Baños de bosque. 50 rutas para sentir la naturaleza. Alex Gesse
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Tiempo de juego
Uno de los aspectos que han reflejado algunas de las teorías es que en este juego entre salud y espacios naturales es fundamental la compatibilidad que tengamos con ese ambiente y la fascinación que nos genere. ¿A qué denominamos «mimo»? Mimo es escoger cincuenta de los muchos senderos por los que los autores de esta guía sentimos compatibilidad y que nos fascinan a cada pisada que damos en el bosque, a cada bocanada de aire que inhalamos. Llega el momento de comenzar a ojear el libro que tienes en tus manos, elegir la ruta más cercana o la que más te fascine, y echarse al monte, solo o acompañado y, sobre todo, sin expectativas. Si vas en grupo, dejad un espacio, un área de silencio. Toma conciencia de tu entrada en el bosque, de tu presencia en él como un elemento más del mismo, de lo que te rodea, y, sobre todo, juega y diviértete. Disfruta con tus sentidos, están diseñados para eso. Uno tras otro: tacto, oído, olfato, gusto, vista y algunos otros que deberás descubrir. Camina lentamente, no utilices el bosque como un escenario, déjate guiar por él, como si fuera un compañero de baile, por su movimiento y por su ritmo. No es lo mismo estar «en» que estar conectado «con». Quizá te sorprendas cuando bajes el ritmo del día a día. Si dejas que te sorprendan, el bosque lo hará. Usa tus sentidos para conectar, entendiendo conectar como establecer una relación, una comunicación con ese entorno natural. Tal vez respondas con un estímulo ante algo que te llama la atención; sin quererlo, estás estableciendo una comunicación, una relación y, tal vez, solo te falte ser consciente de ello.
Y recuerda, es tu forma de conectar con el bosque la que te aporta bienestar. No existe una manera correcta o incorrecta de comunicarse con el bosque, solo la tuya. Simplemente déjate llevar.
Alex Gesse
Ionización
La ionización del aire se asocia con beneficios para nuestro sistema respiratorio, a mejoras del estado de ánimo y con la relajación. Todas las rutas incluyen una gráfica como la que se muestra debajo que informa sobre los iones negativos en cada tramo de cien metros de la ruta y los compara con la ionización de un espacio cerrado como es una oficina.
Rutas
Pasarela entre alcornoques.
© María Galán
Dedicatoria
Esta guía está dedicada a aquellos que nos transmitieron su pasión por la naturaleza y nos guiaron en nuestros primeros pasos antes de fundirse con la tierra, el mar y el aire: Jaume Gesse i Villa, Carlos Altuna Muller-Thyseen, Enrique Terreros Larrea, José Tolosa Vidallet, Josep Eroles Baque, Saturnino Bello Fuster y Francisco García Veiga.
Monte Ulía
Introducción
Los montes Ulía y Jaizkibel (al este), separados por la bahía de Pasaia, se formaron en la misma era y por el mismo proceso, por lo que comparten muchas de sus características. La cima del monte Ulía era la principal zona de recreo de los donostiarras durante la Belle Époque, entre 1902 y 1914, motivo por el que se construyeron diferentes equipamientos. Entre ellos encontramos el antiguo campo de tiro. Los donostiarras y los turistas pudientes lo utilizaban para organizar campeonatos de puntería. La campa que hay frente al edificio, hoy en día convertido en restaurante, era el campo de tiro desde donde en un principio se soltaban palomas y posteriormente se lanzaban platos para afinar la puntería de los participantes. Actualmente, esta zona se conoce con el nombre del Tiro pichón. Otro de los equipamientos de la época es el que se conoce por su estructura octogonal como Molino, que acogió la cafetería del Chalet de las Peñas a principios del siglo XX. En aquella época contaba con una terraza de madera que se utilizaba para colocar las mesas de los clientes y que tenía unida una pasarela que permitía el acceso al mirador de la roca del Águila, situada a pocos metros. Esta gran roca y alguna otra en la misma zona se utilizaban muchos años antes como atalayas para el avistamiento de ballenas. Cuando el atalayero veía los cetáceos, encendía un fuego para avisar a los pescadores que esperaban en el puerto para salir a faenar.
Descripción del itinerario
Monte Ulía.
© Gorka Altuna
La ruta comienza en el preciso momento en el que se pisa el aparcamiento de asfalto, ya que desde ese instante comenzaremos a transitar desde las estructuras construidas por el hombre, que difuminan la percepción de nuestros sentidos, hacia ambientes naturales con gran potencial para atraer nuestra atención y disuadirnos de nuestras preocupaciones.
El aparcamiento se encuentra en un pequeño claro que se abre en el interior de un bosque de frondosas y coníferas (fresnos, castaños, laureles, robles, magnolios, tulíperos, pinos...) de todo tipo y tamaño, que sirve, al igual que el Palacio de Congresos y Auditorio del Kursaal, para presenciar el concierto, en este caso, de una orquesta sinfónica compuesta por la gran variedad de aves que habita en dicho bosque urbano.
Al igual que estas aves, cuyo hogar se sitúa entre la ciudad, el mar y el bosque según sus intereses, nosotros iniciaremos nuestro itinerario desde el parking del paseo de Ulía y avanzaremos progresivamente hasta adentrarnos en todos estos ambientes. Ambientes ligados a hábitats naturales de especies como el roble o el melojo (Quercus pyrenaica), pero que comparten también espacio con otros más relacionados con los jardines de la ciudad, donde los tulíperos de Virginia o los liquidámbar recuerdan que el monte Ulía lleva décadas sirviendo como lugar de ocio de los donostiarras y visitantes. Comenzamos cruzando la barrera para coches del camino asfaltado que se dirige al Tiro pichón. Las hortensias (plantas ornamentales del género Hydrangea) van a ser nuestras guías para reconocer esta parte del camino, ya que nos van a escoltar con sus flores azules hasta el mencionado edificio. A medida que paseamos entre el asfalto, podremos ir observando pistas de lo que nos va a ofrecer esta ruta. Las hortensias serán lo único repetitivo que nos vamos a encontrar, ya que a ambos lados del camino disfrutaremos de diferentes tipos de árboles (robles, hayas, laureles, fresnos...), espacios cambiantes que sirven de terreno de juego a los mencionados dueños del bosque, que con su canto cada vez más sonoro y más enriquecido, nos irán alejando de la realidad de la ciudad y de su multitud de estímulos artificiales. Cuando por fin lleguemos al Tiro pichón, habremos disfrutado de todo un muestrario de formas naturales, sonidos, contrastes de luz y humedad, tipos de corteza, líquenes y musgos, que decoran las rocas areniscas características de esta formación montañosa. Un aperitivo sensorial para abrir boca, como si fueran los mejores pintxos del casco antiguo donostiarra. Una vez llegamos al Tiro pichón, convertido en restaurante con una soberbia terraza, el mar Cantábrico adquiere protagonismo por su simbiosis con el frondoso bosque y la inalcanzable línea lejana que dibuja en el horizonte, el espacio de unión entre mar y el cielo. Es el momento adecuado para la reflexión, de dejarnos llevar por las sensaciones lejanas del horizonte y las cercanas del bosque, junto con los matices del azul del mar y el azul del cielo, que nos invitan a relativizar nuestras vivencias y a personalizar el momento. Desde este punto volveremos sobre nuestros pasos, pero avanzando en la transición desde el mundo natural al urbano. Ahora tomaremos el sendero de arena y barro que transcurre paralelo al camino