Los magos de Hitler. Jesus Hernandez
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En Hoboken, el espectáculo de Hanussen sería inesperadamente recibido con indiferencia por el público. La gira continuaría en Filadelfia y Norfolk, donde la respuesta del público no sería mucho más entusiasta. El mago achacaría esa fría acogida «a la estupidez americana y su falta de imaginación». Pero todo era susceptible de empeorar; en Norfolk, Marta Farra sufrió un accidente en el escenario al caerse sobre ella un decorado de madera, que le rompió dos costillas, lo que la obligó a permanecer en reposo dos semanas y anular las actuaciones previstas. La pareja de artistas, cuya relación personal, además, se iba deteriorando, regresó entonces a Nueva York.
A pesar de que Hanussen y Breitbart eran enemigos declarados, los productores decidieron que ambos actuasen en el Hippodrome. La necesidad de aunar esfuerzos y el roce cotidiano, ya que debían realizar tres o cuatro funciones diarias, llevó a que la relación entre ambos se fuera suavizando. La antipatía visceral dio paso de forma inesperada a cierta admiración mutua. Además, el polaco ejercía un papel moderador entre la joven y el mago.
Las actuaciones de Breitbart siempre sorprendían a un público entregado a sus demostraciones de fuerza.
En marzo de 1924, Hanussen y Marta comenzaron a actuar en un teatro de Brooklyn, mientras que Breitbart iniciaba una gira por todo el país. La ausencia del forzudo judío dejó a Marta a merced del mago y ella no pudo soportarlo más. En abril, después de haber actuado en Boston, Marta Farra decidió romper con él. Cuando parecía que la aventura americana no podía acabar peor, Hanussen recibió un telegrama de su esposa pidiéndole urgentemente que regresara. El mago tuvo claro que Risa iba a pedirle el divorcio, como así sería. Hanussen decidió volver a Europa, dejando allí a la que había sido su compañera artística, que iniciaría una gira de actuaciones en solitario.
sigue el espectáculo
Hanussen se dirigió primero a París, donde comenzó a preparar el que debía ser su nuevo espectáculo. Para sustituir a Rose Presl encontró a una joven alemana, Anna Schedel; ella sería Marta Farra III. A partir del verano de 1924, Hanussen recorrió de nuevo los teatros alemanes.
A principios de 1925, el mago cayó gravemente enfermo y tuvo que ser operado. La mala suerte parecía perseguirle sin tregua ni descanso. Durante su convalecencia, Marta Farra III, de la que se había enamorado el representante de Hanussen, decidió marcharse con él y actuar por su cuenta. Increíblemente, en la primavera de 1925, «Marta Farra» estaba actuando a la vez en Sevilla, Budapest y Nueva York. Las tres muchachas que habían sido en su día escogidas por Hanussen para interpretar el papel de mujer forzuda reivindicaban ser la auténtica. Mientras tanto, su creador languidecía en Berlín, solo y sin dinero.
Pero Hanussen no era un hombre que se rindiese fácilmente. Una vez recuperado de su enfermedad, se dispuso a volver por sus fueros. Para conseguir algo de dinero, concedió una exclusiva a una publicación en la que revelaba los trucos empleados por Siegmund Breitbart en sus actuaciones. Para entonces, Breitbart ya no podía defenderse, puesto que había fallecido el 12 de octubre de 1925 en Berlín. Tras regresar a Europa después de su exitosa gira por Norteamérica y durante un número en el que incrustaba clavos de hierro en una viga de madera usando su pesada mano como martillo, uno de los clavos había atravesado la madera, penetrando profundamente en su rodilla. La herida se infectó y, a pesar de que se le amputó la pierna, ocho semanas después del accidente el que había sido el gran rival de Hanussen falleció.
Tras las pésimas experiencias padecidas con las sucesivas mujeres forzudas, Hanussen optó por no poner todos los huevos en la misma cesta y reunir un elenco de artistas para que participasen en sus espectáculos. Así, contrató a un actor berlinés en paro, al que convertiría en «Omikron, el hombre mechero». Durante su actuación, aparentemente al hombre se le introducía gas en el estómago y luego éste lo encendía al expelerlo por la boca. En realidad el fuego procedía de un artilugio que el hombre mechero llevaba oculto en su boca.
