Llenas de Gracia. Johnnette Benkovic

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Llenas de Gracia - Johnnette Benkovic

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con Él debe aspirar a ser un diálogo, no un monólogo. Si aspiramos a escuchar la voz de Dios susurrando en nuestro interior, debemos aquietarnos. Debemos cultivar el don de escuchar. Y, a medida que nuestras habilidades de escuchar se desarrollan, seremos capaces de escuchar la voz de Dios en lo más profundo de nuestros corazones, aún en medio de un ambiente de actividad y ruido.

      El intercambio interior entre nosotras y Dios es a veces denominado oración mental. A propósito de esto, Santa Teresa de Jesús (de Ávila) nos dice: “La oración mental es, según yo lo veo, simplemente un intercambio amistoso y una conversación solitaria frecuente con Aquél que, como ya sabemos, nos ama”.1 La oración mental representa un avance significativo de nuestra experiencia de oración, y que nos guía a lo largo del camino ascendente hacia la oración profunda.

      Al igual que en la oración vocal formulada, en la oración vocal espontánea tienen que verse involucradas la mente, el corazón, y la voluntad. De nada vale “recitar” oraciones o decir frases piadosas y sentimentales. Nuestras oraciones deben caracterizarse por nuestro anhelo de conformar todos los aspectos de nuestro ser con el movimiento de la gracia de Dios en nuestro interior. Por lo tanto, en la oración debemos hacernos presentes ante Dios en cuerpo, mente y espíritu, mientras Él nos mueve hacia adelante, hacia la realidad central de una vida de fe - Cristo habitando dentro de nosotras. Es esto a lo que estamos siendo llamadas. Y es sólo a medida que la gracia de Dios efectúa este objetivo en nuestro interior que alcanzamos la plenitud espiritual en Jesucristo.

      MEDITACION

      El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que la meditación es una búsqueda espiritual en la cual la mente desea comprender la vida cristiana, para así poder responder y conformarse con lo que el Señor nos pide (#2705). La meditación cristiana involucra cuatro facultades del ser humano—su capacidad de pensar, su imaginación, su emoción y su deseo (#2708). Toda meditación verdaderamente cristiana conlleva la Palabra de Dios en su centro. La Sagrada Escritura es la revelación de Dios de Sí Mismo, y por ello es uno de los mecanismos más importantes mediante el cual Él nos habla a nosotras. Con cada lectura, Dios nos instruye, nos guía, nos dirige, y responde a nuestras más profundas necesidades.

      Un escritor cristiano explica la centralidad de la Escritura de este modo: “A pesar de que su fraseología ha permanecido fija por miles de años, Aquél que hace que nosotros la escuchemos en el presente ya nos tenía en mente cuando la inspiró en la antigüedad, y Él está siempre presente para dirigirse a nosotros a través de ella, como si fuera en este instante pronunciada por primera vez”.2

      ¿Cómo, entonces, podemos utilizar la Sagrada Escritura como un medio para adentrarnos en oración?

      Primero, prepárate para el encuentro con Dios. Asiste a tus momentos de oración con fe expectante, a sabiendas de que esta meditación piadosa sobre la Palabra de Dios rendirá frutos en tu vida, aún cuando no lo sea inmediatamente aparente. Elevamos nuestros corazones y mentes al Señor, ofreciéndole humildemente nuestras fortalezas y debilidades, nuestras habilidades y flaquezas, nuestras heridas y temores.

      Antes de comenzar, es importante que nos libremos de toda posible distracción. En Mateo 6:6, Jesús nos dice: “Cuando te pongas a orar, entra en tu aposento y, con la puerta cerrada, ora a tu Padre, que está en lo oculto; y tu Padre, que ve en lo oculto, te recompensará”. Debemos cerrarle la puerta a toda posible interferencia innecesaria—teléfonos, televisores, radios, y otras interrupciones—y liberarnos de toda actitud interna que pueda obstaculizar la oración.

