Llenas de Gracia. Johnnette Benkovic
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La relación con Dios se desarrolla más o menos de la misma manera. No podemos comenzar a conocer a Dios a menos que no pasemos algún tiempo con Él. Y la forma en que pasamos tiempo con Él es mediante la oración.
¿Qué Es la Oración?
La oración no es otra cosa que simplemente una respuesta hacia el amor incondicional de Dios hacia nosotras, y una invitación de Su parte para que experimentemos ese amor. En la oración, Dios eleva nuestros corazones y mentes hacia Él a la vez que nosotras anhelamos rendirnos completamente ante Su acción en nosotras. A través de la oración, Dios nos llama a entrar en intimidad con Él, en una intimidad que nos transforma, una intimidad que nos infunde de su presencia, una intimidad que es dadora de vida.
Mediante la oración, nosotras entramos en la esencia misma de la vida Trinitaria, y alcanzamos una experiencia de la llama divina del amor dentro de los confines más íntimos de nuestro ser. En unión con Dios, a través de la oración, nosotras nos convertimos en una imagen radiante de Su vida activa en el mundo, encendiéndolo con el fuego de Su presencia y sanándolo con Su amor.
La madurez espiritual se alcanza a través de la oración y de la aplicación de sus frutos en nuestras vidas cotidianas. Un tiempo al día que separemos para la oración nos ayudará en nuestro compromiso de ser sinceras y fervientes con nuestro crecimiento espiritual.
Los maestros espirituales a lo largo de los siglos han recomendado que uno seleccione un tiempo específico del día para la oración, que consistentemente pueda formar parte de la rutina diaria de nuestras vidas. Mucha gente prefiere las horas tempranas de la mañana, mientras que muchas otras encuentran que el momento más conveniente para rezar es hacia finales del día, cuando el ajetreo y bullicio del diario vivir ha terminado. Mientras que otras encuentran que cualquier momento apacible que se pase en un espacio aislado en medio del día les provee una buena pausa para reenfocar sus inclinaciones interiores hacia los asuntos de Dios. Aquellas que permanecen en casa con los hijos podrían encontrar que sus horas de oración tienen que ser flexibles de acuerdo con las actividades diarias. En cualquier caso, debemos ser fieles a nuestra hora de oración, no importa qué momento del día elijamos para ella.
¿Cómo Rezamos?
Cada una de nosotras posee la capacidad de rezar. Ya que Dios desea que entremos en relación con Él, Él no hace la oración tan difícil y complicada que sólo las más brillantes y diligentes puedan tener éxito. En Su misericordia y amor, Él nos otorga a todas la habilidad de orar.
Existen tres tipos principales de oración—la oración vocal, la meditación y la contemplación. Las tres son de suma importancia en cada etapa de nuestra vida espiritual. Pero, a medida que progresamos en el camino de la oración, las iremos experimentando en diferentes niveles. De la misma forma que un alpinista asciende una montaña y puede observar el paisaje que ha dejado atrás desde una perspectiva diferente, quizás observando matices que antes habían pasado desapercibidos, o apreciando aún más el escenario habiendo obtenido una perspectiva más amplia de la que antes había podido tener, de esa misma manera aquella que se mantenga constante en sus oraciones podrá observar una experiencia cada vez más amplia de las diferentes categorías de la oración. La buena meditación resultará en oraciones vocales cada vez más fervientes; el fruto de la contemplación nos conducirá hacia momentos de meditación cada vez más fructíferos; y la oración vocal más ferviente, junto con la meditación fructífera, nos preparará para experimentar momentos más íntimos y profundos de contemplación.
Observemos ahora detenidamente cada una de estas categorías de la oración para así ver cómo podemos implementarlas en nuestras vidas.
LA ORACION VOCAL
La primera categoría de oración puede ser subdividida en dos subcategorías: la oración vocal formulada y la oración vocal espontánea.
La oración vocal formulada: Las oraciones vocales formuladas son aquellas oraciones en las cuales se usa una serie de palabras que han sido formuladas de antemano. Ejemplos de este tipo de oración lo son el Ave María, el Padre Nuestro, las oraciones del Santo Sacrificio de la Misa, el Rosario y la Liturgia de las Horas. Las oraciones vocales formuladas pueden ser recitadas a solas o con otras personas. Estas oraciones, cuando son ofrecidas a Dios con reverencia, devoción y atención, despertarán en nosotras un deseo irreprimible de adentrarnos más y más en la vida de Dios.
Una actitud pensativa y reverente del corazón es de suma importancia durante la oración vocal. Jesús mismo advertía a Sus discípulos sobre la importancia de rezar con el corazón, y no sólo con la boca: “Y al orar no empleéis muchas palabras como los gentiles, que piensan que por su locuacidad van a ser escuchados. Así pues, no seáis como ellos” (Mt 6:7–8).
Tenemos que evaluar por nosotras mismas si verdaderamente estamos rezando, o si simplemente estamos recitando palabras. Si nuestro deseo de conocer de forma más cercana a Dios no crece de forma paulatina, tenemos que unirnos de forma más ferviente con las palabras que estamos recitando. A medida que aumenta nuestro deseo por Dios, nuestro anhelo natural será hacia invertir más tiempo con Él y llegar a conocerlo de manera más intima. Este deseo creciente por Dios nos indicará que nuestro amor por Él va creciendo, y será indicativo de que nuestra vida de oración se va expandiendo. Es a menudo en este punto que experimentamos el segundo tipo de oración vocal, la oración vocal espontánea.
La Oración Vocal Espontánea: A medida que nuestro amor por Dios crece y se desarrolla, crece también nuestro deseo de expresarle ese amor en sentimientos y emociones que surgen espontáneamente de nuestras mentes y corazones. Estas oraciones, expresadas en nuestras propias palabras, se les conocen como oraciones espontáneas. En algunas ocasiones, las oraciones espontáneas se articulan en jaculatorias breves en intervalos de nuestra vida diaria, como cuando decimos - Gracias, Jesús; Ten misericordia de mí, Señor; Querido Dios, dame paciencia y gracia. En otras ocasiones, las oraciones espontáneas forman parte de la porción de nuestro tiempo de oración en la cual alabamos a Dios o le damos gracias por favores que hemos recibido. En escenarios grupales, como grupos de oración, o en momentos de alabanza en una conferencia, nuestras oraciones espontáneas se pueden unir a las de otros.
A medida que nos sentimos más cómodas con las oraciones espontáneas, muy pronto comenzaremos a experimentar un mayor deseo de pasar más tiempo en conversación con Dios. Deseamos compartir con Él nuestras pruebas y nuestras luchas y deseamos consultar con Él las decisiones de mayor importancia que tengamos que tomar. Deseamos comunicarle nuestros pensamientos más íntimos, hacerlo partícipe de lo más profundo de nuestros corazones, compartir con Él aquellas áreas dentro de nosotras que están rotas y necesitan de Su toque sanador. Y a medida que oramos de esta manera, descubrimos que nuestro tiempo invertido con Dios produce un fruto preciado: una certeza profunda de Su gran amor para con nosotras, así como una conciencia creciente de nuestro amor hacia Él.
Gradualmente, nuestras conversaciones con Dios serán menos verbales y más interiores. Aunque continuamos utilizando palabras para expresar nuestros pensamientos, notaremos que nuestros