Baños de bosque. 50 rutas para sentir la naturaleza. Alex Gesse

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Baños de bosque. 50 rutas para sentir la naturaleza - Alex Gesse Petit Futé. Country Guide

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negativos por cm3

      Sendero de Guenzelai – Parque Natural de Urkiola

      Introducción

      Las canteras del desfiladero de Atxarte se encuentran entre las espectaculares agujas calizas de los montes Untzillaitz y el Astxiki, un paraje que esconde una belleza soberbia y que las voladuras de las canteras pusieron en peligro hasta los años noventa, momento en el que cesaron. Este paraje se encuentra en Abadiño, un municipio ubicado en la comarca del Duranguesado y que cuenta con más de 7500 habitantes.

      El valle de Atxarte está enclavado en el Parque Natural de Urkiola, que se extiende a lo largo de 5958 hectáreas sobre el conjunto montañoso que configuran las sierras de Aramotz-Eskubaratz, los montes del Duranguesado y la sierra de Arangio, los cuales forman parte de la divisoria de aguas cantábrico-mediterránea. El mirador de las Tres Cruces, ubicado en el barrio alto de Urkiola, regala al visitante un paseo entre hayas antes de invitarle a detenerse para contemplar la belleza del Parque Natural de Urkiola, tierra de riqueza boscosa, paredes verticales y afiladas crestas.

      En el valle de Atxarte, en las faldas del Urkiola, se encuentra un mundo majestuoso donde el tiempo parece haberse detenido; allí nos encontramos con el sendero de Guenzelai, el hayedo de Astxiki y el bosque de Guenzelai, este último habitado por unas históricas hayas y sobre el que se alzan los espolones del Astxiki. Cuando el caminante se acerque a este lugar por el barrio de Mendiola, quedará maravillado por el juego de colores, los bellos verdes y los contrastes de sus bosques, laderas y cumbres.

      El camino recorre un hayedo que se encuentra muy cómodo en este lugar tan lluvioso y con tanta niebla. Algunas de estas hayas son aún jóvenes, pero el caminante podrá viajar al pasado a través de las hayas trasmochas, que también pueden localizarse en el lugar. Compañeros de camino también serán el pino y el abedul, árbol que da nombre a esta tierra urkiola (« tierra de abedules »). Un itinerario de más de un kilómetro, cruce de pastizales de montaña, de roquedos, tierra de molinos y canteras. Un enclave que nos transportará a un mundo especial, en el que sus gentes tuvieron que protegerse y adaptarse para salvaguardar las riquezas que se esconden en la comarca vizcaína del Duranguesado.

      

      Descripción del itinerario

      Bosque de hayas en el parque natural de Urkiola, Vizcaya. España.

