Historia de la Brujería. Francesc Cardona

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Historia de la Brujería - Francesc Cardona Colección Nueva Era

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a su servicio.

      Se describe con todo detalle el mecanismo con el que el demonio se apoderaba del espíritu de la mujer:

      Satanás en persona, que se transforma en ángel de luz cuando, mediante la infidelidad, la pérdida de la fe, se apodera del espíritu de una mujer y la subyuga, se transforma en imágenes y semblanzas de personas diversas y engaña al espíritu que tiene cautivo, presentándole en sueños, cosas tristes, cosas alegres, personas conocidas, personas desconocidas y la persona que ha perdido la fe, cree que todo esto presentado en la imaginación acontece en la realidad. Por lo tanto hay que anunciar públicamente que el que cree en estas cosas y en otras semejantes pierde la fe, y el que no la tiene bien orientada, no es sino del diablo.

      En el Directorium emerge con gran claridad la imagen de la mujer entregada al demonio, con supuestos poderes especiales sobre las personas y las cosas, dotada de la facultad de viajar por el aire por la noche y de inspirar miedo a quien caiga bajo su influencia: la futura clásica bruja. Es necesario hacer notar que el texto no contiene ninguna alusión al maleficio, a la potestad de hacer mal. Se recalca sobre todo, la desviación de la fe que por sugestión diabólica experimenta el espíritu de la bruja. La persecución moderna de la bruja se originaba en el miedo de los males que supuestamente podían causar. Aquí se pone de relieve la desgracia en que cae la mujer a raíz de la pérdida o desviación de la ortodoxia. Se inclina por la debilidad del género femenino más vulnerable que el masculino a la sugestión diabólica, no en vano Eva es la que había caído en el Paraíso Terrenal a la tentación de la manzana. Primero se vio la bruja como una desgraciada, después como peligrosa. Pero en ambos puntos de vista, por influencia del demonio, la mujer se había desviado de la ortodoxia y había que castigarla.

      Aymerich clasifica a las brujas en tres categorías:

      1ª Las que dan a los demonios un culto divino, sacrificando, postrándose, cantando oraciones, encendiendo cirios, quemando incienso, etc.

      2ª Las que se limitan a darle un culto como a los santos o a la Virgen, mezclando los nombres de los demonios con los de los santos, en las letanías, rogando que los demonios les hagan de mediadores ante Dios.

      3ª Las que invocan a los demonios trazando figuras mágicas, colocando un niño en medio del círculo, utilizando una espada, un espejo, etc.

      Aymerich distinguía a las que se dirigían al demonio diciendo “te mando”, “te ordeno”, “te exijo”. Consideraba entonces que la herejía no era bien patente, mientras que si lo hacían diciendo “yo te lo ruego”, “te pido”, etc. era manifiestamente herético porque las palabras eran de oración y llevaban implícito la adoración. En la actualidad semejante matiz semántico nos parece de una extrema nimiedad, pero entonces no.

      Los teólogos distinguían dos clases de pactos, el primero, profesión tácita o pacto privado, por el cual se prometía obediencia a Satán, sirviendo una bruja de intermediaria; el segundo profesión expresa o pacto público solemne, que se efectuaba, bien durante la celebración de un sabbat ante todos los presentes o firmando con sangre un compromiso escrito con Satán. Fue esta forma la que desencadenó la persecución general contra las brujas, una guerra que duraría casi tres siglos, provocando innumerables víctimas.

      Las persecuciones de Pedro de Berna

      Tuvieron como epicentro Suiza, convirtiéndola durante la mayor parte del siglo XV en un río de sangre sin distinción de sexo, sobre todo, en la diócesis de Lausana. A las mujeres se les atribuía toda clase de sortilegios amatorios, en los que entraban como ingredientes habas y testículos de gallos, se les atribuía actos de antropofagia (invención de los inquisidores) y también raptos de niños, para cocerlos en calderas y fabricar ungüentos con las partes más sólidas y con las líquidas llenar botellas u otros recipientes que bebían para alcanzar el magisterio entre las brujas cuyo conjunto era tenido por una secta execrable.

