Los magos de Hitler. Jesus Hernandez
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Los presentes en la sala estaban asombrados ante las habilidades demostradas por el adivino, mientras que la acusación no podía disimular su disgusto. Consciente del efecto tan favorable que estaba causando entre el público, Hanussen se adornó impartiendo a los presentes una clase de grafología elemental, analizando en una pizarra las firmas de Beethoven y Richard Wagner, señalando en ellas los indicios que indicaban su genialidad artística.
Hanussen había superado con éxito las tres primeras pruebas, pero la cuarta se presentaba muy difícil para él. Tres personas se limitarían a decirle una fecha y un lugar, y él tendría que adivinar lo que ocurrió en ese lugar y momento concretos. El primer voluntario fue un jurista, que le preguntó por lo ocurrido el 17 de mayo de 1927 a las cuatro de la tarde en la Boreslauer Strasse. Hanussen entró lentamente en trance y contestó: «Un accidente de motocicleta». El asombrado jurista confirmó que era correcto; el público estalló en aplausos. El segundo voluntario, un médico, también le proporcionó un lugar y una fecha. En este caso, Hanussen no fue capaz de adivinar el acontecimiento que había tenido lugar: el ascenso del médico en su departamento universitario.
A pesar de la momentánea decepción causada por ese inesperado tropiezo, la expectación volvió a crecer ante la intervención del tercer voluntario, un famoso actor teatral de la época que estaba asistiendo al juicio, Hans Bassler. El actor planteó también un lugar y una fecha. Hanussen no lo dudó; correspondían al nacimiento de su hijo. Un sorprendido Bassler confirmó que el mago tenía razón. Los asistentes al juicio aplaudieron enfervorizados. Hanussen había probado delante de todos que podía leer la mente de las personas.
Tras la triunfal exhibición, el juez dijo haber tenido bastante y dejó el juicio visto para sentencia. Al día siguiente, 27 de mayo de 1930, Hanussen fue declarado inocente de los cargos de los que se le acusaba. Cuando el mago salió del palacio de justicia, se encontró con una multitud que le acompañó hasta el hotel en el que se alojaba. Esa noche, la absolución se celebró en todos los restaurantes de Leitmeritz, en los que no faltó el champán. Hanussen dejaría escrito que ése fue el día más feliz de su vida; nunca nadie podría volverle a acusar de ser un farsante.
La prensa sensacionalista encontró un filón en la demostración protagonizada por el mago en la sala del juicio. Un titular rezaba: «Legalmente confirmado: Hanussen puede adivinar el futuro». En otros se aseguraba que «la clarividencia existe» o que la absolución había supuesto un «triunfo para el ocultismo». En The New York Times se podía leer que Hanussen «había probado su poder como clarividente». El proceso había conseguido convertir a Hanussen en una celebridad en toda Europa y Estados Unidos.
Aprovechando la impagable publicidad obtenida gracias al juicio de final tan feliz, al día siguiente Hanussen tomó un tren para dirigirse a Berlín con el objetivo de alcanzar su consagración definitiva. En la capital germana Hanussen conseguiría llegar al zenit de su carrera. Pero entonces no podía sospechar que también iba a encontrar allí su perdición.
a la conquista de berlín
En 1930 Berlín era, sin duda, la ciudad más dinámica de Europa. Durante la década de los veinte, la capital alemana había logrado convertirse en el mayor polo de atracción para financieros, publicistas, diseñadores, arquitectos, cineastas y artistas. En esa metrópolis de cuatro millones de habitantes habían proliferado los restaurantes, las salas de baile y los cabarets, cuyas fiestas no tenían comparación con las de ninguna otra gran urbe europea. Además, la noche berlinesa contaba con una subcultura erótica que la dotaba de un carácter transgresor, lo que la hacía aún más atractiva.