      Luego, selecciona un pasaje de la Escritura sobre el cual meditar. No existe ninguna manera correcta o incorrecta de elegir un pasaje. Algunas personas prefieren elegir la lectura litúrgica del día. Otras pueden utilizar una guía a la Escritura recomendada en algún taller de estudio. Y otras pueden elegir leer algún libro de la Biblia de forma secuencial, eligiendo un capítulo diferente cada día. Y, finalmente, otras pueden preferir abrir la Biblia al azar, y comenzar a leer en la página que toque.

      El Pasaje que seleccionemos no tiene que ser necesariamente extenso, ya que nuestro objetivo no es progresar en la lectura de la Biblia, sino progresar en nuestra relación con Dios. Debemos aspirar a saborear cada palabra del pasaje, como si ésta viniera directamente de la boca de Dios solamente para nuestros oídos.

      Pídele al Espíritu Santo que te guíe y te muestre el camino en este momento de lectura piadosa. Pídele que remueva cualquier obstáculo interior o bloqueos que puedan impedirte escuchar la Palabra de Dios. Solicítale que te permita que el pasaje de la Escritura te conduzca a adentrarte de manera cada vez más profunda en el Corazón Divino. Y luego, procede a leer el pasaje de forma lenta y cuidadosa, haciéndote completamente presente a la Palabra en un acto de fe. Como nos recuerda un maestro espiritual:

      Mientras leemos, debemos ser todo adherencia, todo abandono, todo auto-entrega, en esta fe, a lo que escuchamos y a Aquél a Quién escuchamos detrás de las palabras que leemos y releemos… Si creemos, como debemos creer, que la Palabra está dirigida a nosotros, a cada uno de nosotros, en una realidad continua aquí y ahora, tenemos entonces también que creer que toma en consideración todo lo que somos, todos nuestros problemas, nuestras necesidades, nuestras deficiencias, y nuestras alegrías también, todo lo que nos oprime o lo que nos agrada, todo lo que hacemos o dejamos de hacer… La palabra que leemos no fue escrita para que permanezca en la cabeza, sino para que descienda al corazón, …ese santuario íntimo en el que nuestra eternidad entra en juego, dado que es allí donde se tejen y se toman nuestras decisiones fundamentales.3

      Debemos permitirnos ser penetradas por la Palabra Divina, ser tocadas hasta el fondo de nuestro ser con el Amor Divino, ser infundidas con la presencia misma de Dios. Tenemos que suplicar a Dios que nos revele con Su luz aquello que ha permanecido en la oscuridad dentro de nosotras. En fin, tenemos que permitir que el Espíritu de Dios fluya en nosotras y a través de nosotras, releyendo el pasaje cuantas veces sea necesario para que todo su significado pueda echar raíces en nuestro corazón.

      Cuando la Palabra de Dios es “silenciosa”. La mayoría de los cristianos experimentan momentos de “sequía” en su andar de la mano del Señor, momentos en que Su mensaje les elude. Si esto ocurre, podemos sacar del pasaje todo lo que Dios propone haciéndonos, a lo largo de la lectura, las siguientes preguntas:

      •¿Qué significado tiene este pasaje?

      •¿Qué ocurre en este pasaje?

      •¿Qué está diciendo Dios? ¿A quién se lo está diciendo?

      •¿Qué me está diciendo Dios a mí, en el contexto de mis circunstancias o situaciones actuales? ¿Qué gracia me está ofreciendo a través de estas palabras? ¿Una promesa? ¿Una resolución? ¿Una esperanza?

      •Finalmente, ¿Qué sentimientos o emociones despiertan este pasaje en mí? ¿Qué es lo que me causa sentir lo que yo siento? ¿Cómo deseo responder a la generosidad de la gracia de Dios?

      Utilizando estas preguntas como punto de partida, vendremos a ser absortas por la Palabra de Dios, y su vida comenzará a generar vida nueva en nuestro interior.

      El documento en torno a la Revelación Divina emitido por el Vaticano Segundo nos dice que “en los sagrados libros el Padre que está en los cielos se dirige con amor a sus hijos y habla con ellos; y es tanta la eficacia que radica en la palabra de Dios, que es, en verdad, apoyo y vigor de la Iglesia, y fortaleza de la fe para sus hijos, alimento del alma, fuente pura y perenne de la vida espiritual”.4

      CONTEMPLACION — LA VIDA DIVINA INTERIOR

      San

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