Sobre el combate. Dave Grossman
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Un veterano de Vietnam
Puede resultar muy distinto para los agentes de policía y otros guerreros que no están en un combate sostenido. Cuando el agente de policía medio se ve envuelto en un tiroteo, a menudo esa noche tiene problemas para conciliar el sueño. ¿Cómo es posible que esos soldados de infantería de Corea tuvieran problemas para mantenerse despiertos a mediodía mientras que el agente de policía medio no puede dormir tras un tiroteo? La diferencia estriba en lo que ha ocurrido con la carga de adrenalina en los combatientes. Los soldados experimentaron seis horas de extenuante combate en el que quemaron cada gota de adrenalina de su cuerpo. El agente de policía tuvo la misma carga de adrenalina fluyendo por su cuerpo, pero su situación de combate se resolvió en cuestión de unos pocos disparos, lo que le dejó con suficiente adrenalina todavía en el cuerpo. Para que el agente pueda dormir, primero necesita descargar toda la adrenalina.
¿Has estado alguna noche sentado en el borde de la cama con la mente acelerada, tu corazón latiendo con fuerza y tu cuerpo deseando acción? Eso es lo que la adrenalina residual te produce. Para quemarla necesitas realizar ejercicios de calistenia, irte a correr un buen rato o levantar pesas. Luego te das una ducha y vuelves a la cama. A menudo eso es todo lo que necesitas para quedarte profundamente dormido. Mi coautor, Loren Christensen, dice que sus compañeros solían beber unas cervezas después de una situación de alto riesgo, pero que él prefería golpear y darle patadas a un saco hasta que quemaba la última gota de adrenalina que le quedaba. Para cuando se acostaba, se quedaba dormido enseguida y amanecía al día siguiente sintiéndose bien debido al ejercicio, mientras que sus compañeros dormían mal y se levantaban con resaca.
Controlar el ritmo para un partido de dos tiempos
Ni es de los veloces la carrera,
ni de los fuertes la guerra.
Eclesiastés 9:11
El doctor Kevin Gilmartin, supervisor policial retirado y psicólogo, adiestra a los agentes de policía en lo que él denomina «la supervivencia emocional». Explica cómo la reacción parasimpática puede impactar cada día a los guerreros. Mientras están en el trabajo, su sistema nervioso simpático está en su fase ascendente y están animados, en alerta, energéticos y comprometidos. Cuando regresan a sus casas, la reacción parasimpática les golpea y se sienten fatigados, indiferentes, aislados y apáticos. Cuanto mayor es la excitación y la exigencia del trabajo, mayor es el potencial de una reacción que puede debilitarles en su vida doméstica y destruir sus familias. El propósito de este libro es preparar a los guerreros para la realidad del combate y nos centraremos en la reacción parasimpática desde la experiencia específica del combate. Sin embargo, el libro de Gilmartin, Emotional survival, resulta una lectura obligada para todos los guerreros a fin de
ayudarles a entender cómo gestionar a diario esta «montaña rusa biológica».
Gestionar el estrés diario es de una importancia capital, pues nos vemos constantemente bombardeados con estrés. Los incidentes de combate de vida o muerte son comparativamente raros pero, cuando ocurren, la gestión de la crisis emocional y fisiológica tras el acontecimiento puede ser incluso más importante.
En los días siguientes a una situación de combate, el guerrero puede encontrarse en su momento más vulnerable. Puede tener una carencia de sueño tan grande, sentirse tan confuso, inseguro y fisiológicamente desequilibrado, que quizás responda en un combate ulterior con un nivel de agresividad inapropiado. Pensemos en el guerrero como en una máquina de alta precisión. Su trabajo consiste en decidir en una fracción de segundo exactamente cuánta fuerza emplear. Si se excede un poco, se mete en un lío; pero si la respuesta se queda corta, puede morir. En los días siguientes a un tiroteo, la maquinaria de alta precisión puede necesitar un ajuste.