      Sin embargo, las durísimas persecuciones no terminaron con la brujería que se extendió por todo Alemania hasta el punto de que el papa Inocencio VIII hubo de promulgar una bula (¡otra más!) Summis desiderantes affectibus en la que se manifestaba:

      En toda Alemania, cierto número de personas del uno y otro sexo, olvidando su propia salud y apartándose de la fe católica, se dan a los demonios íncubos (hijos de un diablo en forma de varón y una mujer) y súcubos (hijos de un diablo en forma de mujer y un varón) y por sus encantos, hechizos, conjuros, sortilegios, crímenes y actos infames, destruyen y matan el fruto del vientre de las mujeres, ganados y otros animales de especies diferentes, destruyen las cosechas, las vides, los huertos, los prados y pastos, los trigos, los granos y otras plantas y legumbres ; atormentan y afligen con males atroces a los seres humanos sin que las mujeres puedan concebir y los hombres engendrar; con boca sacrílega reniegan de la fe que han recibido en el Santo Bautismo, no temen cometer y perpetrar, a instancias del enemigo del género humano, otros muchos excesos y crímenes abominables con peligro de sus almas, desprecio de la Divina Majestad y peligroso escándalo de muchos.

      La Inquisición y la caza de brujas en Europa

      El martillo de las brujas

      El Malleus Maleficarum o Martillo de las brujas fue obra de dos hermanos predicadores: Enrique Institor (Kraemer) y Jacob Sprenger, quienes a instancias del arzobispo de Estrasburgo fueron comisionados por el papa para realizar una campaña singular en la Europa Central contra las brujas, cuya actuación recopilaron por escrito en forma de enorme código, impreso por primera vez hacia 1486.

      El Malleus Maleficarum tuvo un enorme éxito y se reimprimió muchas veces hasta fines del siglo XVII e incluso en la época presente ha salido a la luz en versiones alemana e inglesa para los estudiosos.

      Consta de tres partes, basándose en que las acciones brujeriles eran reales, así como su pacto con el diablo, y no productos de una ensoñación en estado de vigilia. Por eso en la primera parte que se divide en diecisiete capítulos se afirma taxativamente la realidad de la colaboración con el demonio de la que únicamente pueden seguirse maleficios. Se ratifica la existencia de los denominados íncubos y súcubos que quizás hayan tenido mucho que ver en el nacimiento de las brujas, divididos en categorías. Los cuerpos celestes intervienen también en la multiplicación de los encantamientos que son en su mayor parte obra de mujeres, sobre todo los relativos a la vida sexual. Por medio de ellas el diablo incita al odio o al amor, impide la potencia generadora y el acto carnal provocando en el varón una sensación de castración.

      Las brujas pueden convertir a los hombres en animales. Los autores apoyan sus asertos en muchas obras y ejemplos de la época (Haría falta hacer una interpretación objetiva e imparcial de estas).

      En la segunda parte del Malleus se explica en dieciséis capítulos hasta dónde llega el poder de las brujas, así como la forma de combatir y destruir sus malas obras.

      Para sus autores tanto los brujos como las brujas son tenidos como miembros de una secta. Señalan varias formas de ingreso, sencillas o solemnes. El demonio recibe en persona el acatamiento, después de la abjuración. Admiten una forma privada. Para conseguir seguidores, en especial, femeninos, les insufla un tedio especial, las tienta o las corrompe.

      Poderes de las brujas según el Martillo

      Existe una parte del Malleus muy descriptiva y pintoresca, en la que se describe la supuesta ciencia maléfica de las brujas, glosada con curiosos ejemplos. Comienza hablando de la capacidad de volar por los aires untadas con grasa de niños y de cabellos en escobas.

      Refutación

      Todo el

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