Los magos de Hitler. Jesus Hernandez
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al servicio de los nazis
Es difícil explicarse cómo fue posible que un hombre tan inteligente e intuitivo como Hanussen acabase en la órbita nacionalsocialista. Para él debía ser evidente que estaba jugando con fuego, y más todavía teniendo en cuenta su origen judío. Sin embargo, es posible que la vanidad y la ambición de poder nublasen su excelsa intuición de forma que el mago llegase a pensar que podía salir indemne de su relación con los seguidores de Hitler.
Su primer contacto directo con los nazis fue a través de un aristócrata prusiano, el conde Wolf Heinrich von Helldorf, que desempeñaba un alto cargo de las sa4 en Berlín, y acabaría siendo un personaje clave en su vida. Helldorf, que alcanzó el grado de teniente durante la primera guerra mundial, había sido diputado en el parlamento regional de Prusia entre 1924 y 1928, y había recuperado su escaño en las elecciones de abril de 1932. El conde había demostrado ser un feroz antisemita, organizando un violento pogromo callejero en septiembre de 1931. Aunque fue detenido y condenado a seis meses de cárcel, la pena sería finalmente anulada. Helldorf contaba con la amistad de Goebbels, lo que suponía un aval de inestimable valor.
Helldorf había asistido a una de las actuaciones de Hanussen en el Scala y se quedó impresionado. Gracias a una amistad común pudo conocer al mago en persona y pronto acabó siendo invitado a una de las fiestas que se celebraron en el yate. El conde era un hombre libertino que gustaba de los excesos sexuales, por lo que disfrutó especialmente de la velada en el barco. A su vez, Helldorf invitó a Hanussen a su casa, donde le preguntó por su predisposición a involucrarse en el movimiento nazi, a lo que el mago respondió que «un auténtico clarividente no está interesado en las ideas políticas, sino solamente en leer el destino en las estrellas». Aun así, el adivino le dijo que vislumbraba «un futuro muy favorable» para Helldorf y sus camaradas de partido.
Aunque el conde no se había sentido en absoluto decepcionado por la primera fiesta a bordo del barco, los gustos de Helldorf iban un poco más allá de lo que era habitual en el Ursel IV. En la siguiente fiesta temática a la que fue invitado, denominada sugestivamente «Una noche en Oriente», el conde tomó la iniciativa; ató sobre una mesa a uno de los sirvientes, un muchacho hindú de catorce años, y después de llamar a todos los asistentes para que contemplasen la escena, comenzó a flagelarlo. La aportación del aristócrata fue considerada excesiva, incluso para los parámetros de lo que solía ocurrir en «El yate de los siete pecados», y Hanussen tuvo que disuadirle de que siguiera adelante con su sádica demostración.
Helldorf era también un jugador empedernido, por lo que siempre estaba pidiendo dinero prestado. Se había separado de su mujer y la relación con su madre estaba muy dañada, ya que el conde no le pagaba el alquiler de la casa donde vivía, tal y como se había comprometido a hacer. En una ocasión «olvidó» pagar un Mercedes nuevo que había comprado. Tampoco estaba al día con su sastre o con el entrenador que había contratado para su caballo de carreras. Pero el manirroto aristócrata encontró en Hanussen su tabla de salvación; el mago accedió a hacerse cargo de la mitad de sus deudas de juego, que ascendían a tres mil marcos, el equivalente al sueldo anual de un alto funcionario. A partir de ahí, Hanussen le iría prestando cantidades variables de dinero para que pudiera hacer frente a sus compromisos. A cambio, el aristócrata le firmaba pagarés. El conde no sería el único en recibir los préstamos del acaudalado mago; otros miembros de las sa acudirían también a él para que les sacase de algún que otro apuro económico.
El conde debió de mostrarse muy persuasivo con el adivino, o éste advirtió todas las ventajas que podía obtener de su amistad con él, ya que comenzó a colaborar también de manera muy activa con el movimiento nazi. Las sucesivas contiendas electorales habían debilitado las finanzas del partido y Hanussen decidió hacer aportaciones económicas. Incluso compró medio millar de pares de botas militares para los miembros de las sa y repartió entre ellos invitaciones para su espectáculo.
