Aunque tenga miedo, hágalo igual. Susan Jeffers
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«Yo debería» es otra manera de perder. También eso implica que uno no tiene opciones en la vida. «Yo podría» es más vigoroso. «Yo podría hacerle una visita a mi madre, pero prefiero ir hoy al cine.» Esta otra manera de hablar sitúa las cosas en el dominio de la elección en vez del de la obligación.
«Puedo visitar a mi madre o ir al cine. Creo que optaré hoy por mi madre.» Los «debería» suscitan culpa y desconcierto... sentimientos totalmente negativos.
A usted le arrebatan su fuerza cada vez que pronuncia las palabras «Yo debería».
«No es culpa mía» es otro ejemplo. Nuevamente, uno parece desamparado. Es mejor asumir la responsabilidad por lo que le suceda a uno en la vida que ser siempre la víctima. «No es culpa mía si estoy enfermo», «no es culpa mía si he perdido mi empleo». Si usted está dispuesto a asumir la responsabilidad, podrá ver qué es lo que puede cambiar en el futuro. Con respecto a la enfermedad, diga: «Soy totalmente responsable de mi enfermedad. Veamos qué puedo hacer para impedir que vuelva a ocurrir. Puedo cambiar mi dieta. Puedo disminuir mi tensión. Puedo dejar de fumar. Puedo dormir lo suficiente». Y así sucesivamente. ¡Vea cuán poderoso puede ser! Lo mismo sucede con la pérdida del empleo. Si usted es responsable, puede estar mejor preparado la vez siguiente, puede descubrir por qué las cosas pasaron así. Tiene el control de la situación. Cada vez que usted logra un mejor control de su vida, avanza hacia una posición de poder, lo que, en última instancia, disminuirá su nivel de miedo.
«Eso es un problema» es otra frase mortífera. Es densa y negativa. «Eso es una oportunidad» le abre la puerta al crecimiento. Cada vez que usted ve el premio que le ofrecen los obstáculos de la vida, puede manejar las situaciones difíciles en una forma compensatoria. Cada vez que tiene la oportunidad de ensanchar su capacidad de controlar el mundo, su poder aumenta.
«Confío» es otra palabra propia de una víctima. «Sé» tiene mucho más poder.
Confío en conseguir un empleo.
Sé que conseguiré un empleo.
¡Qué diferencia! La primera de esas frases le llevará por un camino de noches inquietas e insomnes. La segunda contiene paz y serenidad.
«Si tan sólo» es algo aburrido. Usted notará el gimoteo que hay detrás de eso. «La próxima vez» implica que ha aprendido de la situación y usará lo aprendido en próximas ocasiones. Por ejemplo: «Si tan sólo no le hubiese dicho eso a Tom» puede ser expresado en otra forma: «Ahora sé que Tom se resiente al tocar ese asunto. La próxima vez tendré más tacto».
«¿Qué haré?» También aquí usted puede adivinar el lloriqueo y el miedo implícitos en esas palabras. Usted, como todos los demás, tiene en su interior fuentes increíbles de poder que no ha usado nunca. «Sé que puedo afrontarlo. No tengo motivo para preocuparme.» En vez de: «He perdido mi empleo. ¿Qué haré?», pruebe «He perdido mi empleo. Sé que puedo afrontarlo».
«Es algo terrible» suele proferirse en las circunstancias más inadecuadas. Por ejemplo: «He perdido mi cartera. ¿Verdad que es terrible?». ¿Qué tiene de terrible haber perdido una cartera? Es, ciertamente, una incomodidad, pero difícilmente se podría definir como algo terrible. «He engordado un kilo. ¿Verdad que es terrible?». Difícilmente se podría llamar terrible al hecho de haber engordado un kilo. Así es como nos referimos a las cosas triviales de nuestra vida. Y nuestro subconsciente está registrando: «Desastre... Desastre... Desastre...». Sustituya «es terrible» por «Es una experiencia de aprendizaje».
Aunque uno podría sentirse más justificado al decir «Es algo terrible» si un ser amado padece cáncer, recuerde que esa actitud le resta a usted la fuerza para afrontar esa situación. Hay muchos que han aprendido cosas importantes de la experiencia. Lo sé, porque soy uno de ellos.
