Historia de la Brujería. Francesc Cardona

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Historia de la Brujería - Francesc Cardona Colección Nueva Era

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Tomás de Aquino y el Talmud

      Resulta curioso que el doctor supremo de la Iglesia Católica y los doctores de la ley mosaica coincidan en sus apreciaciones sobre la brujería y sean en cierto modo, el desencadenante de las persecuciones que sucedieron singularmente a partir de finales del siglo XIII.

      Santo Tomás de Aquino (1225 - 1274) escribió: La fe católica quiere que los demonios sean algo, que pueda dañar mediante sus operaciones, e impedir la cópula carnal. Se ha de proscribir la idea de que son puras fantasmagorías las que asustan a los hombres cuando se habla de magia, como idea que revela poca fe.

      Los doctores de la ley mosaica de la época talmúdica recordaban el versículo 18 del capítulo XXI del Éxodo, a saber: “La hechicera no dejará que viva, añadiendo que las mujeres son dadas a la hechicería, cuantas más mujeres, más hechicería. El delito que merecen es la pena de muerte por lapidación”.

      Pero entre los cristianos se prefirió el castigo de la hoguera por aquello de la purificación y las llamas del Infierno...

      La primera mujer que por

      bruja fue enviada a la hoguera

      Al parecer, la primera mujer condenada por bruja que sintió consumirse sus carnes entre las llamas purificadoras y ejemplares de la hoguera fue una tal Angie y el martirio aconteció en la ciudad francesa de Tolón, precisamente el año de la muerte de Santo Tomás.

      Angie tenía más de cincuenta años, era viuda y de condición pobre. Fue acusada de tener relaciones de todo tipo con Satanás; en especial, contactos sexuales (suponemos que también de todo tipo), pero que tuvieron como consecuencia natural el nacimiento de un niño monstruoso, descrito en el proceso “como un ser vivo híbrido, dotado de una poderosa cabeza de lobo y largo y escamoso rabo de serpiente”. Solo su tronco y extremidades fueron en apariencia de niño normal y decimos, en apariencia, porque sus exigencias vitales llegaban al extremo de necesitar alimentarse con la carne y la sangre de otros niños. La bruja madre tuvo que robar y asesinar otros bebés para alimentar a su querido engendro, hasta que fue descubierta y procesada.

      El Tribunal que juzgó a Angie era conocedor del tema y los recursos legales a su alcance para conseguir el objetivo de llevar a la procesada hasta la hoguera.

      Magia, brujería y herejía

      Ya en aquella época los tres fenómenos se encontraban tan amalgamados con los asuntos de la fe, hasta el extremo de que ya era imposible en la práctica una separación, entre otras cosas, por el interés de las propias autoridades civiles y religiosas. Tan perseguida como la herejía, a la que se añadían cuestiones políticas, la brujería y su práctica mágica se había escondido como aquella en la clandestinidad y habían terminado, de una forma natural, por mezclarse. Los denominados herejes, participaron, supuestamente en muchos casos de las prácticas mágicas de la brujería, que alcanzaron hasta órdenes militares como Los Templarios, y las brujas asumieron también plenamente su condición de herejes. Curiosamente, las primeras condenadas fueron motivadas por acusaciones de herejía y, ciertamente, aunque su desarrollo fuera paralelo, las causas y los fines estaban muy alejados los unos de los otros.

      En el siglo XIX el historiador y poeta romántico francés Michelet escribe que en la época medieval, plagada de horrores, injusticias y arbitrariedades, la bruja fue la consecuencia natural de la desesperación del pueblo que encontró en ella la única defensora contra sus males físicos y morales. Es la bruja quien crea a Satán y el poder religioso y civil les mueve en aras de la supervivencia del orden establecido. El fortalecimiento de ambos peligros se produce a lo largo de los siglos XIV, XV y sucesivos, en periodos de angustia y de catástrofes.

