Verdad y perdón a destiempo. Rolly Haacht

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Verdad y perdón a destiempo - Rolly Haacht

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      Antes de que el chico pudiese decir nada más, lo cogió por el brazo y entró con él. Se acercó a la mesa y, entonces sí, empezaron las presentaciones.

      —Jake, este es Pitt —anunció su hermana—. Y Pitt, mi hermano Jake.

      Se pusieron uno enfrente del otro.

      —¿Qué hay, Jake?

      —Pitt. —Jake correspondió a su saludo, tajante.

      Zane se puso un poco nerviosa ante la reacción cortante que su hermano acababa de tener. No parecía demasiado contento.

      —Hacía mucho que no te veía —le dijo.

      —Sí, mucho.

      Luego se volvió hacia ella.

      —Habríamos adelantado mucho si me hubieses dicho que se trataba de Peter Pitt.

      —Pero entonces no habría sido tan divertido.

      —Créeme, no es divertido. —Zane se dio cuenta de que su hermano estaba molesto de verdad, aunque no entendía bien sus motivos. Pitt le sostuvo la desafiante mirada un poco más, pero al final fue el primero en retirarse—. ¿Puedo preguntar cuándo y dónde os conocisteis?

      Ahí radicaba todo el problema. Jake lo relacionaba exclusivamente con el Dix76.

      —Puedes hacerte una idea de cuándo lo vi por primera vez —dijo Zane—. Aunque no fue hasta dos años después que volvimos a coincidir. Él trabajaba en una cafetería del centro comercial y, si tienes más preguntas, será mejor que nos sentemos.

      Zane y Pitt ocuparon el sofá de mimbre, Louis se recostó sobre uno de los sillones andrajosos, así que solo quedaba otro con el mismo aspecto para Jake, que decidió coger una de las sillas de la cena y la acercó para sentarse junto al resto. Zane pensó que había sido la elección más inteligente, conociendo de primera mano el estado de aquel apartamento.

      —Aunque lo parezca, el sillón no va a morderte ni nada por el estilo —le dijo Louis.

      —Por si acaso, me sentaré aquí.

      —Tú mismo.

      Louis continuaba fumando y Zane no dejaba de alternar la vista entre Jake y Pitt.

      —Supongo que ahora que sales con mi hermana puedo preguntarte un par de cosas —le dijo.

      —Sí, claro. ¿Qué quieres saber?

      —Bien, pues... me gustaría saber a qué te dedicas ahora, cuánto hace que dejaste el Dix y de dónde procede tu familia. A propósito, ¿cuántos años tienes?

      —Yo diría que eso son más de un par de cosas, Jake —apuntó ella.

      Pitt tomó aire y habló por fin:

      —A finales de este año me graduaré en Educación y a la vez estoy trabajando en un bar de carretera llamado Wondy’s.

      —¿También estudias eso?

      —Sí.

      Jake asintió con la cabeza, instándole a continuar.

      —Dejé el Dix después del verano del ochenta y seis. No me enorgullezco de haber trabajado allí, pero sin ese trabajo jamás habría podido matricularme en la universidad. Ahora mismo tengo veinticinco años.

      —¿Y tu familia?

      —¿Qué es lo que quieres saber?

      Zane se dio cuenta de que Pitt puso cara de exasperación, y no sin motivo.

      —¿Te molesta la pregunta?

      —Lo siento, pero es que tengo la sensación de que el hecho de que tenga los ojos rasgados supone que no soy un simple ciudadano americano como cualquier otro.

      —Oye, estás saliendo con mi hermana, así que creo que no es ningún disparate querer saber de dónde vienes, porque lo único que conozco de ti es precisamente tu hermana. Y eso no me dice demasiado.

      —¿Conoces a su hermana? —preguntó Zane.

      —Sí —respondieron ambos al unísono.

      —Me la presentó un día en el Dix —continuó Jake tratando de dar por zanjado el tema.

      —¿El Dix no es ese sitio donde se va a follar?

      La intervención de Louis los pilló a todos desprevenidos. Tanto que se quedaron en silencio, incluida Zane.

      —¿Qué pasa? ¿Esperabais que no lo conociera? Se sabe de sobra la fama de ese lugar... Además, Robert trabaja allí algunas veces. —Louis se levantó y se dirigió a la nevera—. Deberíais alegraros de que lo conozca. No es un sitio al que ir cuando no se tiene ni idea de lo que se puede encontrar. ¿Alguien quiere una cerveza?

      —¿Quieres una? —le preguntó Jake a Pitt.

      —No, gracias. Tengo que conducir para llevar a Zane a casa.

      —Pues yo sí que necesito una. Pásamela.

      Louis le lanzó un bote que cogió al vuelo, aunque tuvo que utilizar ambas manos.

      —Debisteis de pasarlo muy bien frecuentando ese lugar, y ya ni te digo trabajando en él.

      —No —volvieron a decir ambos.

      —Oye, nuestros asuntos allí eran muy diferentes —se defendió Jake.

      —Claro. —Louis quitó la anilla de su lata, le hizo el gesto de brindar con él y bebió el primer trago—. Lo que pasa en el Dix, se queda en el Dix.

      Zane tomó la palabra con intenciones de cambiar de tema.

      —Creo que es un buen momento para preguntarte qué es lo que vas a hacer ahora que estás de vuelta.

      —Todavía no lo he pensado.

      —¿Dónde vas a dormir?

      —Mi idea era quedarme en casa. Ya sabes, nuestra casa. Pero no tengo llave, así que será genial si vosotros...

      —No tenemos llave —le comunicó Louis—. Derek es el único que guarda todos los juegos.

      —¿Por qué?

      —Porque ya no la usamos, ¿recuerdas? Puedes quedarte aquí hasta que encuentres otra cosa.

      —¿Hasta que encuentre otra cosa?

      —Vayamos por partes. —Louis se incorporó para aclarar el asunto—. Puedes quedarte el tiempo que quieras. Lo que quiero decir es que no sé si aguantarás todo lo que te gustaría teniendo en cuenta que mi compañero hace más vida de noche que de día, y que la mayoría de su vida nocturna es en el salón.

      —Le pediré una llave a Derek.

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