Mi experiencia sobre el cáncer me ha enseñado muchas cosas maravillosas sobre mí misma y la gente que me rodea. Y lo que es más importante, he descubierto lo mucho que me querían. Vi algo tierno en mi novio, hoy mi marido; algo que no había visto nunca antes y que hizo que nuestro amor se intensificara inconmensurablemente. Asimismo, he modificado mi vida en muchas formas positivas.
Al comer, lo hago con mucho más cuidado. He aprendido cómo puedo eliminar la ira, el resentimiento y la tensión que formaron parte de mi vida cotidiana antes de mi enfermedad. Mi experiencia con el cáncer nos ha dado a mi marido y a mí una oportunidad de contribuir con algo a este mundo. Escribí un artículo muy importante sobre mi mastectomía, que, lo sé, ha sido muy valioso para muchos hombres y mujeres. Mi marido y yo nos hemos presentado juntos en televisión para narrar nuestro caso, aportándoles nuevas experiencias a los televidentes. De modo que para mí está claro que el cáncer puede ser una gran experiencia de aprendizaje y una oportunidad de dar.
Empiece por cambiar los «terribles», los «no puedo», los problemas, las luchas, etcétera, de su vocabulario. Quizás esas diferencias semánticas parezcan triviales, pero le aseguro que no lo son. No sólo cambia usted de una manera muy positiva con un vocabulario muy vigoroso, sino que lo mismo sucede con su presencia en el mundo. La gente que exhibe fuerza interior es tratada de una manera distinta que la que aparenta ser débil. Cuanto mayor es el vigor con que usted habla, más se convierte en una fuerza a tener en cuenta en el mundo circundante.
Cuando usted comienza a controlar su vocabulario, puede traerle también más poder a su vida aumentando su zona de comodidad. ¿Qué significa eso?
La mayoría de nosotros operamos dentro de una zona que nos parece adecuada, fuera de la cual nos sentimos incómodos. Por ejemplo, podemos gastar cien euros en un par de zapatos, pero quinientos nos pondrían nerviosos. Podríamos estar dispuestos a trabar amistad con gente de la oficina de la misma categoría laboral, pero sería incómodo hacerlo con alguno de los superiores. Podríamos ir a un establecimiento familiar para comer solos, pero nos sentiríamos realmente incómodos si hiciéramos lo mismo en un restaurante lujoso. Podríamos pedir un aumento del siete por ciento, pero nos acobardaría pedirlo del veinticinco. Podemos cobrar treinta euros la hora por nuestros servicios, pero no creemos que valgan ochenta. Y así sucesivamente.
Para cada uno de nosotros, esa zona de comodidad es distinta, pero, lo sepamos o no, todos, ricos o pobres, humildes o encumbrados, hombres o mujeres, tomamos decisiones basadas en los límites de ese espacio.
Sugiero que cada día haga algo que le ensanche ese espacio. Háblele por teléfono a alguien a quien le intimide a usted hacerlo, cómprese un par de zapatos carísimos, pida algo que necesite y que haya temido pedir antes. Corra un riesgo cada día... dé algún paso pequeño o audaz que le haga sentir más grande después de haberlo dado. No se quede sentado... impotente. Observe lo que empieza a suceder cuando aumenta su zona de comodidad.
Como muestra el gráfico de la página siguiente, con cada riesgo que usted corre, sale de lo que parece más cómodo, y se hace más fuerte. Toda su vida se ensancha para abarcar más de lo que hay en este mundo de experiencia. Al crecer su poder, aumenta su confianza, de modo que el ensanche de su zona de comodidad se hace cada vez más fácil, a pesar del temor que pueda experimentar. La magnitud de los riesgos que afronta también aumenta. Al principio, usted puede apuntarse para un curso nocturno después de haber abandonado la escuela quince años antes. Finalmente, podrá inscribirse para obtener su graduación universitaria. Usted crecerá... cobrará espacio... se hará más grande..., pero todo con su propio ritmo. Mientras corre esos riesgos –por