Tormenta de guerra. Victoria Aveyard
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Tormenta de guerra - Victoria Aveyard страница 7
Me llevo una mano a la boca para ahogar una risa de sorpresa. Tengo que reconocer el enorme talento de Mare Barrow para disgustar a los Calore. ¿Será que lo planea? ¿Que no duerme mientras trama cómo confundir a Maven o distraer a Cal?
¿En realidad lo hace? ¿Sería capaz de tal cosa?
Mi primera reacción es apagar el rayo de esperanza que ilumina mi pecho, pero después permito que irradie.
Lo hizo con Maven: lo mantuvo ocupado, desequilibrado, lejos de ti. ¿Por qué no habría de hacer lo mismo con Cal?
—Usted sería entonces un buena emisaria de Norta —intento ofrecer una apariencia aburrida, poco interesada, nada ansiosa; no deseo que nadie se dé cuenta de que arrojo el hueso demasiado lejos, sabedora de que el cachorro correrá tras él. La Niña Relámpago me mira de pronto y alza un centímetro las cejas. ¡Vamos, Mare! Me alegra que nadie en este lugar pueda leer mi mente.
—No hará lo que dices, Evangeline —me reprende Cal de inmediato—. Sin afán de ofender, primer ministro, no sabemos lo suficiente de su nación…
Inclino a un lado la cabeza y parpadeo en dirección a mi prometido. Mi cabello de plata resbala sobre la armadura de escamas en mi clavícula. Por pequeño que sea, el poder que tengo ahora aviva mis sentidos.
—¿Y qué mejor forma entonces de conocer la República Libre? La Niña Relámpago será recibida como heroína, Montfort es un país nuevasangre y la presencia de Mare contribuirá a nuestra causa, ¿no es así, señor?
Fija en mí su mirada inexpresiva, con la que siento que me perfora. Ve todo lo que quieras, Rojo.
—No tenga usted la menor duda.
—¿Confiará que una Roja informe de todo lo que encuentre allá, sin adornos ni omisiones? —pregunta Anabel con incredulidad palpable—. No se confunda, princesa Evangeline; esta señorita no profesa lealtad a nadie en cuyas venas corra sangre Plateada.
Cal y Mare bajan la vista al mismo tiempo, como si evitaran mirarse uno a otro.
Levanto los hombros.
—Envíen a un Plateado con ella. ¿Acaso no podría ser Lord Jacos? —El escuálido viejo de los atuendos amarillos se sobresalta cuando escucha su nombre; tiene un aspecto deshilachado, como un paño raído—. Si la memoria no me falla, usted es un hombre de letras, ¿cierto?
—Así es —contesta en un murmullo.
Mare se endereza de repente. Pese a que sus mejillas están rojas, parece serena.
—Envíen con nosotros a quien deseen, porque iré a Montfort de todas formas; ningún rey tiene derecho a detenerme por más que quiera.
¡Magnífico! Calore se tensa en su silla. Su abuela asoma a su lado, menuda en comparación con él, aunque el parecido entre ambos destaca todavía: los mismos ojos broncíneos, anchos hombros y nariz recta; el mismo corazón guerrero y, en definitiva, idéntica ambición. Mientras ella habla, no le quita los ojos de encima, temerosa de su reacción.
—¿De modo que Lord Jacos y Mare Barrow representarán al legítimo rey de Norta junto con…?
La pulsera de él chisporrotea y escupe una llamita roja que llega lentamente a sus nudillos.
—El legítimo rey de Norta se representará a sí mismo —asegura, con la vista puesta en el fuego.
Al otro lado de la sala, Mare aprieta los dientes. Aun cuando debo hacer acopio de toda mi moderación para guardar silencio, canto y bailo dentro de mí. ¡Qué fácil fue conseguirlo!
—¡Tiberias…! —silba Anabel y él no se molesta en atenderla; la reina Lerolan no puede presionarlo. Todo esto es obra tuya, vieja tonta. Lo declaraste rey; ahora debes obedecerlo.
—Admito que poseo un poco de la curiosidad natural de mi tío Julian y mi madre —expone Cal y el recuerdo de la reina Coriane lo suaviza. Debo reconocer que no sé mucho de ella; Coriane Jacos no era un tema del agrado de Elara—. Me gustaría visitar la República Libre y descubrir si todo lo que se dice de ella es cierto —su voz se diluye; ve a Mare como si quisiera que correspondiese a su mirada, pero ella no lo hace—. Me place ver las cosas directamente.
Davidson asiente con un brillo en las pupilas y su inexpresiva máscara cae por un segundo.
—Será usted muy bienvenido, su majestad.
—¡Gracias! —Cal extingue su fuego antes de batir los nudillos sobre la mesa—. Entonces está decidido.
Su abuela frunce los labios como si hubiera comido algo muy amargo.
—¿Decidido? —ríe—. ¡Nada está decidido todavía! Debes sentar tus reales en Delphie y proclamar tu capital; conquistar territorios, obtener recursos, ganarte a la gente, atraer más Grandes Casas a tu bando…
Él no da marcha atrás.
—Necesito recursos, abuela, soldados, y Montfort los tiene.
—¡Eso es muy cierto! —dice mi padre con una voz estruendosa que despierta un viejo temor en mi corazón.
¿Le encolerizó o le agradó que yo haya causado este enredo? De niña conocí los efectos de contrariar a Volo Samos: era convertida en un fantasma, ignorada, no deseada, hasta que la inteligencia y el mérito me permitían recuperar su cariño.
Lo miro de soslayo. El rey de la Fisura se yergue en su trono, pálido y perfecto. Bajo su acicalada barba adivino una sonrisa y lanzo un silencioso suspiro de alivio.
—Una petición de boca del propio rey legítimo de Norta obrará maravillas en el gobierno del primer ministro —continúa mi padre—, lo que no podrá menos que reforzar nuestra alianza. Lo indicado es entonces que yo también envíe un emisario, en representación del reino de la Fisura.
¡Que no sea Tolly, por favor!, gime mi mente. Por más que Mare Barrow prometió que no lo mataría, no confío en su palabra, y menos aún en una circunstancia tan oportuna. Ya lo veo suceder: un accidente absurdo que es todo menos eso. Y Elane tendría que marcharse igual, como su diligente y buena esposa. Si mi padre envía a Tolly, recibiremos a cambio un cadáver.
—Te acompañará Evangeline.
Las náuseas fulminan mi alivio.
No sé si pedir otra copa de vino y vomitarlo todo a mis pies. Cada voz de las muchas que se arraciman en mi cabeza grita lo mismo:
Todo esto es obra tuya, niña tonta.
TRES
Mare
Mi carcajada resuena en las murallas orientales y sobre los campos oscuros.