Historia de una desobediencia. Aborto y feminismo. Creusa Muñoz

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Historia de una desobediencia. Aborto y feminismo - Creusa Muñoz

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ser consultadas por la revista Sur.

      Por último, otro dato sabroso y oportuno: este sondeo de opinión permitió adquirir una visión más aproximada de cómo se vivía la vida cotidiana y cultural porteña como así también de cuáles eran los ideales de emancipación femenina. Además, evidenció las condiciones de sometimiento por parte de las mujeres tanto a nivel social como religioso. Si bien para muestra, tal como reza el dicho, solo basta un botón, lo cierto es que no ha sido interés de Victoria Ocampo representar unánimemente a todas las mujeres en su conjunto. De todos modos, y por su intento, solo resta decirle ¡chapeau!

      EL SEGUNDO SEXO EN LA ARGENTINA

      En noviembre de 1972, surgió otra novedad dentro del ensayo nacional: Para la liberación del segundo sexo, libro con prólogo de Otilia Vainstok, también responsable de seleccionar los artículos escritos por teóricas y activistas feministas estadounidenses de arrolladora trascendencia internacional. En su desahogada introducción Vainstok reconocía que Rita Arditti, una bióloga argentina especializada en bioética, también participó del libro. Arditti vivía en Estados Unidos y, juntas, concibieron la idea de presentar al público argentino los principales debates del movimiento feminista norteamericano. Casi todas las autoras de este libro reivindicaban, a pesar de sus diferencias, la conquista por la despenalización del aborto. Probablemente, las circunstancias no habían madurado tanto como para que la decisión de interrumpir voluntariamente un embarazo tomase la trascendencia que adquirió con el tiempo en nuestro país. No obstante, fueron estas amazonas las que tiraron la primera piedra con suficiente garra como para derribar a Goliat.

      Por lo pronto, en los textos recopilados para preparar este ensayo, surgieron preguntas que se repitieron en la publicación respecto de la elección de abortar. Por ejemplo: ¿por qué la atención se centra casi exclusivamente en la responsabilidad de la muchacha?; o bien ¿cómo ha ocurrido que el mito de los sentimientos de culpa después del aborto se haya expandido tanto y sea fácilmente aceptado por las propias mujeres?; o ¿esa aflicción es inducida también por los médicos? Mientras, otras autoras subrayaban la magnitud de valoración del control sobre sus propios cuerpos y la negativa a someterse a juicios ajenos a su voluntad; sin que faltara a la cita la convocatoria a una huelga de vientres. En resumen, la pujanza original de los escritos que componen Para la liberación del segundo sexo sirvió de faro y de dique de contención a las tantas indignadas que buscaban escapar de la opresión por el cuestionamiento de ese lugar apartado en el que se las había mantenido a lo largo de la historia.

      En cuanto a Vainstok, su prologuista, había sido una entusiasta observadora del clima de resistencia de los movimientos sociales del Norte, en particular del feminismo y de los negros por la conquista de los derechos civiles. Evidentemente, durante su estadía en el exterior habrá participado o presenciado intervenciones de un alto voltaje desempeñadas por aquellas díscolas feministas. En efecto, su obra puso a disposición de las ávidas lectoras argentinas los detalles en torno al agitado clima de batalla en el que se habían sumergido las estadounidenes por sancionar una ley sobre el aborto voluntario. A partir de su apuesta militante en el MLM, Vainstok presentaba el siguiente cuadro de situación: “Esperamos que el conocimiento de estos escritos feministas norteamericanos aliente a las mujeres argentinas para analizar su condición dentro de nuestra sociedad”. (16) Hablaba también de las características del feminismo del Norte, de esa época que incluyó a las estudiantes, amas de casa, empleadas, obreras, blancas, negras, chicanas y portorriqueñas. Todas trabajaban en torno a la opresión en que vivían y elaboraron sus propias estrategias de intervenciones públicas.

