Buscando a Jake y otros relatos. China Miéville
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Al igual que el resto de integrantes del new weird, Miéville pertenece a una generación inmersa, desde la cuna, en una cultura audiovisual y un sistema económico de libre mercado, en el que las obras de fantasía y ciencia ficción son abundantes y accesibles. Eso convierte la especulación con ingredientes fantásticos en un lenguaje legítimo para (re)conocer la realidad. No es de extrañar que el género se auto-cuestione constantemente su propia naturaleza debido, en buena medida, a la diversidad de fuentes de las que bebe. Es esa diversidad la que da lugar a la dificultad de encontrar una descripción precisa del new weird, como si resistiese cualquier definición y reivindicase su derecho a transformarse, e incluso contradecirse, y reclamase una fluidez que lo coloca en una postura de tensión constante con respecto a la industria editorial. La voluntad de publicar fuera de etiquetas comerciales familiares supone, en sí misma, una posición de resistencia contra el status quo, que incomoda a algunos tanto como fascina a otros.
Si en algo coinciden los lectores y los críticos del new weird es en la atención al detalle y en la sensación que evocan los textos de este género, una inquietud en la frontera entre el miedo, la repulsión y la incertidumbre que se deja sentir en muchas de las narraciones de Buscando a Jake. En ellas, Miéville se encarga de desdibujar las fronteras entre la fantasía y la ciencia ficción, y reclama para sus ficciones híbridas el extrañamiento cognitivo defendido por Darko Suvin10 como exclusivo de la ciencia ficción. La decisión del británico de emplazar sus historias en ciudades —normalmente Londres o un trasunto de la capital británica— no solo expone las contradicciones del homo urbanitas, sino que instala al lector en un escenario lo bastante familiar como para que cualquier disrupción de la lógica cotidiana resulte mucho más llamativa. Para poner de manifiesto el carácter fluctuante de la realidad, el británico introduce perturbaciones en estructuras arquitectónicas que, tradicionalmente, siempre han sido consideradas como espacios estables: desde puntos concretos de edificios como en «Cimientos», «Detalles», «El parque de bolas», o «Cielos diferentes», a las calles fluctuantes de «Informes sobre Diversos Sucesos Acaecidos en Londres», y ciudades enteras que mutan en «Buscando a Jake» o «El azogue». En este sentido, su ficción sigue los pasos de la tradición psicogeográfica que se popularizó en los círculos de la posvanguardia británica de los 90, y que proponía integrar el arte en su entorno, acabar con la distinción entre lo funcional y lo lúdico en la arquitectura, y reclamar tanto la ciudad como un espacio abierto al disfrute como la posibilidad de alcanzar nuevos niveles de sensibilización, más allá de las proposiciones constructivas previsibles del urbanismo tradicional. En nuestro país las propuestas creativas de Francisco Jota-Pérez con relatos como «Extractos de una última instantánea»11 y «Carnografía»12, o novelas como Aceldama (Origami, 2014) y Teratoma (Orciny Press, 2017), y de Albert Kadmon con su novela corta Ciudad Tumba (Cerbero, 2017) apuntan hacia una reinterpretación de los supuestos psicogeográficos del new weird.
Pero Miéville no se limita a jugar con la arquitectura e introduce alteraciones en otros aspectos más íntimos de la realidad, como el cuerpo humano. Esto se aprecia en: los «rehechos» de «Jack», la única narración que se localiza en Nuevo Crobuzon, la ciudad amalgama y remedo de Londres de su universo Bas-Lag, y que da nombre a los seres humanos modificados por la autoridad; la enfermedad de Buscard que aparece «Entrada Extraída de una Enciclopedia Médica» y que infecta a través de la palabra; los seres especulares de «El Azogue»; o la criatura creada a partir de materia orgánica en «Familiar». Asistimos a una relación particular del autor con lo monstruoso que, más allá de personificar terrores personales y sociales, saca a la luz la tramoya ideológica del presente, y remite a creadores como David Cronenberg y su “Nueva Carne”13.
