Una novia indómita. Stephanie Laurens

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Una novia indómita - Stephanie Laurens страница 10

Una novia indómita - Stephanie Laurens Top Novel

Скачать книгу

mismo dijiste que él sabe que lo estamos investigando. Y de repente, sin previo aviso, peor aún: inmediatamente tras la muerte de James a manos de la Cobra Negra, levantamos el campamento y dimitimos, lo que ya teníamos pensado hacer, pero que nadie más sabía. Y, para colmo, todos decidimos regresar a casa, pero tomando caminos diferentes. ¿Qué pensará? ¿Qué hará?

      —Pensará que hemos encontrado algo que lo incrimina —respondió Logan, contagiado de su entusiasmo.

      —Y vendrá a por nosotros y, al hacerlo, dará validez a nuestra prueba —Del asintió—. Tienes razón —los cuatro se miraron a los ojos—. Caballeros, gracias a James tenemos nuestra prueba. Gracias a Devil Cynster y a Wolverstone, tenemos un plan y sabemos lo que tenemos que hacer. Gracias a Hastings, tenemos la libertad de hacer lo que queramos. Yo voto por seguir el plan, cumplir las últimas órdenes recibidas, y llevar a la Cobra Negra ante la justicia.

      Mientras Del hablaba, Rafe había vuelto a llenar los vasos y cada uno tomó el suyo.

      —Por el éxito —brindó Del, levantando su vaso.

      —Por la justicia —sugirió Gareth, juntando su vaso al de Del.

      —Por la memoria de James MacFarlane —Logan levantó su vaso junto a los otros dos.

      Todos miraron a Rafe.

      Que también levantó su vaso.

      —Por el descabezamiento de la Cobra Negra.

      Entrechocaron los vasos y apuraron su contenido.

      Tras dejarlos sobre la mesa con un golpe seco, se levantaron y abandonaron el bar.

      14 de septiembre, doce días más tarde

      Bombay

      Se reunieron en la trastienda del Red Turkey Cock, una taberna llena de humo en una pequeña calle lateral de uno de los barrios más sórdidos de Bombay.

      La trastienda de la taberna era una pequeña habitación cuadrada y sin ventana, la única entrada siendo la puerta tras la maltrecha barra del bar a través de la que habían entrado. Logan, el último en llegar, bajó una persiana de bambú hasta el suelo, suficiente impedimento para cualquier ojo curioso. Gulah, un corpulento ex cipayo que dirigía el bar, unido a las infinitas cajas y cestas apiladas contra las finas paredes, permitía que ninguno de los hombres tuviera que preocuparse por si alguien les escuchaba.

      —No creo que me hayan seguido —Logan parecía decepcionado mientras se sentaba en la última de las cuatro sillas desvencijadas colocadas alrededor de una mesa cuadrada de madera.

      —Yo tampoco creo que me hayan seguido a mí —anunció Gareth—. Pero en este distrito, cuatro anglos como nosotros destacan y serán recordados. No hay duda de que la Cobra Negra tendrá noticias de nuestra reunión.

      —Ferrar sabe que algo pasa —una sonrisa cargada de tristeza curvó los labios de Del—. Sabe que hemos dimitido y no se estará tragando los rumores de que estamos destrozados por lo sucedido a James. Ha estado haciendo preguntas sobre nuestros planes de futuro.

      —Quizás esté interesado en reclutarnos —sugirió Rafe—. Ahora que lo pienso, nunca hemos intentado dar ese paso.

      —Porque jamás nos creería. Ese hombre no es solo un asesino despiadado…

      —Torturador, mutilador, demonio —añadió Rafe.

      —Es listo y astuto, y excesivamente poderoso. De manera que —Del miró a Gareth—. ¿Estamos realmente preparados para actuar contra él?

      Gareth se agachó, tomó una cesta de mimbre que estaba junto a su silla y la depositó sobre la mesa. La silla crujió cuando metió una mano en la cesta y sacó cuatro cilindros portarrollos de madera y latón.

      —Como nos fue ordenado. La versión del subcontinente de una valija diplomática.

      Los portarrollos eran idénticos, cada uno de unos veinticinco centímetros de largo y algo más de cinco de diámetro. Hecho con tiras de palisandro unidas por bandas de latón, las tapas se fijaban con un complicado juego de palancas de latón de distintas longitudes y grosores.

      Cada uno tomó un portarrollos y le dio vueltas en la mano.

      —¿Cómo se abren? —preguntó Logan.

      —Observad —Gareth dejó la cesta de nuevo en el suelo y tomó uno de los cilindros. Hábilmente manipuló las seis palancas, una tras otra—. Hay que hacerlo en el mismo orden, de lo contrario los engranajes metálicos del interior no se soltaran. Intentadlo.

      Todos practicaron. Gareth insistió en que continuaran hasta poder abrir y cerrar los cilindros al tacto, sin mirar.

      —Puede que os haga falta en algún momento, quién sabe.

      Rafe tomó el cilindro de manos de Gareth y lo comparó con el suyo.

      —Son idénticos.

      —No creo que haya nadie capaz de distinguirlos —Logan miró a Del y luego a Rafe—. Así pues tenemos los cilindros. Ahora falta algo que meter dentro.

      Del sacó de su bolsillo las instrucciones enviadas por Wolverstone.

      —Cinco paquetes —separó el marcado como «original», en una esquina—. Este lleva la carta auténtica. Estos… —sacó cuatro copias idénticas—, son las instrucciones para los señuelos. Aunque solo necesitamos tres.

      «Ahora que James no está ya con nosotros».

      Todos contemplaron las cuatro cartas y Rafe suspiró.

      —Mezcla las cuatro, yo tomaré una, la abriremos para así averiguar qué clase de instrucciones encontraremos cuando abramos cada uno las nuestras.

      —Buena idea —Del barajó los cuatro paquetes y los presentó. Rafe tomó uno y se lo pasó a Logan.

      Logan lo tomó, lo abrió, leyó las hojas que había dentro y se las pasó a Gareth.

      —Comprensible, aunque, por supuesto, no muy específico. La ruta que debemos seguir, pero sin fechas, sin ningún medio concreto para viajar. Sí se especifica a qué puerto inglés debemos dirigirnos, en este caso, Brighton. Al parecer nos estarán esperando dos hombres, antiguos colaboradores de Dalziel, que conocerán nuestro itinerario por Inglaterra y nuestro destino final, nada de los cual se menciona aquí.

      Del asintió mientras recuperaba las hojas de Gareth. Las repasó y se las entregó a Rafe. Este sacó cuatro finos paquetes del bolsillo interior de su abrigo.

      —Las tres copias y la original —Rafe dedicó una mirada al juego de instrucciones que debía ser descartado mientras Del y los otros desdoblaban cuidadosamente y comparaban las copias con el original.

      Tras leer las instrucciones, Rafe levantó la vista.

      —Deberíamos destruir esto.

      —Yo lo quemaré —Logan extendió una mano y Rafe le entregó las hojas dobladas.

      Del y Gareth habían alineado los cuatro portarrollos

Скачать книгу