Historia de la Brujería. Francesc Cardona

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Historia de la Brujería - Francesc Cardona Colección Nueva Era

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de las denominadas misas negras, a las que más adelante, nos referiremos extensamente.

      Capitulo IV: La brujería en España

      Al tratar sobre la brujería española nos encontramos con una especie de determinismo geográfico que distingue la brujería de la zona húmeda: meigas gallegas, sorguiñas vascas, brujas pirenaicas a las que añadiremos las bruixes catalanas y la brujería de la zona de secano que comprende a las hechiceras castellanas cuyo mayor representante sería la Celestina, aragonesas, andaluzas y extremeñas. Comenzaremos nuestro recorrido como las borrascas atlánticas: por Galicia.

      Las meigas gallegas

      Se ha escrito hasta la saciedad que Galicia es una tierra fértil para la brujería. A ello ha contribuido la estructura rural y marinera que se conservó hasta la segunda mitad del siglo XX, mientras la revolución industrial transformaba la faz de la Europa occidental. Estadísticas nos hablan de que en 1960 todavía el 76% de la población gallega se dedicaba a las labores del campo y del mar.

      Aunque desgraciadamente cada vez quedan menos campesinos o pescadores gallegos que recuerden historias de las meigas o de diablos, de un pasado que casi fue ayer, no han desaparecido las feiticeiras o curanderas del mal de ojo (como las fetilleras catalanas) en las parroquias más recónditas del bellísimo terruño gallego, y hasta se sigue hablando de poseídos por el demonio que van a buscar su curación a algún santuario.

      En la Edad Media tales historias se denominaban exempla (ejemplos) ingeniosos y divertidos para hacerlos más comprensibles al pueblo llano, tal como las recopiló en gallego el propio rey Alfonso X el Sabio en el siglo XIII.

      Nuevamente hemos de repetir el dicho gallego de que “en la actualidad nadie cree que existan las meigas, pero haberlas haylas”.

      Una meiga arrepentida

      Recoge una leyenda que en los tiempos en que Jesús predicaba entre nosotros vivía una meiga muy famosa por sus artes brujeriles. Se llamaba Comba y como de sus artes sabía todo y más y, naturalmente, Jesús también, resultó que cierto día llegaron a conocerse (no importa dónde, si a orillas del Jordán o del Sil). Jesús le preguntó a dónde se dirigía y ella le contestó, sin ambages: “A dedicarme a mi mal oficio”. Entonces Jesús le replicó: “Enmeigar, enmeigarás, pero no meu reino non entrarás”.

      Comba recapacitó y arrepintiéndose de sus gordísimos pecados consiguió la gracia del Señor, que a pesar de todo, la perdonó. Cuentan que en su memoria se erigió una iglesia en Ourense, Santa Comba de Bande que todavía se conserva en estilo visigótico y prueba la mezcla de carácter sacro y profano de las leyendas antiguas.

      Características del demonio gallego

      En Galicia, junto al Satanás malvado y siniestro, príncipe de las brujas, perseguido por la Inquisición, es creencia popular que existen otros demonios socarrones y divertidos, no del todo malos y hasta débiles, pues un pobre labriego con un poco de astucia sale airoso de ellos. El demonio posee en región histórica una gran variedad de nombres: demoño, democho, demoro, demóncaro, demoncre, demontre, demonche, demachino, dencho, déngaro, denllo, deño, diancre, diaño, diancho, diabro y diabo. Conserva los nombres propios de Lucifer, Luzbel y Belcebú. Perello, Perete o Perechose utilizan tanto para el diablo como para el trasgo (duende). Para evitar pronunciar su nombre, pues alguien puede creer que se toma como una invocación, se le conoce como Enemigo, Pecado, Maldito, Cornudo, Rabudo y Abelurio (persona molesta), Cachán (con el carácter de mujeriego) y Xuncras (como eufemismo de Judas).

      El Padrenuestro de las meigas

      Pai sodes noso escolhido

      Para vos a gloria do.

      Pai sodes noso soleante

      Para a gloria vos a dar.

      Pai sodes noso no xardín

      Para a gloria nos a dar.

      Amai vós este meu corpo

      Para vosa alma consolar.

      Amén.

      Padre sois nuestro escogido

      Para la gloria daros

      Padre sois nuestro soleante

      Para la gloria daros.

      Padre sois nuestro en el jardín

      Para la gloria darnos,

      Amad vos este mi cuerpo

      Para vuestra alma consolar.

      Amén.

      Como se llega a meiga

      Como en tantos otros países, según los gallegos, las brujas nacen y se hacen. Adquiere esa condición la mujer que por voluntad propia, acude a una reunión de brujas en compañía de una madrina o protectora y recita el padre nuestro citado.

      También llega a bruja la mujer que con ese fin da la mano a otra veterana en trance de muerte. En general las brujas son hijas de brujas. Es decir, la brujería se trasmite por herencia. Voluntarias o por nacimiento, las brujas reciben el poder del diablo. Se les reconoce por la señal que les marca en el ojo, un sapo o las patas les tiñe de amarillo azafrán las cejas, las marca con una uña en cierta parte del cuerpo y con la sangre vertida les hace reconocer en una cédula su dependencia en cuerpo y alma.

      Al igual que las demás, las brujas gallegas han de besar el trasero de su amo, con esta acción simbolizan su acatamiento.

      Historia del zapatero fisgón

      Había una vez un zapatero que sospechaba de una de sus vecinas como practicante de la brujería, pues aunque la mujer intentaba taparse la cara, hiciera frío o calor, con el mantón que llevaba, en cierta ocasión dejó al descubierto el ojo izquierdo con una innegable marca de una pata de sapo.

      El zapatero que era muy osado, deseoso de averiguar toda la verdad, la víspera de San Juan a medianoche se ocultó en la cocina de la meiga para fiscalizar todos sus movimientos. Así observó como aquella cogía de dentro de un armario un cuenco de barro y tras desnudarse se untó con un ungüento que se hallaba en el recipiente y acto seguido salió volando por la chimenea a caballo de una escoba.

      Entonces el zapatero hizo lo propio y así mismo voló hasta donde lo había hecho su vecina. Allí asistió a una reunión de brujas que en círculo y por turno iban dando un beso en el trasero al cabrón.

      El valiente remendón no deseaba ser descubierto y cuando llegó su turno, en lugar de besarle le clavó la lezna. El demonio pegó un horrible aullido mascullando: “¡Carallo, qué buenos dientes tienes!”.

      Atributos de las meigas

      Coinciden con los de su jefe: poseen cuernos, se las asocia con la tierra, con el aire enrarecido y con el humo en Galicia, son generalmente viejas, (lo cual no impide que puedan presentarse, según convenga, jóvenes y lozanas) nocturnas, negras, pestilentes, engañadoras y envidiosas. Por regla general, al igual que en otras partes, el carácter femenino de la brujería hace que predominen las brujas sobre los brujos.

      En algunas aldeas se creía que eran los curas los únicos que podían verles los cuernos cuando al decir las misas en latín se volvían al pueblo para decir: “Dominus vobiscum”.

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