Antología. José Carlos Mariátegui
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Antología - José Carlos Mariátegui страница 19
![Antología - José Carlos Mariátegui Antología - José Carlos Mariátegui Biblioteca del Pensamiento Socialista](/cover_pre631846.jpg)
[8] Alusión a Petrarca (es el final de “Italia mia, benché…”, Canzoniere, 128). [N. de E.]
[9] La batalla de Vittorio Veneto, ocurrida en 1918, marcó el triunfo de Italia sobre el Imperio Austro-Húngaro en las postrimerías de la Primera Guerra Mundial. [N. de E.]
[10] Kurt Suckert se haría célebre con el seudónimo Curzio Malaparte. [N. de E.]
[11] La separación en 1924 del fascista Francesco Giunta del alto cargo que ocupaba en el Parlamento incentivó el accionar del brazo más radical del movimiento. [N. de E.]
[12] El Directorio militar fue un órgano de gobierno instituido en 1923, en la primera etapa de la dictadura de Primo de Rivera en España. [N. de E.]
[13] Alusión al Tartarín de Tarascón del escritor francés Alphonse Daudet. [N. de E.]
[14] Es una variación a partir de Mateo 10,34. [N. de E.]
Hechos e ideas de la Revolución Rusa
Trotski
Trotski no es solo un protagonista, sino también un filósofo, un historiador y un crítico de la Revolución. Ningún líder de la Revolución puede carecer, naturalmente, de una visión panorámica y certera de sus raíces y de su génesis. Lenin, verbigracia, se distinguió por una singular facultad para percibir y entender la dirección de la historia contemporánea y el sentido de sus acontecimientos. Pero los penetrantes estudios de Lenin no abarcaron sino las cuestiones políticas y económicas. Trotski, en cambio, se ha interesado además por las consecuencias de la Revolución en la filosofía y en el arte.[15]
Polemiza Trotski con los escritores y artistas que anuncian el advenimiento de un arte nuevo, la aparición de un arte proletario. ¿Posee ya la Revolución un arte propio? Trotski mueve la cabeza. “La cultura” –escribe– “no es la primera fase de un bienestar: es un resultado final”. El proletariado gasta actualmente sus energías en la lucha por abatir a la burguesía y en el trabajo de resolver sus problemas económicos, políticos, educacionales. El orden nuevo es todavía demasiado embrionario e incipiente. Se encuentra en un período de formación. Un arte del proletariado no puede aparecer aún. Trotski define el desarrollo del arte como el más alto testimonio de la vitalidad y del valor de una época. El arte del proletariado no será aquel que describa los episodios de la lucha revolucionaria; será, más bien, aquel que describa la vida emanada de la revolución, de sus creaciones y de sus frutos. No es, pues, el caso de hablar de un arte nuevo. El arte, como el nuevo orden social, atraviesa un período de tanteos y de ensayos. “La Revolución encontrará en el arte su imagen cuando cese de ser para el artista un cataclismo extraño a él”. El arte nuevo será producido por hombres de una nueva especie. El conflicto entre la realidad moribunda y la realidad naciente durará largos años. Estos años serán de combate y de malestar. Solo después que estos años transcurran, cuando la nueva organización humana esté cimentada y asegurada, existirán las condiciones necesarias para el desenvolvimiento de un arte del proletariado. ¿Cuáles serán los rasgos esenciales de este arte futuro? Trotski formula algunas previsiones. El arte futuro será, a su juicio, “inconciliable con el pesimismo, con el escepticismo y con todas las otras formas de postración intelectual. Estará lleno de fe creadora, lleno de una fe sin límites en el porvenir”. No es esta, ciertamente, una tesis arbitraria. La desesperanza, el nihilismo, la morbosidad que en diversas dosis contiene la literatura contemporánea son señales características de una sociedad fatigada, agotada, decadente. La juventud es optimista, afirmativa, jocunda; la vejez es escéptica, negativa y regañona. La filosofía y el arte de una sociedad joven tendrán, por consiguiente, un acento distinto de la filosofía y del arte de una sociedad senil.
