Antología. José Carlos Mariátegui

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Antología - José Carlos Mariátegui Biblioteca del Pensamiento Socialista

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fascista de Montecitorio debía funcionar el Parlamento antifascista del Aventino. Había que llevar a sus últimas consecuencias políticas e históricas el boicot de la Cámara. Pero esta era, franca y neta, la vía de la revolución. Y el bloque del Aventino no es revolucionario. Se siente y se proclama normalizador. La invitación comunista no pudo, pues, ser aceptada. El bloque del Aventino se contentó con plantear la famosa cuestión moral: la oposición aventiniana rehusaba volver a la Cámara mientras ejerciesen el poder, cubiertos por el voto de su mayoría, los hombres sobre quienes pesaba la responsabilidad del asesinato de Matteotti, responsabilidad que, bajo un gobierno fascista, la justicia se encontraba coactada para esclarecer y examinar.

      Mussolini respondió a esta declaración de intransigencia con una maniobra política. Envió a la Cámara un proyecto de ley electoral. En la práctica parlamentaria italiana este trámite precede y anuncia la convocatoria a elecciones políticas. ¿Se abstendrían también los partidos del Aventino de concurrir a las elecciones? El bloque se ratificó en su intransigencia. Insistió en la tacha moral. La prensa de oposición publicó un memorial de Cesare Rossi, escrito por este antes de su arresto, en el cual el presunto mandante del asesinato de Matteotti acusa a Mussolini. La tacha estaba documentada. Pero la dialéctica de la oposición reposaba en un equívoco. La cuestión moral no podía dominar la cuestión política. Tenía, antes bien, que suceder lo contrario. La cuestión moral era impotente para decidir al fascismo a marcharse del gobierno.

      Mussolini se lo recordó a la oposición en su acre discurso del 3 de enero en la Cámara. El preámbulo de su discurso fue la lectura del art. 47 del Estatuto de Italia que otorga a la Cámara de Diputados el derecho de acusar a los ministros del Rey y de enviarlos ante la Alta Corte de Justicia. “Pregunto formalmente” –dijo– “si en esta Cámara o fuera de aquí existe alguien que se quiera valer del art. 47”. Y, luego, con dramática entonación, reclamó para sí todas las responsabilidades del fascismo. “Si el fascismo” –declaró–

      no ha sido sino óleo de ricino y cachiporra, y no una pasión soberbia de la mejor juventud italiana, ¡a mí la culpa! Si el fascismo ha sido una asociación de delinquir, bien, ¡yo soy el jefe y el responsable de esta asociación de delinquir! Si todas las violencias han sido el resultado de un determinado clima histórico, político y moral, bien, ¡a mí la responsabilidad, porque este clima histórico, político y moral lo he creado yo!

      Y anunció, enseguida, que en cuarenta y ocho horas la situación quedaría aclarada. ¿Cómo ha cumplido su palabra? En una manera tan simple como notoria. Sofocando casi totalmente la libertad de prensa. La oposición, privada casi de la tribuna de la prensa, resulta perentoria y rudamente invitada a tornar a la tribuna del Parlamento. En el Aventino se prepara ya el retorno a la Cámara.

      En un reciente artículo de la revista Gerarchia, titulado “Elogio a los gregarios”, Mussolini revista marcialmente las peripecias de la batalla. Polemiza con la oposición. Y exalta la disciplina de sus tropas. “La disciplina del fascismo” –escribe– “tiene verdaderamente aspectos de religión”. En esta disciplina reconoce “el ánimo de la gente que en las trincheras ha aprendido a conjugar, en todos los modos y tiempos, el verbo sagrado de todas las religiones: obedecer” y “el signo de la nueva Italia que se despoja una vez por todas de la vieja mentalidad anarcoide con la intuición de que únicamente en la silenciosa coordinación de todas las fuerzas, a las órdenes de uno solo, está el secreto perenne de toda victoria”.

      Aislado, bloqueado, boicoteado, el fascismo deviene más beligerante, más combativo, más intransigente. La oposición liberal y democrática lo ha devuelto a sus orígenes. El ensayo reaccionario, libre del lastre que antes lo entrababa y enervaba interiormente, puede ahora cumplirse en toda su integridad. Esto explica el interés que, como experiencia histórica, tiene para sus contemporáneos la batalla fascista.

      Giovanni Gentile, poseído de la fiebre de su facción, exagera ciertamente. En el Aventino no ha prendido aún la llama religiosa. Menos aún ha prendido, ni puede prender, en Giolitti. Giolitti y el Aventino representan el espíritu y la cultura demoliberales con todo su escepticismo, con todo su racionalismo, con todo su criticismo. La lucha presente devolverá al espíritu liberal un poco de su antigua fuerza combativa. Pero no logrará que renazca como fe, como pasión, como religión. El programa del Aventino y de Giolitti es la normalización. Y por su mediocridad, este programa no puede sacudir a las masas, no puede exaltarlas, no puede conducirlas contra el régimen fascista. Sólo en el misticismo revolucionario de los comunistas se constatan los caracteres religiosos que Gentile descubre en el misticismo reaccionario de los fascistas. La batalla final no se librará, por esto, entre el fascismo y la democracia.

      [1] En julio de 1912 Mussolini irrumpió como líder político en el Congreso del Partido Socialista. Meses después, conquistaba la dirección del Avanti!, el periódico partidario. [N. de E.]

      [2] Mariátegui alude al sorpresivo episodio de ocupación y creación del Estado Libre de Fiume (en la actual ciudad croata de Rijeka) entre 1919 y 1920 por parte de un ejército irregular que lideraba el escritor italiano Gabriele D’Annunzio. Italia reclamaba esa y otras zonas de las costas del Adriático, negadas en el teatro de negociaciones posbélicas de Versalles. La “aventura de Fiume” concitó gran atención de la prensa mundial, y espoleó a la opinión pública nacionalista y protofascista. [N. de E.]

      [3] Referencia al aceite de ricino, sustancia que los grupos fascistas obligaban a tomar a sus enemigos para que “purgaran” sus ideas. [N. de E.]

      [4] Asamblea Constituyente, surgida de la reunión del Consiglio degli Ottimi y el Consiglio dei Provvisori del Parlamento de Fiume. [N. de E.]

      [5] Véase “Poetas nuevos y poesía vieja”.

      [6] La denominada “marcha sobre Roma” fue el asalto al poder del movimiento fascista en octubre de 1922. [N. de E.]

      [7] El asesinato del líder socialista Giacomo Matteotti en 1924 representó una escalada en la represión

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