El libro de Artwohl y Christensen, Deadly Force Encounters, contiene copias de los protocolos de la Asociación Internacional de Jefes de Policía en los que se afirma que, cuando un agente de policía ha participado en un tiroteo, se le debería conceder un permiso de tres o cuatro días para que pueda recuperarse del inusual acontecimiento. Si no se le concede este tiempo y se ve empujado a otro acontecimiento estresante, corre el riesgo de sufrir un grave daño psicológico debido al estrés adicional que se acumula sobre el estrés anterior. Hablaré más de esto cuando aborde el «modelo bañera» del estrés. Vale la pena considerar este ejemplo de un guerrero veterano que entendió intuitivamente el concepto:
Me he visto envuelto en tres tiroteos a lo largo de mi carrera de catorce años. Tras el primero, volví de inmediato al trabajo pues eso era lo que todo el mundo hacía. No hubo debriefing, ni conversaciones al respecto; sólo tenía que regresar ahí fuera y probarme a mí mismo y a los demás que no me había afectado. Tras mi segundo tiroteo, me di cuenta de que esa forma de enfocarlo era un error. Decidí cuidarme independientemente de lo que mi agencia o mis compañeros dijeran.
No regresé enseguida ahí fuera sino que me tomé dos semanas de descanso. Al cabo de un tiempo ya estaba ansioso y con ganas de volver al trabajo que amo tanto. Así que regresé. Entré en el vestuario y me puse el uniforme y mi ceñidor. Pero algo no estaba bien. Sabía que no estaba preparado para estar en la calle y, desde luego, no estaba preparado para salir ahí fuera y tomar decisiones de vida o muerte. Así que me quité el uniforme y le dije —no fue una pregunta— a mi sargento que me iba a casa. No me importaba lo que pensara. Se trataba de mi vida y sabía que nadie se preocupaba más por ella que yo mismo. Iba a protegerla.
Así que me tomé otra semana y entonces, cuando regresé, sentí que todo estaba bien. Salí del vestuario con mi uniforme y mi ceñidor sabiendo que estaba preparado. Entonces, en mi segundo turno tras la vuelta, tuve mi tercer tiroteo. Como me había dado a mí mismo tiempo para recuperarme del segundo tiroteo, estaba preparado para sobrevivir física y psicológicamente. Y lo conseguí. Estoy bien tras los tres tiroteos y sigo completamente en activo.
Un agente de policía
Deadly Force Encounters
En las guerras del pasado, se esperaba a que un soldado estuviera mental o emocionalmente «roto» antes de sacarlo del frente. Durante la invasión de Iraq de 2003, cuando los combatientes comenzaban a evidenciar signos de estrés la política era rotarlos a un lugar donde pudieran darse una ducha y descansar un poco, para luego devolverlos a sus unidades. Una información del periódico usa Today señalaba que «por lo general reaccionan» y comienzan a mostrar «la sutil altanería que proyecta la confianza inconsciente de un combatiente veterano».
La pérdida de un hombre durante más o menos un día no es un precio alto, si uno se da cuenta de que la alternativa puede ser perder al guerrero para siempre. Los guerreros en combate no siempre tienen el lujo de poder retirarse, pero cabe analizarlo así: si uno fuera un entrenador de fútbol y uno de sus jugadores sufriera una entrada muy fuerte, quizás lo sacaría fuera del campo durante un rato para que pudiera recuperarse. Aunque quizás el jugador querría volver enseguida, le dirías que esperara a entrar durante la segunda parte, porque es un partido de dos tiempos y le necesitarás hasta el final. El guerrero también está en el juego durante los dos tiempos, así que necesita controlarse.
Devolverlo a la acción demasiado pronto puede cercenar su carrera, o provocar que falle en un momento crítico en el que otros dependan de él.
El momento de mayor vulnerabilidad
Ay, el momento del dulce peligro...
Edward