Una novia indómita. Stephanie Laurens

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Una novia indómita - Stephanie Laurens Top Novel

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a Del y a mí algo de cobertura.

      —Vais a tener que prescindir de mí durante las próximas semanas —James hizo una mueca—. Al parecer me han asignado una misión. El gobernador me ha requerido para que conduzca una tropa hasta Poona y escolte a su sobrina de regreso a Bombay.

      Los otros cuatro se lamentaron mientras se apartaban de la mesa y se levantaban de las sillas.

      Rafe le dio a James una palmadita en la espalda.

      —No te preocupes, por lo menos tendrás la oportunidad de descansar unos días. La mayoría de las memsahib y sus encantadoras hijas pasan allí la temporada del monzón. ¿Quién sabe? Puede que encuentres alguna distracción de tu agrado.

      —Lo que quieres decir es que voy a tener que asistir a cenas formales y hablar de naderías —James soltó un bufido—, y luego bailar con niñas tontas que aletean las pestañas, mientras Logan y tú os divertís persiguiendo a la Cobra Negra y a sus adeptos. Muchas gracias, pero preferiría hacer algo útil.

      Rafe soltó una carcajada y rodeó los hombros de James con un brazo.

      —Si Logan o yo conseguimos hablar con alguno de esos adeptos, estarás de vuelta a tiempo para ayudarnos en el seguimiento.

      —Sí, pero piensa en lo aburridas que van a ser las próximas semanas para mí —James se dirigió a la salida con Rafe—. Me merezco algo extraordinariamente prometedor para mi regreso.

      Sonriendo ante el hambre de aventura de James, Del se unió a Gareth y a Logan, y salieron del bar.

      2 de septiembre, dieciocho días después

      Barracones de la Compañía de las Indias Orientales, Bombay

      Un viento árido y ardiente soplaba implacable a través del maidán, levantando remolinos de polvo al paso de los cipayos que practicaban la formación, marchando mientras el sol lentamente se desangraba por el oeste.

      En la terraza del barracón, Del estaba sentado en una tumbona de madera, los pies apoyados sobre los brazos extensibles, un vaso en una mano mientras Gareth, en la misma postura relajada que él, esperaba a que los demás se reunieran con ellos. Logan y Rafe tenían previsto regresar ese día de sus últimas salidas, y también se esperaba el regreso de Poona de James. Ya era hora de volver a reunirse, de decidir cuál sería el siguiente paso.

      Logan había llegado con su tropa hacía media hora. Cubierto de polvo, se había presentado ante el comandante del fuerte antes de dirigirse a los barracones. Tras subir las escaleras hasta la terraza, había saludado con expresión sombría antes de que Del o Gareth pudieran preguntarle qué tal le había ido, y rápidamente había entrado en los barracones para lavarse y cambiarse.

      Del observó a los cipayos realizar la instrucción, incansables, y sintió el peso del fracaso. Sabía que los demás sentían lo mismo. Habían estado presionando inmisericordes, en el caso de Rafe de un modo cada vez más temerario, en un intento de conseguir la prueba esencial que necesitaban, pero nada de lo que habían averiguado había bastado según los criterios de Wolverstone.

      Lo que habían averiguado les había confirmado que Ferrar era la Cobra Negra. Tanto Rafe como Logan habían encontrado a antiguos adeptos que habían llegado a ocupar puestos de importancia en la organización, pero que habían terminado por hartarse de la despiadada dictadura de la Cobra y habían logrado huir del territorio Cobra. Ellos habían confirmado que la Cobra Negra era «anglo», un inglés, en concreto uno que hablaba con el característico y refinado acento de la clase alta.

      Unido a sus anteriores sospechas, así como a los documentos y velados comentarios que Del y Gareth habían conseguido sacarles a varios príncipes Maratha, ya no había ninguna duda posible de que tenían al hombre que buscaban.

      Pero aún les faltaba demostrarlo.

      Un pesado golpe de botas anunció la llegada de Logan. Se dejó caer en una silla a su lado, echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos.

      —¿No ha habido suerte? —preguntó Gareth, aunque la respuesta era obvia.

      —Peor —Logan no abrió los ojos—. En cada pueblo al que llegamos, la gente estaba acobardada. Ni siquiera se atrevían a ser vistos hablando con nosotros. La Cobra Negra los tiene bien agarrados y tienen miedo, y, por lo que hemos visto, por un buen motivo —hizo una pausa antes de continuar en voz más baja, los ojos aún cerrados—. A la entrada de la mayoría de los pueblos encontramos señales de la venganza de la Cobra Negra, mujeres y niños empalados, además de hombres.

      Respiró entrecortadamente y se frotó el rostro con ambas manos mientras se incorporaba.

      —Fue… peor que espantoso —tras una pausa, miró a los otros dos—. Tenemos que detener a ese loco.

      —¿Viste a Rafe? —Del hizo una mueca de desagrado.

      —Solo al principio. Se dirigía más hacia el este, a las colinas. Esperaba encontrar los límites del territorio Cobra, comprobar si había algún pueblo que se estuviera resistiendo, con la esperanza de que le proporcionaran información a cambio de ayuda.

      —Buscando pelea, como siempre —Gareth bufó, aunque sin rencor.

      —¿No hacemos todos lo mismo? —Logan miró hacia el maidán.

      Del siguió su mirada hasta una nube de polvo que se levantaba más allá de la entrada al fuerte y que se acercaba poco a poco.

      Cuando la nube entró por las puertas del fuerte, dio paso a Rafe a la cabeza de las tropas de caballería que había reclutado para la misión.

      Una mirada al rostro de Rafe, que detuvo la marcha a unos metros de distancia para evitarles el remolino de polvo, bastó para contestar la pregunta más urgente. No le había ido mucho mejor que a Logan en su intento de conseguir la prueba de la identidad de la Cobra Negra.

      Entregó las riendas del caballo al sargento y se dirigió hacia la terraza, el cansancio, o más bien agotamiento, reflejado en cada rasgo de su larga figura. Evitando las escaleras, se detuvo junto a la barandilla tras la cual estaban sentados los demás, apoyó los brazos sobre ella y dejó caer la rubia y polvorienta cabeza sobre los brazos. Su voz surgió camuflada y extrañamente ronca.

      —Por favor decidme que alguno de vosotros ha encontrado algo, lo que sea, para poder detener a ese demonio.

      Ninguno respondió.

      Rafe dejó caer los hombros y suspiró antes de levantar la cabeza, permitiendo que los demás vieran claramente su rostro. Algo, más que el abatimiento, atormentaba su mirada.

      —Has averiguado algo —Logan se inclinó hacia delante.

      Rafe respiró pesadamente, volvió la cabeza hacia la tropa que empezaba a dispersarse y asintió.

      —En un pueblo en el que los ancianos ya se habían doblegado ante las exigencias de la Cobra Negra, les está quitando la mitad, ¡la mitad!, de lo que son capaces de arañar a los campos. ¡Les está quitando la comida de la boca a los bebés!

      Después de una pausa, continuó.

      —Allí no encontramos nada, pero uno de los hombres más jóvenes nos esperaba en nuestro camino, y nos habló de un pueblo más al este que

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