      En su introducción el libro desarrolla la categoría de sexismo para abordar la diferenciación clásica entre los estereotipos binarios femeninos y masculinos. De esta manera, deriva en “la exigencia de la legalidad del aborto, de la educación sexual en las escuelas y de la instrucción sobre el uso de métodos anticonceptivos para que todos cumplan dos funciones. Por un lado, reclamar el derecho de la mujer a decidir si desea o no tener hijos, lo cual le permite optar por una carrera o por la acción política. Por el otro, señalar la opresión sexual y psicológica que ejerce el sistema patriarcal”. (17) Vainstok manifestaba una abierta admiración por aquellas activistas comprometidas en la lucha por la liberación de sus congéneres. Evidentemente, durante su estadía habrá participado o presenciado intervenciones de gran efervescencia. Esta científica no perdía de vista que en el país del Norte la investigación académica se integraba a la acción política, promoviendo resultados transformadores tanto en lo privado como en lo público.

      Por último, queda pendiente hablar de Ediciones de la Flor. El título atrapante de la publicación lo ideó Daniel Divinsky, a quien le sobraba imaginación para apostar a que este libro se divisara como la continuación del de Simone de Beauvoir. De acuerdo con el testimonio de Kuki Miller, responsable ejecutiva de la editorial junto con Divinsky, el preparado y la cocción de Para la liberación del segundo sexo fue más o menos el siguiente: “Nosotros siempre estuvimos abiertos a proyectos innovadores, sea en la literatura como en el ensayo, por más que no hubiese un público cautivo. Si no me equivoco Otilia tardó más de un año en darle forma a su idea inicial. También fue la que se encargó de conseguir el material, relacionarse con las autoras y pedir la autorización correspondiente para ser reeditado”. Miller cuenta que en realidad el libro no constituyó una ganancia económica ni un éxito comercial, aunque esa no era su intención ya que el objetivo consistía en contribuir a instalar la problemática. En fin, tampoco se llevaron a cabo presentaciones ni críticas en la prensa gráfica, con excepción de la que realizó La Opinión. Asimismo, llama la atención que aún hoy se conozca en escasos circuitos esta publicación de vanguardia respecto a debates que no están saldados y a otros que establecieron genealogías y devinieron guías para la acción inmediata del movimiento feminista en nuestro país una década más tarde.

      Entre los artículos elegidos se encontraban nombres glamorosos que aún están presentes en el legado feminista. De una u otra manera, ellas, con sus plumas y protestas radicales, todas integrantes del MLM estadounidense, contagiaron el fermento de estallido contra la tiranía del régimen heteropatriarcal y su anhelo de inminente destrucción del orden.

      LAS MUJERES DICEN BASTA

      Firmado por las feministas Mirta Henault y Regina Rosen, el 4 de agosto de 1972 apareció en las librerías de Buenos Aries el primer libro publicado por Ediciones Nueva Mujer, bajo la responsabilidad económica de Pedro Sirera (editor de la obra completa del historiador Milcíades Peña). Su título tenía la contundencia de un eslogan sumamente famoso en Estados Unidos: Las mujeres dicen basta. Cuando el historiador se suicidó, su oficina quedó vacía. Su viuda, Regina Rosen, decidió ocuparla y la invitó a Henault para que la acompañase. Allí, juntas, empezaron a leer la correspondencia que Peña recibía. Llegaban revistas, libros y publicaciones de todas partes del mundo y muchas de ellas reproducían textos de teóricas feministas. Históricamente, el trotskismo internacional –en especial el estadounidense y el francés– dudaba de que su ejercicio intelectual y su lucha fueran concebibles si no se ampliaban las fronteras de sus debates. En ese contexto, se pensó la cuestión del compromiso revolucionario combinado con una articulación progresiva de temáticas, lecturas y referentes ya fuera del movimiento feminista como del de las minorías sexuales. Razón por la cual estas dos intrépidas exploradoras ligadas también al trotskismo, descubrieron el arca de Noé, que estaba al alcance de sus manos. Tanto una como otra tenían afinados sus oídos para escuchar el llamado de sus pares feministas a intervenir en el combate.

      Las mujeres dicen basta contiene tres capítulos: el primero, “La mujer y los cambios sociales. La mujer como producto de la historia”, escrito por Mirta Henault; el segundo, “El trabajo de la mujer nunca se termina”, de la canadiense Peggy Morton; por último, “La mujer”, de la argentino-cubana Isabel Larguía. A decir verdad, los artículos y libros que desfilaban en el Buenos Aires de entonces no siempre partían de escrituras de pluma propia. Aunque sí hubo una excepción: el primer capítulo de este libro representó un ensayo sin habérselo propuesto como tal. En esos años, Henault cuenta que “la habían

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