Historia de la Brujería. Francesc Cardona

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Historia de la Brujería - Francesc Cardona Colección Nueva Era

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a dos viejas hechiceras, que vivían en los alrededores de Roma. Mientras el pobre joven dormía lo transformaron en asno y como, a pesar de la metamorfosis, conservó la inteligencia humana, ganaron mucho dinero exhibiéndolo y haciéndole mostrar sus habilidades. Finalmente, lo vendieron a un precio muy elevado a un rico vecino que se había encaprichado con el extraordinario asno, pero le recomendaron que no lo bañara en agua. Durante mucho tiempo el asno-joven siguió cautivando a todos, pero un día se zambulló en un estanque y recobró su anterior forma. Habiendo escuchado el papa León IX con atención y aconsejado por Pedro Damián, con el precedente del Asno de Oro de Apuleyo (s. II d. C.), pensó que la historia era posible y castigó a las hechiceras.

      Leyendas germánicas y eslavas

      Si los germanos primitivos tenían en una gran consideración a las mujeres, poseían, por el contrario, un gran temor por las hechiceras.

      El rey danés más o menos legendario Frothon III, del que se dice que vivió en tiempos de Cristo, parece que tenía en su corte a una hechicera dotada de grandes cualidades. Su hijo tenía una gran fe en el poder de su madre hasta el punto de que un día se propusieron los dos robar los tesoros del rey que ya era viejo. Conseguido el botín, ambos se escondieron en un lugar muy apartado. El rey que no tenía un pelo de tonto, decidió ir en su busca. Cuando la bruja percibió la llegada del monarca convirtió a su hijo en toro. El monarca, cansado se sentó y entonces contempló al majestuoso animal sin reparar que de pronto este lo embistió y lo dejó muerto.

      A finales del siglo VII ocurrió la muerte de un jefe bohemio llamado Krok que dejó tres hijas. La mayor Kazi o Brelum era gran experta en plantas medicinales; la segunda, Tecka, utilizaba las artes de la adivinación así como los sortilegios. Era infalible descubriendo los hurtos que cualquiera realizara y el lugar en donde había escondido el botín. La menor Libussa poseía el don de adivinar el futuro y era la más poderosa de todas. Gracias a sus artes, los bohemios eligieron como rey a Przemislao con el que se casó. Aventuró la grandeza de Praga y tras una vida gloriosa murió.

      Pero entonces, las mujeres, que se habían habituado a mandar, no se resignaron a volver a ser siervas de los hombres y encontraron una jefa llamada Wlasca que las reunió y les dijo:

      Nuestra señora Libussa gobernó este reino mientras vivió. ¿Por qué no he de hacerlo yo, unida a vosotras? Ninguno de sus secretos se me resiste y las artes adivinatorias de su hermana Tecka tampoco, así como la medicina que sabía Kazi porque fui su servidora durante muchos años. Si queréis aliaros conmigo y ayudarme, seguro que dominaremos a los hombres.

      Las mujeres prorrumpieron en vítores aclamándola como su líder. Acto seguido tomaron un brebaje preparado por Wlasca que les hizo aborrecer a sus maridos, hermanos y amantes y a todo lo que oliera a sexo masculino. La mayoría de los hombres fueron exterminados y el propio rey Przemislao fue sitiado en su castillo durante siete años hasta que, como era también un experto mago, se sacudió el yugo y derogó las al parecer estrafalarias leyes que habían impuesto las mujeres.

      En otra ocasión el rey escocés Duff (2ª mitad del s. X) cayó enfermo, y tras las averiguaciones pertinentes se descubrió que unas hechiceras tenían sometida a fuego lento una imagen de cera, retrato del rey (Así pues le hacían una especie de vudú). Destruida la imagen y castigadas las mujeres, el rey recuperó la salud.

      En la Galia o Francia Merovingia en el año 578, la reina Fredegunda perdió un hijo. Muchos de sus súbditos dieron que en ello habían intervenido brujas que entroncaban con las antiguas druidesas galas dirigidas por el prefecto Mummolo (aborrecido por la reina). Las brujas confesaron tras ser sometidas a tormento y además se declararon culpables de otros crímenes. El lector comprenderá qué pasó con ellas y con el prefecto. Pero Fredegunda, cruel como pocas reinas eliminó a su hijastro Clovis acusándolo de haber hecho lo propio con otros dos de sus hijos, ayudada también por una bruja y ella misma preparaba sus maleficios.

