Una novia indómita. Stephanie Laurens

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Una novia indómita - Stephanie Laurens Top Novel

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Ferrar podría tener un puesto con Hastings en el cuartel general, estaba a su disposición, ¿y qué joven ansioso por ascender en la compañía no preferiría trabajar para el gran hombre? Pero no, Ferrar solicitó un puesto en Bombay, y al parecer se mostró bastante satisfecho con el de segundo adjunto.

      —Lo cual hace que uno se pregunte —dijo Gareth— si la principal atracción de dicho puesto no sería que estaría en la otra punta del subcontinente, lejos de la posible vigilancia de Hastings.

      —Así pues, James, muchacho —Rafe le dio una palmada en la espalda al joven capitán—, todo sugiere que la orden de llevar a la Cobra Negra ante la justicia, y utilizar para ello cualquier medio que consideremos necesario, es probable que sea la manera política de ocuparse del asunto —miró a los demás a los ojos—. Y Hastings nos conoce lo suficiente como para estar seguro de que haremos el trabajo sucio por él.

      James miró a los demás y confirmó que todos pensaban lo mismo. Asintió con cierta reticencia.

      —De acuerdo. De modo que evitamos a Hastings. Pero ¿cómo lo hacemos? —miró a Del—. ¿Has tenido alguna noticia de Inglaterra?

      Del miró hacia la terraza para confirmar que no hubiese nadie que pudiese oír la conversación.

      —Esta mañana llegó una fragata con un envío muy grande para mí.

      —¿De Devil? —preguntó Gareth.

      —Una carta suya —Del asintió—, y algo más de uno de sus pares, el duque de Wolverstone.

      —¿Wolverstone? —Rafe frunció el ceño. Yo creía que el anciano estaba prácticamente retirado.

      —Y así es —contestó Del—. El hijo, el actual duque, es otra cosa. Lo conocemos, o más bien sabemos de él, bajo otro nombre. Dalziel.

      —¿Dalziel es en realidad Wolverstone? —preguntó James mientras los cuatro abrían desmesuradamente los ojos.

      —El heredero de Wolverstone, al parecer —contestó Del—. El anciano murió a finales de 1816, después de que llegásemos aquí.

      —Para entonces, Dalziel debía estar retirado —Gareth contaba los años.

      —Seguramente. En cualquier caso, como duque de St. Ives, Devil conoce bien al duque de Wolverstone. Tras leer mi carta en la que explicaba nuestra situación, Devil se la mostró al duque, pensando que no podría haber nadie mejor para aconsejarnos. Si recordáis bien, Dalziel estuvo a cargo de todos los agentes británicos en suelo extranjero durante más de una década, y conoce todos los trucos para hacer llegar la información sensible a través del continente y a Inglaterra. Es más, como bien señaló extensamente Devil, Wolverstone no le debe nada al rey, y la pelota está en el otro tejado. Y Su Majestad es muy consciente de ello. Si Wolverstone presenta alguna prueba de que Ferrar hijo es la Cobra Negra, ni el rey ni Shrewton se atreverán a hacer nada para hacer descarrilar el tren de la justicia.

      —Siempre supe que había un motivo por el que decidimos formar una tropa con los Cynster en Waterloo —Rafe sonrió.

      —Eran unos soldados condenadamente buenos —Gareth sonrió al recordarlo—, aunque no fueran militares de carrera.

      —Lo llevaban en la sangre —Logan asintió.

      —Y por sus caballos merecía la pena matar—añadió Rafe.

      —Les cubrimos las espaldas en más de una ocasión, y ahora nos devuelven el favor —Del levantó el vaso y esperó a que los demás brindaran con él—. Por los viejos compañeros de armas.

      Todos bebieron. Logan se volvió hacia Del.

      —¿Y Wolverstone nos ha facilitado el consejo requerido?

      —Detalladamente —Del asintió—. Primero confirmó que está dispuesto a presentar cualquier prueba que encontremos ante los canales adecuados, tiene todos los contactos y la posición para poder hacerlo. Sin embargo, ha dejado claro que para derribar a Ferrar hijo la prueba debe ser incontestable. Tiene que ser clara, obvia, inequívoca, no circunstancial, nada que se preste a interpretaciones.

      —De modo que debe ser algo que implique sin ningún lugar a dudas directamente a Ferrar.

      —Exactamente —Del soltó el vaso vacío—. En cuanto dispongamos de esa evidencia, y Wolverstone fue muy claro en que no tiene sentido proceder sin la prueba adecuada, pero con vistas a cuando la tengamos, él ya ha dispuesto, a falta de una palabra mejor, una campaña, un detallado plan de acción para que lo sigamos con el fin de llevar la prueba con seguridad a Inglaterra, y a sus manos —miró a los demás y curvó los labios con ironía—. Repasando su plan se entiende por qué tuvo tanto éxito en su anterior ocupación.

      —¿Y cuáles son esos detalles? —Logan apoyó los brazos sobre la mesa, claramente interesado. Los demás también aguardaban expectantes.

      —Debemos hacer copias de la prueba, y luego separarnos para regresar a casa cada uno por nuestro lado, cuatro llevando copias y uno la prueba original. Nos ha enviado cinco cartas selladas, cinco juegos de instrucciones, uno para la prueba original y las otras cuatro para los señuelos. Cada carta contiene la ruta que debemos seguir cada uno de nosotros de vuelta a Inglaterra, y los puertos que debemos utilizar. En cuanto arribemos, habrá hombres suyos esperando para escoltarnos. Ellos, nuestras escoltas, sabrán adónde debemos dirigirnos cada uno de nosotros en cuanto estemos en Inglaterra.

      —Sospecho que Wolverstone está decidido a compartir la información únicamente con quienes necesitan conocerla —los labios de Logan se curvaron.

      —Lo que sucederá —Del sonrió— es que, si bien cada uno de nosotros sabrá si es portador del señuelo o de la prueba original, y qué ruta tomará para regresar a casa, no sabrá qué llevan los demás, ni sus rutas. El único que sabrá quién lleva la prueba original y qué ruta empleará para regresar a casa, hacia qué puerto se dirigirá, será el que tenga la original —Del se apartó de la mesa—. Dalziel quiere que lo sorteemos, y que emprendamos inmediatamente el viaje.

      —Es lo más seguro —Rafe asintió y miró a los demás—. De este modo, si alguno de nosotros es apresado, no podrá delatar a los demás —con una voz y una expresión inhabitualmente sombría en él, dejó cuidadosamente el vaso vacío en la bandeja—. Después de estos meses persiguiendo a las bandas de la Cobra Negra, viendo de primera mano los resultados de sus métodos, lo más inteligente es asegurarnos de que, si uno de nosotros es capturado, los demás permanecerán a salvo. No podremos confesar lo que no sabemos.

      Pasó un momento en silencio, cada uno de los hombres recordando las atrocidades que habían presenciado mientras dirigían sus tropas de soldados en las incursiones en tierras del interior y en las colinas, persiguiendo a la Cobra Negra y las bandas de ladrones que formaban una gran parte de la fuerzas de la secta, buscando la prueba, la irrefutable, la incontrovertible prueba que necesitaban para aniquilar el reino de la Cobra Negra.

      Gareth respiró hondo y soltó el aire.

      —Entonces, primero encontramos la prueba y luego la llevamos a casa —miró a los demás—. ¿Estamos de permiso o por fin vamos a renunciar a nuestros puestos?

      Rafe se pasó una mano por el rostro, como si con ello pudiera borrar los recuerdos de los segundos anteriores.

      —Yo renunciaré —él

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