      © jc_cantero

      Saliendo del aparcamiento que está encima del de las canteras de Atxarte en dirección a Guenzelai, se abre una valla de madera que da acceso a la experiencia sensorial y de bienestar de este sendero. A treinta metros a la derecha del aparcamiento, la puerta da paso a un camino donde se inicia la cuesta que, durante unos doscientos metros, dará la oportunidad a los caminantes más afortunados de vislumbrar los movimientos de los buitres leonados que sobrevuelan Urrestei con su poderoso plumaje y su cola blanca y algodonosa. Un buen momento para detenerse, observar y jugar con el slow movement (movimiento lento). Mientras tanto, Untzillaitz, Astxiki y Alluitz emergen como centuriones en nuestro itinerario, orgullosos de mantenerse intactos en el tiempo, de ser manto protector de sus bosques y de soportar la vida de este valle con esas pequeñas, finas y suaves gotas de las que nace la niebla, ese manto blanco que en cada amanecer y atardecer cubre el Parque Natural de Urkiola, sus cumbres y sus valles. Mientras continuamos ascendiendo ligeramente por el sendero, los centuriones nos hacen llegar el sonido del ser humano, de las cuerdas rozando la pared, del metal tocando la roca caliza. Untzillaitz, Astxiki y Alluitz cuentan con paredes ideales para los amantes de la escalada. Si lo desea, cierre los ojos. Pero si prefiere mantenerlos abiertos, podrá escuchar y observar los lentos movimientos de hombres y mujeres escalando, danzando en la pared con movimientos suaves, delicados, precisos, sin parar de avanzar, rozando con su cuerpo y con sus dedos, sintiendo con su piel las moles rocosas. La presencia del tronco partido de un árbol caído pronto devuelve al caminante al sendero en el que se encuentra, abriendo la puerta a un hermoso paraje, un bello y extenso hayedo. A treinta metros del árbol caído, debe continuar recto por el camino. Ahora es tiempo para el tacto, para dejar que las manos, los dedos y las mejillas jueguen con las hayas (Fagus sylvatica), para desplazarse entre sus grisáceos troncos y experimentar su humedad, su rigurosidad. Los pies del caminante notarán el placer que produce desplazarse entre el hayedo, notar la tierra firme pero blanda y las hojas caídas mientras roza con los pies las raíces algodonosas de las hayas. Es tiempo para el disfrute, como lo era, en estas tierras y estos bosques, para la Dama de Anboto, el personaje más importante de la mitología vasca, personificación femenina de la tierra, la reina de la naturaleza y diosa de la madre tierra. La Dama de Anboto habita en todas las cumbres de las montañas vascas, pero la más importante de sus moradas está en la cara este del Anboto, en el Parque Natural de Urkiola. Experimenta el balanceo al danzar en este extenso tapiz de hojas, la ligereza o el peso de tu cuerpo, la fluidez de tus movimientos. Esta alfombra que cubre el hayedo variará de espesor, tamaño y color según la época del año. Salimos lentamente del hayedo redirigiendo nuestros pasos hacia el sendero de tierra firme. Poco a poco se reduce el movimiento de nuestros pies al pisar, los pasos se hacen más cortos, como si fuéramos una hoja que lentamente va cayendo de las sobresalientes y realzadas ramas de las hayas. El sendero invita a seguir caminando y sintiendo. Las hayas y los pinos nos acompañan en este tramo, un pasaje de altos y esbeltos cuerpos, penetrantes ramas y finas hojas que dejan que la luz entre tímidamente, sugiriéndonos probar y practicar con las luces y las sombras, experimentando con la silueta que van dibujando. Seguimos por el mismo sendero. Ahora, además de los pinos, también nos acompañarán helechos, zarzas y arbustos. Una nueva valla de madera da paso a un sendero en el que los árboles, ahora sí, permiten la entrada de los rayos del sol. El sendero, en el que se vuelve a divisar la grisácea piedra caliza, sirve de balcón para descubrir un caserío (baserri) grande y antiguo que da paso al río Mendiola, que atravesamos por un puente. Nos adentramos en tierra de pastos, pues la ganadería, que ha configurado el paisaje del Parque Natural de Urkiola, era la actividad con mayor arraigo. El sendero de tierra compacta continúa recto, dejando de lado los caminos que salen a derecha e izquierda. Casi sin darnos cuenta, hemos llegado a una extensa y amplia pradera, las campas de Guenzelai, donde una enorme encina nos recibe en mitad del paisaje. Allí encontraremos también algunas majestuosas hayas que esconden húmedos recovecos listos para explorar. Aquí, sentirás la necesidad de sentarte sobre la hierba suave y aterciopelada que tiñe de un intenso color verde a las campas de Guenzelai. Mientras tanto, quizás tengas la fortuna de divisar el vuelo del halcón peregrino sobre las cimas de Astxiki y Alluitz, que dan continuidad a todo el abrupto cresterío hasta llegar a Anboto. Antes de cruzar la valla que nos devuelve al aparcamiento donde comenzamos la ruta, recomendamos que el caminante tome el sendero que sale a su derecha y descienda ligeramente en dirección a « Kristandako ermi- ta ». Según la tradición popular, esta ermita, que se encuentra junto a las ruinas del antiguo molino Atxarteko-errota, fue construida para lograr la desaparición de las lamias (criaturas femeninas que asustan a los niños y atraen a los hombres). Antes de llegar a las ruinas del antiguo molino, a unos doscientos cincuenta metros según descendemos, tomaremos el desvío de Txakurzulo, a la izquierda, donde cruzaremos un puente. Descansaremos en la orilla del río Mendiola, espacio ideal para sentarse y sentir la textura, la temperatura, las formas y el fluir del agua. Desde aquí observaremos el valle de Atxarte, un bello hábitat repleto de historias y leyendas, que una vez fue azotado por el hombre, pero logró mantener la imagen boscosa, las afiladas agujas y las paredes verticales de las que hoy disfrutamos en esta hermosa reserva natural.

      Información

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