Cazadores de la pasión. Adrian Andrade

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Cazadores de la pasión - Adrian Andrade страница 5

Автор:
Серия:
Издательство:
Cazadores de la pasión - Adrian Andrade Aventura

Скачать книгу

un amigo.

      —Mírame Alex, por favor.

      Alex alzó la mirada conectando con la frente gruesa de su padre.

      —Un amigo te va a aceptar por lo que eres y no por lo que quiere que seas, sé que estás en una etapa difícil. No te preocupes, todo pasara y si te mantienes fiel a tu persona y principios como Dios manda, cuando menos lo esperes, tendrás a un amigo.

      —¿En serio?

      —Acaso ya olvidaste el Salmos 65:5.

      —¿No?

      —Haber repítemelo.

      —Con tremendas cosas nos respon… —expresó con timidez.

      —En voz alta y seguro para que también lo escuches—exigió.

      —Con tremendas cosas nos responderás tú en justicia, oh Dios de nuestra salvación, esperanza de todos los términos de la tierra y de los más remotos confines del mar.

      —¿Crees en esta promesa del señor?

      —Sí.

      —Entonces, no tienes por qué preocuparte.

      —¿Pero cuándo?

      —A su debido tiempo Alex —se levantó de la cama—. Todo a su debido tiempo. Ahora guarda ese mapa y duérmete que mañana nos espera un largo día. Espero hayas preparado tu maleta.

      —¡Uh desde cuando!

      —¡Ese es mi hijo! —José le besó la frente y apagó la lámpara—. Dios te bendiga.

      —Igualmente —se cubrió con la sábana mientras la puerta de su cuarto se cerraba.

      LA HUIDA

      En pleno ambiente de serenidad, Alex fue despertado intensamente en la oscuridad.

      —¡Despierta Alex! ¡Nos vamos!

      Sarah empacaba sólo lo necesario para salir corriendo.

      —¡Qué está pasando!

      —¡No preguntes! ¡Sólo levántate!

      Aún medio dormido hizo caso a las indicaciones de su madre y la siguió hacia el aeropuerto donde tras un interrogatorio tedioso los dejaron abordar el avión. Sarah trataba de ocultar su tensión para no convertirse en el centro de atención de los agentes aduanales.

      En cuanto el avión despegó, la tranquilidad regresó a sus asientos, sin embargo, Alex no podía contener su preocupación ante lo imprevisto.

      —¿Y mi padre?

      —No te preocupes, él nos verá en Zimbabwe.

      —¿África?

      —Así es —disimuló una sonrisa para aplacar sus nervios.

      —¿Por qué no vino con nosotros?

      —Te explicaré al rato, ok tesoro, ahora vuelve a dormir que el vuelo será un poco largo e incómodo —pronunció ante la desatada turbulencia— ¡Ay! ¡Que Dios nos agarre confesados!

      Alex trató de dormir pero le era imposible creerle a los gestos amistosos de su madre. Sabía que algo había sucedido y ese algo radicaba dentro de la mochila que su madre había optado por llevársela consigo en lugar de mandarla con el resto del equipaje.

      Sin darse cuenta, volvió a caer en la penumbra del sueño siendo otra vez despertado abruptamente pero ahora a causa de una estruendosa explosión en el alá izquierda del avión. Alex comenzó a gritar del susto.

      —¡Cierra los ojos Alex y confía en Dios! —Sarah trataba de tranquilizarlo con palabras de fe— ¡Estaremos bien, ya verás!

      Los giros del avión destrozaron su fe y por ende Alex sucumbió al temor de morir. Nunca había sentido esta terrible sensación, lo había visto en las películas más nunca lo había comprendido a esta magnitud.

      Inevitablemente el avión se estrelló en un terreno inmerso de praderas y algunos árboles.

      —¡Alex, estás bien! —Llamó su madre tras el accidente— ¡Haber muévete mijo!

      Ante los gritos desesperantes de su madre, Alex trató de obedecerle.

      —No me siento bien —Expresó adolorido.

      Sarah lo revisó sin encontrarle fractura alguna ni cortaduras severas, sólo un par de moretones. Entonces procedió a desabrocharlo del cinturón.

      —¡Debemos irnos! —se colgó la mochila y lo ayudó a ponerse de pie.

      Ambos caminaron por el pasillo observando a varias personas malheridas.

      —Madre ¿esta gente necesita ayuda?

      —¡No hay tiempo!

      Ella lo apuró a través de una brecha situada en la parte trasera del avión. Una vez afuera, la proximidad de un helicóptero puso a su madre con los pelos de punta.

      —¡Oh Dios mío!

      —¿Qué pasa madre?

      —Nada hijo —pausó— ¡Ven!

      Sarah no pudo contener sus lágrimas.

      —¡Madre! ¡Por qué estamos corriendo!

      Sarah se detuvo y lo miró a los ojos con profunda seriedad.

      —Sé fuerte Alex —ella se desprendió de su mochila y se la colgó a su hijo—. Pasé lo que pasé, quiero que sigas adelante y no mires hacia atrás.

      —No entiendo

      —¡Sólo prométemelo! —insistió sin ocultar más la angustia.

      —Está bien, lo prometo.

      Sarah lo abrazó con tanta fuerza, le besó la frente e inmediatamente lo tomó de la mano retomando la huida a toda velocidad.

      Dada la cercanía de una zona selvática, el helicóptero optó por descender para que algunos miembros de la tripulación bajaran a perseguirlos a pie. Sarah pudo detectar a cinco hombres egresar con metralletas automáticas.

      Ante la adrenalina desatada por la lluvia de balas, Sarah decidió ingresar a la zona selvática para usar los árboles como escudos. Inesperadamente una flecha misteriosa atravesó el abdomen de Sarah haciéndola tropezar hacia el suelo rocoso, no sin antes pegar un rotundo grito de dolor. La agonía que experimentaba Sarah consistía en una mezcla entre el terror y la incapacidad de haber fracasado en salvaguardar a su hijo.

      Al verla derrumbada en el suelo, Alex se regresó e hizo lo posible por levantarla pero los gruñidos salvajes de un tercer grupo la hicieron tragarse el sufrimiento recobrando un poco de temple para empujar a Alex.

      —¡Huye

Скачать книгу