En esa época, el interés de los alemanes por lo oculto y lo sobrenatural estaba gozando de un gran auge. A juzgar por las ventas de revistas y libros especializados en estos temas, se calcula que podían contar con unos doce millones de seguidores en todo el país. Como no podía ser de otro modo, Berlín era también la capital de las artes adivinatorias y demás conocimientos pseudocientíficos. Se estima que en la ciudad había unas veinte mil personas que se dedicaban profesionalmente a este heteróclito campo, entre las que se encontraban astrólogos, tarotistas, hipnotizadores, adivinos de bola de cristal, radiestesistas, faquires, maestros de yoga, curanderos o quirománticos, además de miembros de sectas y hermandades secretas.
En Berlín, Hanussen iba a encontrar el campo abonado para obtener el reconocimiento a sus aptitudes, pero también se encontraría mucha competencia. Su gran rival iba a ser un parapsicólogo que había alcanzado una gran notoriedad: Max Moecke. Dotado de un gran carisma, él mismo se consideraba «El Clarividente de Berlín». Siempre estaba rodeado de bellas mujeres, se movía entre los sectores más influyentes de la ciudad, era columnista en varias publicaciones e incluso había creado una «Federación Mundial de Promoción de la Cultura».
Cuando Hanussen irrumpió en Berlín con su espectáculo, que había denominado «Sesiones Experimentales» para proporcionarle un barniz científico, Moecke vio peligrar su privilegiada posición; esa convicción se acrecentó al contemplar la excelente acogida que el show cosechaba entre el público berlinés. Dichas sesiones consistían en nueve «experimentos» diferentes, en los que se alternaban demostraciones de telepatía, hipnosis, clarividencia y grafología. El contenido de esas nueve partes variaba de una función a otra e incluso alguna podía no llegar a tener lugar con cualquier excusa; esa estrategia provocaba que muchos espectadores acudiesen repetidas veces, al tener la seguridad de que el espectáculo nunca iba a ser el mismo.
Desde las publicaciones en las que colaboraba, Moecke se dedicó a atacar a Hanussen, acusándolo de fraude, algo a lo que éste pensaba que no tendría que enfrentarse más después de la demostración pública en el juicio de Leitmeritz. Moecke incluso llegó a acudir personalmente a uno de sus shows para sabotearlo, si bien fue expulsado de la sala. Hanussen contratacó a través de sus abogados, que destaparon algunos asuntos turbios de Moecke, como el acoso al que había sometido a una de sus secretarias. Finalmente, Hanussen fue el vencedor de ese duelo entre adivinos; a Moecke se le acabó prohibiendo que continuara denigrando su trabajo.
Pero pronto se le abrió al mago un nuevo frente. Erich Juhn, productor checo que había contratado a Hanussen entre junio de 1927 y julio de 1929 y que estaba al corriente de los trucos que éste empleaba en sus actuaciones, decidió, ya fuera por despecho o con fines crematísticos, publicar un libro sobre él, aunque en forma de novela. El relato, titulado Leben und Taten des Hellsehers Henrik Magnus (La vida y la carrera del clarividente Henrik Magnus), tenía como protagonista a un mago fraudulento y sin escrúpulos al que no era difícil identificar de inmediato con Hanussen. Los abogados del mago exigieron que todos los ejemplares de la novela fueran retirados de las librerías y que Juhn indemnizase a su cliente con diez mil marcos. El proceso comenzó en octubre de 1930 y concluyó tres meses después. También en este caso, la victoria de Hanussen sería completa; el juez le daría la razón y el derrotado Juhn acabaría arruinado.
Coincidiendo con la aparición de la novela, Hanussen decidió publicar un libro autobiográfico, por el que recibiría un adelanto de quince mil marcos, el referido Meine Lebenslinie. La obra, que en realidad fue escrita por un autor de alquiler, saltaba de los aspectos personales, ya fueran reales o inventados, a anécdotas variadas, pasando por especulaciones sobre lo paranormal. Meine Lebenslinie apareció en noviembre de 1930 y obtuvo un gran éxito de ventas.
Mientras tanto, las «Sesiones Experimentales» seguían disfrutando del favor del público. Uno de los números más esperados era el dedicado a la hipnosis. Hanussen solicitaba que varios voluntarios subiesen al escenario y de entre ellos escogía a los que consideraba más predispuestos a ser hipnotizados. En una ocasión,