El pensamiento de Trotski se interna, por estos caminos, en otras conjeturas y en otras interpretaciones. Los esfuerzos de la cultura y de la inteligencia burguesas están dirigidos principalmente al progreso de la técnica y del mecanismo de la producción. La ciencia es aplicada, sobre todo, a la creación de un maquinismo cada día más perfecto. Los intereses de la clase dominante son adversos a la racionalización de la producción; y son adversos, por ende, a la racionalización de las costumbres. Las preocupaciones de la humanidad resultan, sobre todo, utilitarias.
El ideal de nuestra época es la ganancia y el ahorro. La acumulación de riquezas aparece como la mayor finalidad de la vida humana. Y bien. El orden nuevo, el orden revolucionario, racionalizará y humanizará las costumbres. Resolverá los problemas que, a causa de su estructura y de su función, el orden burgués es impotente para solucionar. Consentirá la liberación de la mujer de la servidumbre doméstica, asegurará la educación social de los niños, libertará al matrimonio de las preocupaciones económicas. El socialismo, tan motejado y acusado de materialista, resulta, en suma, desde este punto de vista, una reivindicación, un renacimiento de valores espirituales y morales, oprimidos por la organización y los métodos capitalistas. Si en la época capitalista prevalecieron ambiciones e intereses materiales, la época proletaria, sus modalidades y sus instituciones se inspirarán en intereses e ideales éticos.
La dialéctica de Trotski nos conduce a una previsión optimista del porvenir del Occidente y de la Humanidad. Spengler anuncia la decadencia total de Occidente. El socialismo, según su teoría, no es sino una etapa de la trayectoria de una civilización. Trotski constata únicamente la crisis de la cultura burguesa, el tramonto[16] de la sociedad capitalista. Esta cultura, esta sociedad, envejecidas, hastiadas, desaparecen; una nueva cultura, una nueva sociedad emergen de su entraña. La ascensión de una nueva clase dominante, mucho más extensa en sus raíces, más vital en su contenido que la anterior, renovará y aumentará las energías mentales y morales de la humanidad. El progreso de la humanidad aparecerá entonces dividido en las siguientes etapas principales: Antigüedad (régimen esclavista); Edad Media (régimen de servidumbre); capitalismo (régimen del salario); socialismo (régimen de igualdad social). Los veinte, los treinta, los cincuenta años que durará la revolución proletaria, dice Trotski, marcarán una época de transición.
¿El hombre que tan sutil y tan hondamente teoriza es el mismo que arengaba y revistaba al Ejército Rojo? Algunas personas no conocen, tal vez, sino al Trotski de traza marcial de tantos retratos y tantas caricaturas. Al Trotski del tren blindado, al Trotski ministro de Guerra y generalísimo, al Trotski que amenaza a Europa con una invasión napoleónica. Y este Trotski en verdad no existe. Es casi únicamente una invención de la prensa. El Trotski real, el Trotski verdadero, es aquel que nos revelan sus escritos. Un libro da siempre de un hombre una imagen más exacta y más verídica que un uniforme. Un generalísimo, sobre todo, no puede filosofar tan humana y tan humanitariamente. ¿Os imagináis a Foch, a Ludendorff, a Douglas Haig en la actitud mental de Trotski?
La ficción del Trotski marcial, del Trotski napoleónico, procede de un solo aspecto del rol del célebre revolucionario en la Rusia de los sóviets: el comando del Ejército Rojo. Trotski, como es notorio, ocupó primeramente el Comisariato de Negocios Extranjeros. Pero el sesgo final de las negociaciones de Brest-Litovsk lo obligó a abandonar ese ministerio. Trotski quiso que Rusia opusiera al militarismo alemán una actitud tolstoiana: que rechazase la paz que se le imponía y que se cruzase de brazos, indefensa, ante el adversario. Lenin, con mayor sentido político, prefirió la capitulación. Trasladado al Comisariato de Guerra, Trotski recibió el encargo de organizar el Ejército Rojo. En esta obra mostró Trotski su capacidad