.
Ed se encogió de hombros. —Podría ser todo músculo.
Ahora Trudy sacudió la cabeza. —No lo es. —ella levantó una foto de Peter Bolger. No tenía obesidad mórbida, pero no iba va a correr los cien metros lisos tampoco.
—Siguiente, —dijo Luke.
Trudy llevó la siguiente hoja a la cima de la pila.
—Eric Davis, estudiante de posgrado de veintiséis años en la Universidad de Hawái, con una beca de investigación para Wood’s Hole. ¿De dónde sacan estas cosas? Es un soldado de las Fuerzas Especiales de la Marina, de veintiocho años, llamado Thomas Franks. Cuerpo de Entrenamiento de Oficiales de la Reserva Naval en la Universidad de Michigan, se graduó cum laude. Se alistó en la Marina al graduarse e inmediatamente solicitó ingresar en las Fuerzas Especiales de Demolición Submarina Básica. Viajes de servicio en Afganistán e Irak, uno cada vez, así como misiones clasificadas bajo el Mando Conjunto de Operaciones Especiales. Su misión aquí era proteger a los otros dos hombres y hundir el Nereus en caso de accidente u otro contratiempo. Claramente, no hizo nada de eso.
—Claramente, —dijo Swann.
—Él es nuestro vínculo más fuerte, —dijo Luke. —Si llegamos hasta estos chicos y están vivos, estaría bien poner un arma, o varias, en sus manos. El mayor peligro con Franks es que puede diseñar prematuramente algún tipo de intento de escape por su cuenta, u obtener un arma y abrirse paso disparando. De acuerdo, el siguiente.
Trudy sacó la última hoja de papel. —Reed Smith, comandante de la misión, de treinta y seis años, —dijo. —Un fantasma, un comodín total. Su verdadera identidad y edad son Alto Secreto. No tengo, en absoluto, nada de él, aparte de que le contrataron como investigador asociado en la IIP durante los últimos seis meses. De donde vino, y sobre lo que está