Hermann Göring también se vio atraído por Hanussen. El dirigente nazi conseguiría que el mago realizase para él una sesión privada, pero lo que escuchó no le gustó nada; Hanussen, en estado de trance, predijo un gran éxito para la Alemania nazi durante varios años, pero anunció que acabaría siendo inevitablemente destruida. Después de ese negro vaticinio, Göring siempre procuró evitar al adivino.
El conde Helldorf, en cambio, seguiría estando muy próximo a Hanussen. Para agradecerle su apoyo, puso a su disposición veinticinco guardaespaldas de las sa y un chófer de confianza. Sólo había una cosa que confundía al aristócrata, el que buena parte de los que rodeaban al mago fueran judíos, y así se lo hizo saber. Hanussen, que mantenía en secreto su origen hebreo, trató de quitar relevancia a ese asunto, limitándose a decir que procuraría distanciarse de sus amistades judías, lo que tranquilizó al conde.
primer encuentro con hitler
A finales de junio de 1932, Helldorf ofreció a Hanussen la posibilidad de conocer personalmente a Hitler. El adivino aceptó la propuesta del conde con entusiasmo. Sin duda, para él esa entrevista suponía un reconocimiento a su posición, adquirida después de no pocos esfuerzos y sinsabores. Convencido como estaba de que Hitler iba a convertirse en unos meses en canciller, acceder directamente a él en ese momento le iba a permitir situarse en una posición óptima de cara al futuro inmediato.
El día exacto en el que Hanussen se encontró con Hitler no puede ser fijado con precisión. Todos los documentos relativos a este episodio fueron destruidos por los nazis después de 1933. Lo que sí es seguro es que la reunión tuvo lugar en junio o la primera semana de julio de 1932. Lo más probable es que el encuentro se produjese en el hotel Kaiserhof, el puesto de mando de Hitler en Berlín.
Según lo explicado por Hanussen a su círculo más próximo, en esa primera reunión propuso a Hitler la creación de una «Universidad del Ocultismo», una propuesta que fue acogida con interés por su interlocutor, quien afirmó que tal institución podía ser de gran valor para la nueva Alemania.
Tal y como se ha apuntado con anterioridad, los detalles de la relación entre el mago y Hitler están sujetos a muchas especulaciones. Uno de los amigos de Hanussen, Kurt Labatt, recordaría en la década de 1960 haberlo visto hablando en una ocasión por teléfono con el líder nazi sobre un titular de su publicación semanal. Según le dijo Hanussen, Hitler siempre le consultaba antes de tomar alguna decisión importante.
Una de las escasas fuentes con las que cuentan los historiadores para tratar de establecer el alcance de la relación entre Hanussen y Hitler es el testimonio del doctor Johannes von Müllern-Schönhausen en su obra Die Lösung des Rätsels Adolf Hitler (La solución al rompecabezas Adolf Hitler), si bien ofrece serias dudas sobre su veracidad.5 Según Müllern-Schönhausen, Hitler, en sus intervenciones públicas, había adoptado gestos que eran resultado de lecciones impartidas por Hanussen. En su relato, asegura que ambos se habían conocido en la casa de un acaudalado personaje de la alta sociedad berlinesa y las primeras palabras del mago habían sido: «Si usted piensa dedicarse en serio a la política, herr Hitler, ¿por qué no aprende a hablar?».
Siempre según Müllern-Schönhausen, Hanussen habría explicado a Hitler que no sacaba suficiente partido de los movimientos del cuerpo, con los que podía imprimir aún más fuerza a sus palabras. Durante los meses siguientes, ambos continuarían teniendo encuentros breves y Hanussen no sólo le enseñaría trucos de elocuencia, sino que también le asesoraría en la elección de sus colaboradores.
En cambio, según lo afirmado por el autor francés especializado en misterios históricos Robert Charroux en su obra Le livre des secrets trahis, ese encuentro entre Hanussen y Hitler se produjo en el domicilio de un escritor identificado