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—Bueno, pues yo lo restableceré todo. Me haré cargo.
—¿Cómo?
—No te preocupes por eso.
—De todas formas —continuó Louis—, seguro que ahora que has vuelto su idea de venderla cobrará más sentido.
—Pero no vamos a venderla.
Los dos hermanos menores se miraron.
—No me digáis que vosotros también queréis venderla. Louis, tú podrías volver y vivir conmigo. Podemos compartirla.
—A mí no me mires. Me gusta vivir aquí.
—Yo soy feliz en la nueva casa —prosiguió Zane—. Es muy grande. Estoy segura de que, si lo pides, te arreglarán la habitación de invitados.
—¿Qué te hace pensar que me gustaría vivir con Derek? O a él conmigo...
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Cuando por fin se despidieron, Jake no podía creer cómo había cambiado todo. Su hermano estaba independizado y compartiendo piso con un chico de lo más extraño. Zane salía con Peter Pitt y, además, se había mudado a Valley Street con la familia de Derek. De repente, justo cuando Zane estaba a punto de cerrar la puerta, se acordó de algo. O, mejor dicho, de alguien.
—Zane, ¡espera! —le dijo.
Se acercó a ella corriendo y salió antes de cerrar la puerta tras de sí. Pitt estaba también allí, contemplando la escena.
—Espérame en el coche —le pidió Zane a Pitt.
Se alegró de que su hermana entendiera la situación. Una vez a solas, preguntó por ella.
—Louis me dijo que Arabia se había mudado a California.
—Sí, a Los Ángeles.
—¿Cuánto hace que se marchó?
—Mmmm... Bastante, la verdad. La echo mucho de menos.
—¿Por qué se fue?
—¿De verdad lo quieres saber? —Su hermana lo miró de una forma que no supo qué significaba realmente. Jake asintió para que le dijera de una vez por todas qué era aquello que ni Louis ni ella parecían querer confesar—. Conoció a alguien —dijo al fin.
Jake se metió las manos en los bolsillos y resopló, dejando que sus pulmones se vaciasen por completo. Era de esperar, y además era lo que él mismo había supuesto, pero ahora que por fin sus sospechas se habían confirmado no sabía exactamente cómo se sentía.
—Ya. Lo suponía.
—Aguanta esto un momento —continuó Zane, le colocó su enorme carpeta en los brazos y sacó papel y boli de su bolso—. Te daré su teléfono, espera.
Su hermana escribió los números correspondientes y arrancó la hoja de la pequeña libreta.
—Habla con ella, ¿quieres? —añadió después de que él recogiera el papel.
—Sí, lo haré.
—Hazlo, Jake.
Zane dio por concluida la conversación y comenzó a bajar para reunirse con Pitt, que la esperaba en un coche marrón con la pintura bastante estropeada. Jake la observó mientras se alejaba de él, tratando de asimilar las noticias. Su hermana se giró antes de entrar en el vehículo, levantó la mano y la agitó para despedirse. Él hizo el mismo gesto desde donde estaba.
—¡Cómo me alegro de que estés de vuelta! —le gritó.
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Zane subió al coche, nerviosa. Incluso le temblaban las piernas. Pitt se quedó mirándola un poco y luego arrancó. Esperó unos minutos antes de decirle nada.
—Te ha preguntado por Ari, ¿verdad?
—Sí.
—¿Y se lo has contado?
Ella sabía exactamente a qué se refería.
—Quería saber cuándo y por qué se mudó. Yo le he dicho que conoció a alguien, y luego le he dado su teléfono para que la llame.
—¿Y crees que lo hará?
—Eso espero.
Estaba segura de que Pitt no iba a mencionar nada más sobre aquel asunto, así que ella continuó hablando:
—Sigo pensando que la decisión que tomó de marcharse de aquí no era porque no la quisiera —dijo para autoconvencerse—. Simplemente tenía que alejarse, como otras veces. —Se quedó en silencio reflexionando sobre ello y sobre lo feliz que estaba de haberlo visto de nuevo. Entonces se acordó de algo—: A propósito, ¿Jake se acostó con tu hermana?
—Eh... —Aquello había pillado totalmente por sorpresa a Pitt, lo sabía—. Quiero creer que no. Es complicado.
—Estamos hablando de algo que ocurrió hace años en el Dix. Estoy segura de que es complicado.
—Pero preferiría no hablar de ello. Ya conoces a mi hermana, y son sus cosas. A mí no me gusta ir por ahí contando los asuntos de los demás.
—Sí, lo sé. No pasa nada.
Ya le preguntaré a ella cuando tenga oportunidad, pensó.
Zane no insistió más porque sabía cómo era Pitt y no quería molestarlo. Bostezó, cosa que le hizo percatarse de la hora. Eran más de las once y media. Sabía que Emily seguiría despierta a pesar de lo tarde que era, porque era después de que los niños se durmieran cuando ella aprovechaba para estudiar un poco. Sabía que no era buena guardando secretos, su reputación la precedía, pero iba a tener que esforzarse para no mencionar la repentina aparición de Jake.
Se imaginó la cara de sorpresa que pondrían cuando lo vieran dos días después, y sonrió.
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Louis sacó del armario un juego de sábanas para su hermano. Había decidido quedarse en el sofá y, a pesar de que lo invitó a meter el mueble en su habitación, él dijo que no hacía falta, así que no discutió. Sabía que tarde o temprano él mismo se convencería de que era la mejor opción cuando Robert apareciese medio borracho a prepararse algo de comer, sin compañía en el mejor de los casos.
—Ni siquiera cabes en el sofá —observó Louis.
—He estado durmiendo varios días en mi camioneta. Me las arreglaré.
—Como quieras, aunque si la cosa se alarga podemos comprar otro colchón.
—No se alargará. Me iré a casa en cuanto hable con Derek.
Miró con incredulidad a su hermano. Estaba claro