      Autores hay también que vieron en la represión de la brujería un abuso por parte del Pontificado, inventor para su provecho del Satanismo. La polémica continúa en pie entre los que defienden la realidad de los hechos malignos atribuidos a las brujas y los que creen que fue un gigantesco abuso judicial.

      Por otra parte, para la mentalidad de multitud de tribus actuales con unas creencias similares a las de la Edad Media, cualquier acontecimiento que en la actualidad lo atribuyamos a la mala suerte, sería consecuencia directa de algún embrujamiento protagonizado por algún espíritu maligno (magia maléfica o hechicería), de los muchos que revolotean en torno al ser humano, sin más objetivo que el tratar de hacerle daño.

      Del mago médico bueno,

      a la bruja mala

      En el pasado más remoto, los conceptos de magia, religión y medicina son difícilmente separables. Con el paso de los siglos el mago se transformaría en un simpático personaje de los cuentos de hadas, alcanzando en nuestra época el cine, o un hombre sabio escudriñador del firmamento. En la actualidad, la magia con truco se ha relegado a los escenarios para distracción de todos. Nadie tendrá la locura de denunciar al mago que extrae un conejo de un sombrero de tener un pacto con el diablo.

      El brujo de tiempos remotos que por medio del conocimiento de las hierbas tuviera éxito en aliviar una dolencia sería bien reconocido y él tendría gran interés en guardar el secreto para continuar su triunfo. Incluso acompañaría la preparación del jarabe de toda la parafernalia posible y así se haría más misterioso.

      Con la llegada de la Edad Media y según la difícil coyuntura histórica, se extendió la idea de que las brujas requerían solamente la intervención de las fuerzas del mal, personificadas en el demonio y como rebeldía contra el establishment de la época: Iglesia y autoridades civiles. La misión de la mujer de ayudar a conseguir buenos partos a las embarazadas o asegurar mejores cosechas queda atrás, aunque excepcionalmente se dediquen a ello. Naturalmente, el cambio de mentalidad de la sociedad frente a ellas, por ser maligno, era reprobable a todas luces.

      Y fue sobre todo a partir de la Baja Edad Media cuando tuvo lugar un recrudecimiento de la represión de todo lo mágico, sin disyuntiva posible, la magia brujeril era magia negra y tenía pactos con el diablo. Cualquier persona considerada bruja, debía de ser exterminada y hasta esta cacería indiscriminada alcanzó a los pobres alquimistas cuyos experimentos eran más de este mundo.

      Todos cayeron en el mismo saco de la herejía y esto era más que reprobable exterminable. Si contemplamos una composición artística de la época en pintura o escultura, en la parte superior veremos a Dios y sus ángeles. Siguen hacia abajo en líneas horizontales, los santos y los justos, a continuación, los simples mortales y en la parte inferior se halla Satanás y todo su ejército infernal compuesto por réprobos y malignos. Los artistas pintaron o esculpieron esta concepción mitológica del mundo terreno, supra e infra terreno y no olvidaron representar como los del infra mundo, con actitudes grotescas que en la actualidad nos mueven a risa, tienen los ojos puestos en escalar las alturas.

      Con este bagaje concluimos lo que decíamos al principio, las religiones y las autoridades se sintieron amenazadas y al denunciar las creencias erróneas las adornaron con toda clase de aberraciones de forma que en la concepción de la brujería de la época hay más mitología que realidad (aunque no dejarán de ser herejías ante la doctrina ortodoxa). Sin olvidar que las confesiones se obtuvieron casi siempre tras horribles tormentos, amén de las nada santas intenciones de los acusadores.

      Capítulo III: Siglos XIV y XV,

      la brujería llega a su apogeo

      hasta bien entrado el siglo XVIII

      Lo prohibido alcanza las altas cunas

      Como en el don Juan Tenorio de Zorrilla: “Yo a los palacios subí, yo a las cabañas bajé...”. Ninguna clase social de la época se libró de

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