      En el año 743 Childerico III publicó un edicto condenando a los autores de sortilegios, augurios, encantamientos y pócimas, mayoritariamente del género femenino.

      Francia y la época Carolingia

      (2º mitad del s. VIII - s. X)

      En el sínodo de Paderborn, convocado por Carlomagno en 785, se prescribe pena de muerte no contra las brujas, sino contra quienes engañados por el demonio y siguiendo paganas costumbres, creen en brujas y las conducen a la hoguera. Aunque en sucesivos edictos la pena alcanzó también a quienes hicieran figuras de personas con fines malévolos, invocaran a los diablos, usaran filtros amorosos, turbaran los aires, excitaran las tempestades, hicieran morir los frutos de la tierra, retiraran la leche de los animales domésticos y fabricaran amuletos y talismanes. Todos eran condenados a muerte.

      Carlos el Calvo, en el año 873 dio otra capitular en Quierzy-sur-Oise, en la que se establece pena de muerte contra los convictos de brujería y el Juicio de Dios contra los sospechosos.

      A veces se levantaron voces argumentando que se estaba exagerando, como en el caso del arzobispo Agobardo de Lyon (779 - 840) que criticó a los que creían que había seres humanos capaces de desencadenar tempestades y hechiceros que echando polvos mágicos podían agostar campos, secar fuentes y matar ganados. Pero estas voces eran minoría y clamaron en el desierto.

      Así en el Sexto Concilio de París del año 829 se dice:

      Existen otros males muy perniciosos que son, con seguridad, restos del paganismo como la magia, el sortilegio, el maleficio o envenenamiento, la adivinación, los encantamientos o hechizos y las conjeturas que se deducen de los sueños. Males que deben ser severamente castigados según la ley de Dios. Pues está fuera de duda que hay gente que por los prestigios e ilusiones del demonio pervierte de tal modo a los espíritus humanos por medio de filtros, alimentos y encantamientos que parecen volverlos estúpidos e inaccesibles a los males que les hacen padecer. Se dice también que esta gente puede turbar el aire con sus maleficios, enviar granizos, predecir el futuro, quitar a uno los frutos y la leche para dárselos a otros y realizar una infinidad de cosas semejantes. Si se descubre a algunas personas de esta clase, hombres o mujeres, se les debe castigar tanto más rigurosamente cuanto que estos tienen la malicia y la temeridad de no asustarse ni temer públicamente al demonio.

      Sin embargo, la opinión de Agobardo continuó también vigente tal como la vemos en una capitulatio sajona del año 789, por la que se condena a los que crean en las brujas y sobre todo a los que tengan como cierto que pueden comerse a seres humanos, llegándose a la pena capital por estos desatinos. Como máximo, se menciona simplemente la expulsión para la bruja y no es mucha la pena considerando que eran guías de los normandos que deseaban invadir las tierras anglo-sajonas.

      Papas como Gregorio II, León VII y Gregorio VII insistieron en la prohibición de semejantes prácticas, pero no hablaron de penas para los presuntos, sino instándoles a que hicieran penitencia.

      En la ya citada penitencial del arzobispo de Worms Burchard (1008 - 1012), además de los sortilegios que se realizaban la noche de fin de año, se habla de la magia relacionada con el hilado y el tejido que reflejan canciones populares catalanas como La Balanguera misteriosa que teje para mañana la tela de nuestra vida, canción que fue conservada en el folklore y que en la actualidad ha sido tomada como himno de la Comunidad de Baleares.

      Más graves eran los tejemanejes de las mujeres que utilizaban los sortilegios para que sus rebaños y sus panales de abejas fueran tan productivos como los de los vecinos y todavía más lo eran las acciones de las mujeres iniciadas en las ciencias diabólicas que realizaban maleficios con las huellas de las personas para provocarles enfermedades e incluso la muerte.

      Capítulo II: Siglos XII y XIII,

      se gesta la ofensiva contra las

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