Las Quimeras De Emma. Isabelle B. Tremblay

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Las Quimeras De Emma - Isabelle B. Tremblay

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vida. ¿Piensas realmente que tengo pinta de entierra muertos?

      Charlotte puso su puño sobre su barbilla y le observó unos segundos, con aire pensativo.

      —Sólo un aspecto demasiado serio, diría yo.

      Una mano se posó sobre el hombro de Charlotte. Ella se giró y vio al cantante del grupo, que había estado sobre el escenario desde el principio de la velada, y que se dirigió a ella.

      —Hola, yo soy Ryan.

      Sus ojos castaños, casi negros, buscaban los de Charlotte, que le evitaban.

      —Y yo, soy “no me interesa”, respondió ella en seguida dándole la espalda para volverse hacia Gabriel, con quien conversaba.

      El joven soltó una risa nerviosa. Poco acostumbrado a que le mandaran a paseo de esta manera. Le picó la curiosidad y de repente encontró la situación excitante.

      —Soy el amigo de Ian. Tú eres Charlotte, ¿no?

      —Sí, esa soy yo. Escucha Bryan…

      —Ryan. No Bryan…

      — Da igual, estoy hablando con este señor, aquí presente. Un caballero de mi ciudad. Encuentro realmente maleducado de tu parte que interrumpas nuestra conversación —explicó ella, con un inglés macarrónico que Ryan encontraba atractivo.

      Gabriel contemplaba la escena, tratando de disimular la sonrisa que aparecía, a su pesar, sobre su rostro. No obstante, permanecía mudo. No quería involucrarse en esta historia. Encontraba a Charlotte muy interesante y creía que era una pena que este individuo hubiera interrumpido su conversación.

      —Me voy a ir pronto —dijo Gabriel, viendo que el músico insistía.

      —Apenas has empezado tu cerveza —le hizo notar Charlotte señalando con el dedo la botella del hombre.

      —No quiero que haya líos…

      Charlotte se echó a reír. No conocía a Ryan ni tenía ganas de conocerle. Estaba convencida de que Ian le había pedido a su amigo que le hiciera compañía mientras, seguramente, él intentaba seducir a su mejor amiga. Y Charlotte no necesitaba para nada que le hicieran compañía. Era ella quien elegía los hombres con los que salía. Para nada eran ellos quienes la escogían. Le gustaba convencerse de eso. Era una mujer orgullosa, y lo sabía. Estaba en su derecho.

      Había decidido, después de su primera relación amorosa, alrededor de los catorce años, que ningún hombre le iba a hacer daño nunca más. Se comportaría como ellos, aunque la mayor parte del sexo femenino condenara su actitud y sus maneras. Sentía que, más allá de esta promesa, tenía un bloqueo y se protegía del amor.

      —No le debo nada a este tipo, puesto que no le conozco —dijo Charlotte después de que Ryan hubiera dado media vuelta.

      —¡Una mujer con carácter y que sabe exactamente lo que quiere! ¡Bravo! —exclamó Gabriel.

      Charlotte puso su codo encima de la barra y apoyó su barbilla sobre la palma de su mano mientras miraba fijamente a Gabriel en silencio. Al cabo de unos instantes, él se puso a reír, incómodo.

      —Es la primera vez que conozco a un médico que no es viejo ni aburrido. Así pues, intento recordarme a mí misma que es posible encontrar médicos jóvenes como en Anatomía de Grey —le soltó Charlotte antes de echarse a reír.

      Era superior a ella, le encantaba seducir. No importaba quién fuera la víctima.

      —Voy a tomarlo como un cumplido. Deberías pasar más a menudo por el hospital, no sólo trabajan conmigo tipos en edad de jubilarse—respondió él jugando con su botella.

      —¡No! No me gusta nada la idea... Evito los hospitales cuando no estoy enferma, están llenos de microbios.

      —La cita de tu amiga, ¿es alguien a quien conocía de antes? —preguntó Gabriel con curiosidad para desviar la conversación.

      Charlotte levantó la mirada hacia su compañero improvisado, su intuición había hablado. Su interés por Emma le había picado la curiosidad. Se preguntó si la pregunta era realmente desinteresada, ya que, de todos los temas posibles, era su mejor amiga el que estaba sobre la mesa.

      —No, le hemos conocido esta tarde, en la playa...

      —¿Ya es prudente dejar que se pasee sola con un desconocido?

      Charlotte le guiñó el ojo a Gabriel, haciendo girar su copa y el hielo que había en el fondo, y luego clavó su mirada en la del médico.

      —Tengo la clara impresión que estáis hechos el uno para el otro vosotros dos… Ella no ha parado de comerme la cabeza con que podía tratarse de un asesino en serie…

      —¿Y ha ido de todas formas?

      — Quizás le he dado un empujoncito... además, se tiene que vivir el momento presente. ¡Carpe Diem! Eso es todo.

      Gabriel bebió de un trago el resto de su botella y se levantó. Había decidido volver al hotel. Tenía que levantarse temprano por la mañana. Aunque estaba acostumbrado a dormir poco, era más razonable aprovechar el momento para descansar.

      —¿Queréis que os acompañe al hotel? —le preguntó él educadamente.

      —¿Por qué no? —respondió Charlotte.

      capítulo 3 — cita ausente

      Un rayo de sol se había abierto paso entre las cortinas de la habitación de hotel. Charlotte abrió un ojo, luego el otro. Miró la cama al lado de la suya para asegurarse de que su amiga había vuelto sana y salva de su escapada con Ian, pero la cama no estaba deshecha. Se sentó inmediatamente sobre el colchón cuando lo vio vacío. Emma había pasado la noche fuera. Emma, la tierna, la romántica, la tímida, no había vuelto para dormir. Charlotte imaginó que debía sacar un crucifijo y ponerlo en la pared, ya que esto era un acontecimiento fuera de lo común. No pudo reprimir la sonrisa que le cosquilleaba los labios.

      Eran las seis de la mañana. Era bastante temprano, pero sabía que Elvie y Alice ya debían de estar en la playa para la sesión de fotos prevista al amanecer. Pensó en la noche anterior. Gabriel y ella habían reído mucho durante el camino de vuelta. Había apreciado el rato que había pasado con el médico. En ningún momento había tenido la intención de tener una aventura con él, aunque no había habido insinuaciones ni de un lado ni del otro. Se habían comportado como dos buenos amigos y eso le había gustado.

      Ayer por la noche, las dos amigas habían, inconscientemente, en el transcurso de la velada, intercambiado sus papeles. Charlotte se había dormido con lo puesto y decidió darse una ducha, esperando que su compañera volviera pronto y que Ian no fuera, a fin de cuentas, el asesino en serie que Emma había insinuado y, especialmente, temido antes de salir.

      Emma le dio al botón del ascensor y entró mientras se abrían las puertas. Su vestido estaba arrugado, sus zapatos estaban llenos de arena fina y su cabeza rebosaba de recuerdos de la noche anterior con Ian. Habían pasado parte de la noche hablando, besándose y descubriéndose. Se habían dormido uno en los brazos del otro hasta que un vigilante, durante su ronda matutina, los encontró y los despertó. Ian había respetado la decisión de la joven y no

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