Psicología del vestido. John Carl Flügel

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Psicología del vestido - John Carl Flügel General

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en muchas partes del cuerpo, pero en particular se usan alrededor de la cintura, los brazos, el cuello, las piernas y los dedos. Las formas más extravagantes de adorno con aros son, probablemente, las que se colocan alrededor del cuello. Muchos pueblos primitivos han usado adornos de este tipo que eclipsan, sea por su magnitud o por su aspecto grotesco, las grandes golas usadas por nuestros antepasados isabelinos. Las figuras 11 y 12 ilustran algunos casos notables en este sentido. Particularmente las dos mujeres birmanas que aparecen en la figura 12 tienen un estilo de vestimenta y de ornamentación que, juzgado desde nuestro punto de vista actual (debemos recordar que todos los puntos de vista son subjetivos), se aproximan al grado máximo de incomodidad y de fealdad. Por lo que vemos, sus cabezas se asoman con gran dolor desde la cima de su gran masa de collares; de hecho, parecen emular con éxito a las jirafas en su esfuerzo por usar tantas argollas como sea posible. Pero ellas están lejos de ser las únicas víctimas de una idea equivocada de la belleza. Stanley, por ejemplo, nos habla de un rey negro que obligaba a sus esposas a usar alrededor del cuello argollas de metal que pesaban en total entre veinte y cuarenta kilos.8

      Puede notarse, además, que la incomodidad de tales aros metálicos en un clima cálido es aún más grande de lo que parece a primera vista ya que, expuestos al sol tropical, se calientan tanto que debe echárseles agua para poder soportarlos.

      Local

      La siguiente forma de adorno externo tiene poco que ver, como lo indica su nombre, con el cuerpo como un todo. O bien atrae la atención hacia alguna de sus partes o bien se lleva por sus propios atributos de belleza como un objeto independiente, atractivo por su valor intrínseco (forma, color, brillo) o por su significado y por las asociaciones que implica. Entre las formas de adorno clasificadas en esta categoría figuran el uso de agujas, peines y joyas en el cabello, las piedras preciosas engastadas en los anillos, los broches elaborados, las hebillas, etc. Las insignias y los símbolos de rango o de dignidad se clasifican también aquí. A veces se incluyen las máscaras y, psicológicamente, estas son tal vez las más interesantes de todo el grupo, más a causa de sus aspectos sociales que estéticos. Cuando usamos una máscara cesamos en alguna medida de ser nosotros mismos; ocultamos a los demás tanto nuestra identidad como la expresión espontánea de nuestras emociones y, en consecuencia, no sentimos la misma responsabilidad como cuando nuestra cara está al descubierto; nos parece que, debido a nuestra irreconocibilidad y a la alteración de nuestra personalidad (persona = máscara), lo que hacemos mientras llevamos la máscara no puede reprochársenos cuando retomamos nuestra vida normal a cara descubierta. Por lo tanto, la persona enmascarada tiende a ser más libre y menos inhibida, tanto en sus sentimientos como en la acción, y puede hacer cosas que en otra situación le impediría el miedo o la vergüenza. De ahí que el bandolero, el ladrón y el verdugo hayan usado frecuentemente la máscara, y que un baile de máscaras permita expresiones menos restringidas de ciertas tendencias, especialmente las eróticas, de lo que es posible en otras situaciones. Si hablamos con una persona enmascarada, y no lo estamos nosotros, sentimos una clara desventaja. En alguna medida, cualquier prenda que tienda (como el velo) a ocultar la cara produce el mismo efecto, y aun las gafas o los anteojos pueden tener la misma consecuencia, ya que hacen más difícil de observar la dirección y los movimientos de la mirada. El autor debe confesar que siempre se siente un poco incómodo al hablar con mujeres cuyos sombreros cubren tanto sus frentes que ocultan más o menos sus ojos.

      Artísticamente, esta forma local de adorno puede ser peligrosa, porque no se relaciona con la forma natural del cuerpo y porque, aunque los objetos individuales empleados como adorno puedan ser agradables en sí mismos, podrían no armonizar con el esquema general del adorno corporal. Aquí, como en otras esferas artísticas, el progreso (individual o racial) implica un creciente interés en un todo estético, ya se trate este todo de un cuadro, una composición musical o un atuendo. Por lo tanto, aunque el salvaje o el niño puedan encontrar un gozo ilimitado en los adornos locales sin tener en cuenta sus efectos en la apariencia general del que los lleva y en su vestimenta, el gusto refinado requiere una subordinación cada vez mayor del adorno local a las exigencias del efecto total del atavío. Aquí, nuevamente, nos encontramos con un principio general de gran importancia para cualquier consideración de la futura historia probable o deseable del vestido humano.

      Sartorial

      La última forma de decoración externa, de acuerdo con nuestra presente clasificación, es la sartorial. Consiste en el embellecimiento de las prendas ya existentes. Considerando que este embellecimiento imita en su mayor parte las formas ya mencionadas (vertical, dimensional, direccional, circular y local) no hay necesidad de tratarlo aquí por separado.

      1. Reik, «Die Pubertätsriten der Wilden» en Probleme des Religionspsychologie, p. 59; von Winterstein, “Die Pubertätsriten der Mädchen und ihre Spuren im Märchen”, en Imago, 1928, vol. xiv, p. 199.

      2. Tendencia que el psicoanálisis se inclina a considerar como una creciente represión de las tendencias activas subyacentes al complejo de castración.

      3. The Descent of Man, p. 887. [El origen del hombre, Madrid, edaf, 1978.]

      4. La clasificación adoptada aquí es la de Selenka, 89.

      5. Cf. Fuchs, 44, vol. iii, pp. 203-204; y Fischel y von Boehn, 32, vol. iii, p. 73.

      6. Obsérvese también en esta figura la sugerencia inconfundiblemente fálica del taparrabo.

      7. Resulta interesante señalar de paso que esta prenda no es de ninguna manera nueva. Como la cintura de avispa, puede jactarse de ser muy antigua, ya que en dibujos de cuevas prehistóricas están representadas mujeres vestidas con faldas estrechas muy similares a las usadas antes de la primera guerra mundial.

      8. Citado por Flaccus, 34.

      9. Obsérvese también en la fig. 11 el efecto direccional de los complicados tocados.

      4. El pudor

      Entre el pudor y la hermosura hay un gran conflicto.

      Heroides, xvi, 288

      Ovidio

      Habiendo examinado más o menos profundamente el motivo del adorno, nos ocuparemos de estudiar ahora más en detalle los fenómenos del pudor, en la medida en que se relacionan con el vestido. Si tomamos en cuenta las declaraciones de moralistas y predicadores, acaso sea verdad que se ha dicho y escrito más sobre el pudor que sobre cualquier otro aspecto de la psicología del vestido. Pero hasta donde el autor sabe, no ha habido ningún intento serio de clasificar las distintas manifestaciones del pudor o de mostrar las relaciones entre unas y otras. Como sería totalmente imposible, en un libro de modestas dimensiones, pasar revista a todas las manifestaciones reales del pudor (que, como ya se ha señalado, varían enormemente tanto en

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