Ética promiscua. Dossie Easton

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Ética promiscua - Dossie Easton UHF

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preguntamos, ¿hay algún mérito en ser difícil?

      Mitos sobre los putones

      Uno de los retos que se encuentra el putón con ética es la insistencia de nuestra cultura en que, si algo «lo sabe todo el mundo», obviamente debe ser verdad. Te animamos a mirar con escepticismo cualquier frase que comience por «Todo el mundo sabe que...» o «El sentido común nos dice que...» o «Es sabido que...». A menudo esas frases son la señalización de sistemas de creencias culturales que pueden ser antisexuales, monogamocéntricos, y/o codependientes. El cuestionar «lo que todo el mundo hace» puede ser difícil y desconcertante, pero también nos ha resultado muy gratificante. Cuestionar las cosas es el primer paso para crear un nuevo paradigma, tu propio paradigma sobre cómo debes ser.

      Los sistemas de creencias culturales pueden estar muy profundamente enraizados en literatura, leyes y arquetipos, lo que significa que ser capaz de debilitarlos desde tus propios valores puede ser complicado. Pero el primer paso para explorarlos es, por supuesto, reconocerlos. Así que aquí están algunos de los mitos dominantes que hemos oído toda nuestra vida y que hemos llegado a entender que muy a menudo son mentira y destructivos de nuestras relaciones y nuestras vidas.

      Mito nº 1: Las relaciones monógamas a largo plazo son las únicas relaciones reales.

      La monogamia para toda la vida como ideal es un concepto relativamente nuevo en la historia del ser humano y nos convierte en algo único entre los primates. No hay nada que se pueda conseguir en una relación monógama a largo plazo que no se pueda conseguir sin estar en ella. Asociarse para crear una empresa, el apego profundo, cuidar de manera estable de la prole, el crecimiento personal, el cuidado y la compañía al envejecer están todas entre las habilidades del putón.

      Las personas que creen en este mito pueden sentir que tienen un problema si no están en una pareja a largo plazo, si prefieren seguir siendo autónomas, si se descubren a sí mismas amando a más de una persona a la vez, si han intentado una o más relaciones tradicionales que no funcionaron. En lugar de cuestionar el mito, se cuestionan a sí mismas: ¿Estoy incompleta? ¿Dónde está mi otra mitad? El mito les enseña que, estando solas, no son lo suficientemente buenas. A menudo, la gente desarrolla una visión muy poco realista de lo que es estar en pareja: su media naranja resolverá automáticamente todos sus problemas, cubrirá todas las carencias, llenará su vida.

      Un subgrupo de este mito es la creencia de que, si realmente te has enamorado, perderás automáticamente el interés por otras personas; por lo que, si tienes sentimientos sexuales o románticos hacia otra persona que no sea tu pareja, no estás enamorado de verdad. Esta creencia ha costado la felicidad de muchas personas durante siglos, aun siendo mentira hasta el punto del absurdo: un anillo en el dedo no provoca una anestesia de los genitales.

      Y debemos preguntarnos, si la monogamia es la única opción aceptable, la única forma de amor verdadero, ¿son esos acuerdos realmente consensuados? Tenemos muchas amistades que han elegido ser monógamas y lo aplaudimos. Pero, ¿cuántas personas en nuestra sociedad hacen esa elección de manera consciente?

      Mito nº 2: El amor romántico es el único amor auténtico.

      Echa un vistazo a la letra de canciones conocidas o lee alguna poesía clásica: las frases que elegimos para describir el amor romántico no suenan demasiado agradables. Loca de amor, el amor duele, obsesión, desengaño... son todas descripciones de enfermedades mentales o físicas.

      A lo que se le llama amor romántico en nuestra cultura parece ser un embriagador cóctel de lujuria y adrenalina, avivado con incertidumbre, inseguridad, quizás incluso enfado o peligro. El escalofrío que nos baja por la columna vertebral que reconocemos como pasión es, de hecho, el mismo fenómeno físico que el erizamiento de los pelos en la espalda de un gato y está causado por el instinto de lucha o huida.

