Baños de bosque. 50 rutas para sentir la naturaleza. Alex Gesse

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Baños de bosque. 50 rutas para sentir la naturaleza - Alex Gesse страница 5

Baños de bosque. 50 rutas para sentir la naturaleza - Alex Gesse Petit Futé. Country Guide

Скачать книгу

un firme que absorbe mejor nuestra pisada, hacen de este sendero una experiencia diferente a la vivida anteriormente y nos permite ver su cara B, pudiendo saborear detalles que habían pasado desapercibidos previamente. Este camino de tierra discurre durante 250 metros entre rocas areniscas de color amarillo, que se formaron hace cuarenta millones de años y sobre las cuales la lluvia, el salitre y el viento han ido dejando su huella en forma de oquedades y pequeños cuencos donde la lluvia se almacena temporalmente y permite el crecimiento de musgos, líquenes y microhábitats que las van moldeando y dibujando con multitud de colores. Al final de este sendero encontramos el mencionado Molino y un banco que invita a la contemplación de nuevo del mar, esta vez más cercano, y a apreciar el sonido de las olas que golpean contra las rocas y que, tal vez, se mezcle con las voces de aquellos atalayeros que avisaban de la presencia de ballenas. A partir de este punto, los maduros pinos de porte imponente y diámetros considerables cobran protagonismo, tanto en el suelo como en el cielo, ya que las acículas caídas cubren el sendero de tierra con un mullido colchón marrón, que sirve de protección a los níscalos y a otras setas cuando la humedad y el frescor del otoño se dejan sentir, y las verdes acículas perennes ocultan el cielo, tamizando la luz tan necesaria para los habitantes del sotobosque donde proliferan los helechos, una paleta de texturas y colores, que crean un ambiente mágico donde se encuentran cielo y tierra. Muy cerca, el sonido del mar, más intenso si cabe que en ocasiones anteriores, nos anima a acercarnos de forma prudente y nos recuerda que la combinación mar y tierra ha sido siempre fructuosa, como ha quedado plasmado en las recetas culinarias que tanto prestigio han dado a la cocina vasca por su potencia de sabores, texturas, matices y colores. Desde el punto más cercano al mar, giramos a la izquierda y subimos en dirección al camino asfaltado inicial por un sendero bastante transitado, que ha obligado a las raíces a sobrevivir fuera de la tierra, quedando indefensas ante las pisadas de los visitantes. Estas raíces que cruzan el sendero de un lado a otro cada pocos metros y que obligan a mantener la concentración del paseante para no sufrir un desafortunado tropiezo, no deben ser impedimento para disfrutar de la transición desde el pinar maduro hacia el bosque mixto de frondosas. Una evolución natural, permitida por la gestión humana y la pendiente a favor, nos conducirá hasta el parking en compañía, como no, del canto de los pájaros que han guiado nuestros sentidos durante todo el paseo.

      Información práctica

       OFICINA DE TURISMO DE SAN SEBASTIÁN

      Boulevard, 8. Donostia-San Sebastián

      ✆ +34 943 481 166

       www.sansebastianturismoa.eus

      Punto de partida: Aparcamiento del monte Ulía, al final de la carretera del paseo de Ulía.

      Cómo llegar: Tomamos como punto de referencia el Palacio de Congresos y Auditorio Kursaal, situado en la avenida de la Zurriola. Desde allí, debemos dirigirnos a pie hacia el barrio de Sagües, en el otro extremo de la playa de la Zurriola, en las faldas del monte Ulía. A la altura de la estación de servicio Larramendi, tomamos la calle Zemoria hasta encontrar unas escaleras que ascienden en dirección al monte. Desde ahí se accede al paseo Arbola, un precioso paseo peatonal que conduce hasta el parking del monte Ulía.

      Distancia recorrido: 2100 metros.

      Época recomendada: Todo el año. En primavera-verano destaca la frondosidad del bosque y en otoño-invierno el sonido del mar envuelve todo el recorrido.

      Dificultad: Baja.

      Itinerario accesible: No.

      Transporte público: Sí. TB6 Taxibus Ulía (https://www.dbus.eus/es/tb6-tb6-taxibus-ulia).

      Iones negativos por cm3

      Robledal de Arratzu – Reserva de la Biosfera de Urdaibai

      Introducción

      Arratzu es un pequeño municipio de apenas cuatrocientos habitantes enclavado por entero en la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, un espacio protegido que se extiende a lo largo de 230 kilómetros cuadrados definidos por las cumbres sinuosas que acogen las cuencas hidrográficas de los ríos Oka, Laga, Mape y Artigas, con el mar Cantábrico al norte.

      El mirador que conforma el barrio de Eleizalde, capitaneado por la iglesia de Santo Tomás Apóstol, invita al caminante a detenerse para observar la belleza del valle del Arratzu, paraje de singular valor natural y riqueza ecológica. En el valle se encuentra embebido el robledal de Arratzu, uno de los bosques de roble pedunculado mejor conservados de la provincia de Vizcaya. Al salir del coche sobre este promontorio en el corazón de la Reserva de la Biosfera del Urdabai, el viajero se ve invadido por el olor a tierra húmeda.

      El lugar se encuentra inmerso en un bosque atlántico mixto, una ecorregión que pertenece al bioma del bosque templado de frondosas y mixtos, que se extiende desde el este de Asia hasta las costas del Atlántico y el continente americano, parajes tan distantes, pero a la vez cercanos, como el Cáucaso, los bosques de las islas Azores o los montes Apalaches. Basta con pararse un momento para sentir este espacio que incita a levantar el vuelo a lo largo del itinerario circular, que se extiende durante más de un kilómetro a lo largo de un tramo del río Golako, un afluente del Oka. Se trata de un cruce de caminos entre Mendata y Arratzu, tierra de herrerías, molinos y peregrinos a Santiago, Gentes y paisajes que posiblemente se amoldaron unos a otros, y cuyos vestigios sobreviven en esta comarca vizcaína de Busturialdea.

      

      Descripción del itinerario

      Arratzu. Inicio de la ruta. Al fondo, iglesia de Santo Tomás.

      © JOSERPIZARRO-SHUTTERSTOCK

      

      Saliendo del aparcamiento en dirección a la iglesia de Santo Tomás Apóstol, se cruza el barrio de Eleizalde, donde ya comienzan las experiencias sensoriales del itinerario. A unos sesenta metros del aparcamiento, a la derecha, se abre una calle que invita a seguir avanzando entre las pocas casas que la circundan. Los prados de hierba fresca se abren a la izquierda y, a unos cien metros girando a la izquierda, se encuentra la cuesta que guía al caminante hasta los pies del río Golako. Los viajeros más afortunados serán recibidos por los burros domésticos que campan por los prados a la izquierda del camino y que pastan con sus característicos colores grisáceos y sus crines cortas y erizadas. Una oportunidad para explorar con las manos la textura de su pelo y el calor que emiten. Una pausa para el tacto.

      La presencia del río se hace audible, mientras que a la derecha se alza orgullosa la ferrería de Olazarra, que se mantiene en pie en una alianza con el tiempo y la robustez de estas tierras. Las plantas trepadoras, tendidas al sol, se abren paso sobre un bastión de piedra con una puerta en arco y tapizan

Скачать книгу