Atenas y Jerusalén en diálogo. Alberto F. Roldán
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En síntesis, no queda otro camino que, como dice Juan Luis Segundo, “sumar” la filosofía a la teología, aunque ésta ya sea en sí misma intrincada y oscura, y a pesar de que al hacerlo, le agreguemos la pesada carga especulativa propia de la filosofía, que pareciera ser un “tembladeral” en el cual sus discursos aparecen y desaparecen sin dar, aparentemente, un decisivo paso adelante.60 Se trata de aceptar el desafío que planteaba el filósofo judío Franz Rosensweig: “Hoy la filosofía exige que filosofen los ‘teólogos’”.61 En lenguaje poético del filósofo John D. Caputo, se trata de:
Pensar […] la filosofía y […] la teología como diferentes momentos de una pasión común, diferentes voces en una canción común que cantamos […] Pensar […] la filosofía y […] la teología como planetas compañeros orbitando alrededor de un centro común, mantenidos por la atracción gravitacional de un secreto absoluto que se sienta en el medio mientras ellos trazan círculos concéntricos alrededor de un misterio central.62
Éste es el desafío que confrontan quienes intentan articular una teología que pretenda tener algún espacio en el ámbito de la filosofía y las ciencias sociales, y prestar, de ese modo, un servicio a la sociedad como un todo.
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1 Para un análisis histórico de la influencia de la filosofía griega en el cristianismo véanse los trabajos del filólogo y filósofo alemán Werner Jaeger: Cristianismo primitivo y paideia griega, trad. Elsa Cecilia Frost, México: fce, 1965 (undécima reimpresión: 2012) y La teología de los primeros filósofos griegos, trad. José Gaós, México: fce, 152 (octava reimpresión: 2013). En la primera obra, Jaeger expone con notable profundidad y capacidad de síntesis las influencias que la filosofía griega ejerció en el cristianismo de los primeros siglos. Prácticamente, para él, el cristianismo sin la filosofía no sería lo que conocemos en la historia. Jaeger también es autor de una obra ya clásica: Paideia (1934).
2 Aristóteles, Metafísica, trad. Hernán Zucchi, Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1978, xii, 1072b.30, p. 526.
3 Ibíd. vi.1026a, pp. 301–302.
4 Para más datos específicos de las influencias del platonismo en los primeros teólogos alejandrinos, véase la obra ya citada de Werner Jaeger: Cristianismo primitivo y paideia griega.
5 Juan Luis Segundo, ¿Qué mundo? ¿Qué hombre? ¿Qué Dios?, Santander: Sal Terrae, 1993, p. 43.
6 Ibíd.
7 E. Paolo Lamanna, Historia de la filosofía, vol. ii, El pensamiento en la Edad Media y el Renacimiento, 2.a edición, trad. Oberdan Caletti, Buenos Aires: Librería Hachete, 1960, p. 313.
8 Raimon Panikkar, “Muerte y resurrección de la teología”, http://www.servicioskoinonia.org/relat/367.htm. Accedido el 15 de febrero de 2014.
9 Hans Küng, Existe Dios. Respuesta al problema de Dios en nuestro tiempo, 4.a ediciión, trad. J. Ma Bravo Navalpotro, Madrid: Cristiandad, 1979, p. 31.
10 Ibíd., p. 68. Cursivas originales. Con respecto al propio Santo Tomás, Hans Küng lo define como un hombre medieval no sólo en la forma de concebir el mundo, sino también en cuanto a su fe. Esa perspectiva lo condujo a la subordinación de la razón a la fe, de la naturaleza a la gracia, de la filosofía a la teología y del Estado a la Iglesia. Ibíd., p. 69.
11 Nota preliminar a Manuel Kant, Crítica de la razón pura, 14.a edición, trad. Manuel García Morente y Manuel Fernández Núñez, México Editorial Purrúa, 2008, p. x.
12 Immanuel Kant, Filosofía de la historia. Qué es la Ilustración, trad. Emilio Estiú y Lorenzo Novacassa, La Plata: Terramar ediciones, 2005, p. 33. Cursivas originales.
13 Wolfhart Pannenberg ha evaluado las pruebas teístas y su deconstrucción realizada por Kant. Véase su Systematic Theology, vol. 1, trad. Geofrey W. Bromiley, Grand Rapids: Eerdmans, 1991, pp. 82–95.
14 La expresión “la cosa en sí” es, según Eduardo Shore, una de las cosas que conduce a extrañas conclusiones al no ser interpretada debidamente. Para este autor, hay dos coas de “cosas en sí”. Una, la que alude a Dios, el alma y la libertad, consideradas como “cosas en sí”, por su incognoscibilidad. La otra se refiere a las cosas que denominamos “reales”, porque su existencia es independiente de la aprehensión del sujeto. Eduardo Shore, Entender a Kant. La cosa en sí en la Crítica de la razón pura, Buenos Aires: Biblos, 2001, p. 15. Luego, citando a Heidegger, agrega: “Una cosa en sí es aquella que no nos es accesible por la experiencia como lo son las piedras, las plantas y los animales. […] Una cosa en sí es por ejemplo Dios, entendiendo aquí la palabra como la entiende Kant, en el sentido de la teología cristiana”. Martín Heidegger, La pregunta por la cosa, Buenos Aires: Alfa, 1975, p. 14, cit. en Ibíd., p. 17. Otro libro importante relacionado con el tema es Martín Heidegger, Kant y el problema de la metafísica, trad. Gred Ibscher Roth, Madrid: Editorial Nacional, 2002. Para el tema que nos ocupa, es interesante observar la perspectiva que tenía Heidegger respecto a la teología y la filosofía. Dice: “La teología es una ciencia positiva, y como tal es absolutamente diferente de la filosofía. En consecuencia, es preciso preguntarse de qué modo la teología, siendo absolutamente diferente a la filosofía, se relaciona con ésta. Se sigue de nuestra tesis que la teología como ciencia positiva es fundamentalmente más próxima a la química y a las matemáticas que a la filosofía. De este modo formulamos, en