Psicología del vestido. John Carl Flügel

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Psicología del vestido - John Carl Flügel General

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palabras de un autor que ha hecho una de las más valiosas contribuciones a la psicología del vestido:12 «siempre que ponemos un cuerpo extraño en relación con la superficie de nuestro cuerpo —porque no es sólo en la mano donde se desarrollan estas particularidades— la conciencia de nuestra existencia personal se extiende a las extremidades y a las superficies de ese cuerpo extraño y las consecuencias son diversas sensaciones, sea de expansión de nuestra propia persona, sea de la adquisición de un tipo y cantidad de movimiento extraño a nuestros órganos naturales, de un grado inusual de vigor, poder o resistencia, o de firmeza en nuestra posición». Se observará que, de acuerdo con esta formulación, el principio no se limita de ninguna manera al vestido. El ejemplo más simple y más claro de su aplicación puede verse en el caso de los utensilios y de las herramientas. Si uno toma un bastón y toca el suelo con él a medida que camina, le parecerá sentir realmente el suelo cuando toma contacto con el extremo del palo; es como si el alcance de su brazo se extendiera de forma considerable. De un modo similar, el vestido nos permite extender nuestro yo corporal. De hecho, hay ciertos casos muy claros de transición entre la ropa y los instrumentos, y no es fácil decidir si los patines, los esquís y los guantes de boxeo deben ser considerados como prendas o como herramientas que han sido agregadas al cuerpo. Otro ejemplo muy claro de este principio, en una esfera que corresponde más bien a la indumentaria que al instrumento, lo proporciona la más simple y obvia de las prendas: la falda. Si el lector echa un vistazo a la figura 1, recordará inmediatamente el hecho, en realidad muy familiar, de que la falda añade a la forma humana ciertas cualidades de las que la naturaleza no la ha dotado. En lugar de estar sostenido por sólo dos piernas con nada entre ellas salvo el aire, un ser humano con falda adquiere proporciones mucho más amplias y voluminosas, y el espacio comprendido entre las piernas se ve colmado, a menudo, con un gran aumento de dignidad. La simple pose de la bailarina en la figura muestra esto claramente. Sosteniendo su falda como lo hace, crea una impresión de poder corporal y de gracia que no habría podido ser alcanzada por el cuerpo desnudo, por muy hermoso que fuera. El mismo principio está ilustrado en la serie de fotografías de la figura 3, en la cual la extensión aparente de la persona corporal producida por un chal puede compararse con una pose aproximadamente similar de la misma modelo vestida sólo con un ajustado traje de baño.

      Sin embargo, como se indica en el pasaje citado anteriormente, no sólo cuando el cuerpo está inmóvil puede experimentar esta clase de extensión sino que, en algunos casos, puede alcanzarse aún más fácil e intensamente cuando el cuerpo está en movimiento. Los movimientos del cuerpo se transmiten a la ropa, pero debido a la inercia éstas no siguen estrechamente los movimientos corporales, a menos que sean ajustadas y, entonces, toda clase de efectos notables se producen de esta manera. Consideremos otro simple ejemplo: la patinadora de la figura 2 parece adquirir a través del movimiento de su falda «un tipo y cantidad de movimiento extraño a nuestros órganos naturales». Tales efectos son susceptibles de gran desarrollo y ciertas formas de la danza dependen en gran medida de ellos. En particular, la danza de Loie Fuller es un notable ejemplo de su empleo con fines artísticos (fig. 4).

      Estos efectos, que sin duda son de gran importancia en la consecución de diferentes satisfacciones derivadas del vestido, dependen psicológicamente de una ilusión, del tipo conocido por los psicólogos como «confluencia». En esta ilusión, la mente no es capaz de distinguir dos cosas que en otras circunstancias son fácilmente discernibles y atribuye a a lo que en realidad pertenece a b, de tal manera que a parece experimentar un incremento.

      Así, en la figura 5, el cuadrado w y el cuadrado interno x son, en realidad, del mismo tamaño. Sin embargo, el último puede parecer más grande porque participa de la extensión adicional provista a la figura central por el cuadrado exterior que la rodea. Esto es algo análogo a lo que pasa con el vestido. La extensión de la figura humana total debida al vestido se atribuye inconscientemente al cuerpo que lo lleva, porque es la porción más vital e interesante del todo.

      Sin embargo, debe aclararse que el tamaño excesivo de la prenda no es el único factor que contrarresta el efecto de confluencia. Para que éste se produzca, las diferentes partes de un todo (en este caso, cuerpo y ropa) deben, en alguna medida, fusionarse mentalmente en una unidad. Una prenda que por su aparente resistencia a convertirse en parte de un todo orgánico con el cuerpo (por ejemplo, un gran sombrero que amenaza caerse) puede no ser capaz de realizar el necesario proceso de incorporación. En este caso, el efecto puede no ser diferente del de z en la figura 5, donde el cuadrado derecho (nuevamente del mismo tamaño de w) no aumenta aparentemente por la yuxtaposición del cuadrado inclinado, que es del mismo tamaño del cuadrado exterior en x.

      La determinación de las condiciones que producen la extensión óptima es evidentemente un asunto difícil y delicado, ya que estas condiciones varían, como es obvio, según los gustos y hábitos individuales y según las circunstancias. Quizás sea más frecuentemente cierto que, como sugiere Flaccus, «cuanto menos se distraiga la atención con elementos irritantes en la superficie de contacto real, más perfecta será la ilusión [de extensión]». De este modo, los materiales no flexibles, que provocan ásperos contactos con la piel, pueden dificultar la necesaria incorporación al yo. No obstante, no puede haber dudas de que, en ciertas circunstancias y usadas con las debidas precauciones, las telas rígidas son también capaces de aumentar considerablemente esta extensión ilusoria de nuestra personalidad. Existe aquí un campo en el que el método experimental puede aplicarse con provecho.

      1. La exposición más clara y resumida de este asunto se encontrará en Bloch, 7, p. 146 y ss.

      2. Eduard Flichs, 44, vol. iii, p. 212.

      3. Para un breve resumen de nuestro conocimiento actual sobre el simbolismo sexual del vestido, el lector puede consultar el trabajo del autor sobre Clothes Symbolism and Clothes Ambivalence, 36.

      

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