      Este tipo de amor puede ser emocionante e incontenible y a veces muy divertido, pero no es el único tipo «real» de amor, ni es siempre una buena base para una relación en curso. Como señaló George Bernard Shaw: «Cuando dos personas están bajo la influencia de la más violenta, insensata, ilusoria y efímera de las pasiones, se les pide que juren que se mantendrán en ese estado excitado, anormal y agotador continuamente hasta que la muerte les separe».

      Mito nº 3: El deseo sexual es una fuerza destructiva.

      Este proviene del Jardín del Edén y lleva a muchos casos de desquiciante doble moral. Algunas religiones parece que creen que la sexualidad de la mujer es maligna y peligrosa, y que solo existe para arrastrar al hombre a la perdición. De la época victoriana hemos tomado la idea de que, cuando se trata de sexo, los hombres son voraces y depredadores sin remedio, y se espera de las mujeres que los controlen y civilicen siendo puras, asexuales y puritanas. Los hombres son el acelerador y la mujer el freno, lo que nos parece que es bastante duro para el motor. A nosotras no nos funciona nada de esto.

      Muchas personas también creen que el deseo sexual sin vergüenza, en particular el deseo por más de una persona, inevitablemente destruye la familia; pero sospechamos que muchas más familias han sido destruidas por amargos divorcios por adulterio que por una no monogamia ética y consensuada.

      Preferimos escuchar a nuestro deseo con una mente abierta y a partir de ahí tomar decisiones sobre cómo actuar.

      Mito nº 4: La única manera moralmente aceptable de tener sexo es dentro de una relación a largo plazo.

      Un viejo dicho afirma que los hombres tienen relaciones para tener sexo y las mujeres aceptan tener sexo para tener relaciones. Creer ese despropósito lleva a creer que el sexo es como dinero intercambiado por seguridad financiera y física, aceptación social y otras ventajas tradicionalmente otorgadas a quienes han alcanzado el estado culturalmente impuesto del vínculo de largo plazo. Si crees este mito, es probable que te parezca inmoral y socialmente destructivo el sexo por diversión, por placer o para explorar, o para cualquier otra cosa que no sea para reforzar la unión de dos personas.

      Mito nº 5: Amar a alguien significa que está bien controlar su comportamiento.

      Este tipo de razonamiento territorial está pensado, creemos, para hacer que la gente se sienta segura, pero no creemos que nadie tenga derecho, y mucho menos la obligación, de controlar el comportamiento de otra persona adulta.

      El que nos traten como dicta este mito no nos hace sentir más seguridad; nos hace sentir furia. El antiguo razonamiento «¡Oh, está celosa, debo importarle de verdad!», o la escena en que la chica se enamora cuando el chico noquea al pretendiente rival, son síntomas de unos límites personales muy trastornados que pueden acarrear mucha infelicidad.

      Mito nº 6: Los celos son inevitables e imposibles de superar.

      Los celos son, sin ninguna duda, una experiencia muy común, tanto que a la persona que no siente celos se la ve como un poco rara, o que se está negando a aceptar la realidad. Pero a menudo la situación que causaría unos intensos celos a una persona puede no ser algo tan importante para otra.

      Algunas personas sienten celos cuando su pareja bebe de la Coca-Cola de alguien; otras observan felices cómo su pareja se despide para irse un mes de escapada amorosa con una de sus amistades a la parte más remota del país.

      Alguna gente cree también que los celos son una emoción tan terrible que no queda otro remedio que sucumbir. A menudo las personas que lo creen piensan que cualquier forma de no monogamia debe ser no consensuada y completamente secreta, para proteger a la pareja «traicionada» de tener que sentir una emoción tan extremadamente difícil.

      Al contrario, nos hemos encontrado que los celos son

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