Siendo Miéville quién es, una persona comprometida con sus ideas marxistas que defiende la capacidad de la fantaficción para desenmascarar el mercantilismo subyacente en las relaciones sociales de nuestro presente, no podía faltar en sus obras una crítica al capitalismo. El ejemplo más evidente se encuentra en «’Tis the Season», texto en clave de sátira sobre la mercantilización de ideas y objetos pertenecientes al colectivo social. En esta misma línea se sitúan: «El parque de bolas», donde se cuestionan las prácticas consumistas; «Acaba con el hambre», que aborda una supuesta cara oculta y oscura de las organizaciones caritativas; o la ya mencionada «Jack», donde las alteraciones realizadas al cuerpo humano se emplean como herramienta coercitiva social.
Los protagonistas de las historias, a excepción de Morley en «Mensajero», del propio Miéville en «Informes sobre Diversos Sucesos Acaecidos en Londres», de John en «’Tis the Season» y de Sholl en El Azogue son seres sin nombre, despojados de identidad, lo que los convierte en personajes más accesibles para el lector, que puede ubicarlos en cualquier comunidad urbana. En Miéville esta anonimidad desvía nuestra mirada del personaje y la dirige a su relación con el mundo, y con las superestructuras que lo conforman, para destapar una esquizofrenia, moral y cognoscitiva, generalizada.
En las historias que estás a punto de leer, Miéville reivindica el poder de la imaginación como un medio válido para relacionarse con y en el mundo, al hilo de lo que señala Mark P. Williams14. Es su uso de tropos fantásticos (los monstruos) o antirrealistas (las arquitecturas fluidas) lo que vincula aquello que se supone distante y desconectado —-el materialismo histórico por un lado, y la tradición gótica y pulp, por otro— para descubrirnos las actuales relaciones globalizadas como una invisible red sináptica.
Buscando a Jake resulta una obra fundamental en la trayectoria literaria de China Miéville porque funciona como casilla de salida de una propuesta creativa –estética, moral y política-, cuyo alcance y calado solo podemos vislumbrar, y porque brinda una perspectiva de conjunto sobre la multiplicidad de referentes que se asoman a sus historias. Estas ficciones únicas, perspicaces y sorprendentes, que operan como catalizadores de las inquietudes más acuciantes de la condición humana, te esperan a vuelta de página.
Cristina Jurado
Dubai, marzo de 2019
1 «Highway 61 Revisited», cuento aparecido posteriormente en la antología Before they were giants (Paizo, 2010), en la que se recogen las primeras publicaciones de los grandes nombres de la ficción especulativa anglosajona.
2 Rey Rata (Factoría de ideas, 2008).
3 La estación de la calle Perdido, La cicatriz, El consejo de hierro (Factoría de ideas, 2012; Nova, 2017).
4 Premio Arthur C. Clarke en 2001 y 2005; British Fantasy Award en 2001 y 2003; premio Locus en 2003 y 2005; numerosas nominaciones a los premios Bram Stoker, Hugo, Nebula, World Fantasy y Philip K. Dick.
5 The Tain, PS Publishing 2002. Publicado en español en 2006, editorial Interzona.
6 RIGAUT, JACQUES (2011): Lord Patchogue. Paris, Les éditions de Chemin de Fer. En su blog, Rejectamentalist Manifesto, Miéville recoje una cita de esta obra: «The marvellous is not rare, incredulity is stronger than miracles. Miracles have difficulty in recruiting witnesses [.]»
7 El 20 de julio de 1924, Jaques Rigaut (1898-1929), de visita en USA, se lanza contra un espejo en casa de unos amigos en Long Island. A partir de este episodio, crea a su doble procedente del otro lado del cristal, Lord Patchogue, tomando prestado el nombre de una población cercana. Rigaut se identificaba tanto con el personaje que llegó a imprimir tarjetas