Otro de los personajes reclutados por Hanussen era una muchacha berlinesa de veintidós años, Hilda, quien debía permanecer sin comer encerrada en una campana de cristal, un tipo de espectáculo que, a pesar de su crueldad, por entonces atraía la atención del público. Sin embargo, en el día 32 del encierro, la hambrienta joven no pudo resistirlo más y la rompió.
Pero el artista que gozaría de más éxito sería Paul Diebel, un minero de Silesia que era capaz de sangrar a voluntad; su cuerpo podía ser asaetado sin ningún daño aparente, y sin que las flechas dejasen ninguna marca en él, a la vez que podía hacer que manase sangre de cualquier punto de su cuerpo con sólo proponérselo.
A lo largo de la gira que Hanussen realizaría por decenas de ciudades, se irían incorporando otros artistas. Los shows de Hanussen se convertirían así en una sorprendente amalgama en la que el espectador podía esperar demostraciones «científicas» de telepatía y clarividencia, sesiones de hipnosis, trucos de ilusionismo y actuaciones circenses.
Hanussen, en un momento de concentración.
En 1927, Hanussen volvía a estar en la cresta de la ola. Su fama le hizo de nuevo ser requerido por la policía en Bratislava, Leipzig, Ostrava o Praga, para ayudar a resolver casos especialmente difíciles. Ya fuera por sus dotes deductivas o por poseer una intuición fuera de lo común, la realidad es que Hanussen proporcionaría las claves para resolver la mayoría de los casos aportando sorprendentes detalles y recibiendo, a cambio, las correspondientes recompensas.
En 1928, Hanussen se casó también por el rito judío con la que sería su tercera y última mujer, Elfriede Charlotte Rühle, conocida familiarmente como «Fritzi», procedente de una familia berlinesa de clase media. El enlace certificaba la relación que ambos mantenían desde dos años antes, cuando Fritzi trabajaba como asistente en los espectáculos del mago.
Pero la vida de Hanussen parecía una montaña rusa. Tan pronto su estrella brillaba en lo más alto del firmamento como se veía arrojado al abismo más profundo. Eso sucedería en Teplitz-Schönau, una localidad de la región checa de los Sudetes, de población mayoritariamente alemana, frecuentada por turistas adinerados.
A principios de 1929, Hanussen estaba actuando en el hotel Monopol de Teplitz cuando sucedió un extraño episodio. El 9 de febrero, el mago tuvo la desagradable premonición de que su libertad estaba en peligro. Decidió anular la función del día siguiente, pero sus colaboradores le quitaron la idea de la cabeza. Durante esa función, un espectador entregó un papel en el que había apuntado el lugar y la fecha del robo que había sufrido su empresa. Hanussen, en aparente estado de trance, comenzó a revelar detalles del caso, para concluir asegurando que el espectador sufriría un nuevo robo al cabo de cuatro semanas exactamente, ante el asombro del público pero sobre todo del propio espectador. Tras la actuación, Hanussen se encontraba en estado de pánico, ya que presentía que se avecinaba el desastre.
Pasada la medianoche, se presentaron seis gendarmes en el hotel y detuvieron a Hanussen y dos de sus colaboradores, por ser sospechosos de haber participado en el robo sufrido por el empresario. Los tres pasarían nueve días en un calabozo de la comisaría de Teplitz. El 20 de febrero, los dos ayudantes quedarían libres. Finalmente, el 2 de marzo, el mago recuperaría la libertad después de que no se pudiera probar nada contra él.
juicio en leitmeritz
Hanussen seguiría adelante con sus espectáculos, pero sobre él se estaban acumulando las acusaciones de fraude o de comportamiento inmoral. Así, en la ciudad bohemia de Lobositz, una joven denunció al mago ante las autoridades, acusándole