Escuelas de psicología: un breve recorrido por las teorías de la personalidad. Marlon Mayorga Lascano
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Sin embargo, esta progresión que transita entre los tipos, los rasgos y las dimensiones, no ha agotado el concepto. Los más destacados representantes de las principales Escuelas de Psicología, han enfocado el término desde sus teorías particulares. Así Freud, padre del Psicoanálisis, crea un modelo explicativo de la personalidad, constituido por un grupo de regiones psíquicas (Consciente, Inconsciente y Preconsciente), habitado por una serie de personajes psíquicos (Ello, Yo y Superyó) y movilizado por un potencial de energía específico. A partir de dichos contenidos y las fuerzan que emanan o que los constriñen se desarrolla la personalidad, misma que debe atravesar una serie de etapas (psicosexuales) de formación, que no excluyen la ocurrencia de fascinantes fenómenos intrapsíquicos.
Más tarde, Jung, teórico disidente del Psicoanálisis y creador de la Psicología Analítica, también sondea la personalidad y para hacerlo concibe una estructura psíquica tripartita: Consciente personal, Inconsciente personal e Inconsciente colectivo (concepto pasmoso que integra a Oriente, la trascendencia de la naturaleza humana y los símbolos de la mitología y se encuentra más cerca de Platón que de Freud, su otrora mentor). Adler, otro disidente del Psicoanálisis, a través de Psicología Individual confiere mayor flexibilidad a la personalidad o estilo de vida, pues la conjetura engendrada por la interacción dinámica de metas adaptativas, esquemas aperceptivos y sentimientos de inferioridad, términos todos, sujetos al cambio y la evolución en aras de la adaptación a circunstancias y exigencias sociales.
Como reacción antitética a las posturas anteriores, que para explorar la personalidad se sumergen en lo profundo e insondable del fenómeno psíquico, irrumpe el Conductismo, postura empírica que se aleja de cualquier categoría inobservable y se centra en el estudio específico del comportamiento observable y los estímulos ambientales que la permiten, a partir de lo cual llega a concebir a la Psicología como la Ciencia de la Conducta. El recorrido del Conductismo es ensamblado por Watson, Skinner y Bandura, quienes respectivamente, conciben a la personalidad como una serie conducta que se ha condicionado tanto, que se ha vuelto completamente característica para el sujeto, a partir de la acción de estímulos ambientales, refuerzos que la misma conducta ha ocasionado, además de la acción del Aprendizaje Social.
Continuando el proceso de desarrollo de la Psicología y la progresión del entendimiento de la personalidad, aparece como tercera tendencia significativa el Humanismo; corriente fundamentada en la perspectiva filosófica desarrollada por los estoicos, que concibe al ser humano como una manifestación de la Divinidad y por tanto, coparticipe de sus atributos. Autores como Maslow y Rogers representan la Escuela y conciben a un ser humano naturalmente bueno y tendiente hacia el crecimiento y la explotación de sus capacidades, cuyo proceso de formación de personalidad le permitirá alcanzar la autorrealización y convertirse en un verdadero individuo. Aunque el paradigma resalta las posibilidades innatas del ser humano, no descuida el hecho de que el ambiente social es el factor que mediatiza el despliegue de las mismas.
Aunque no constituyen corrientes en sí mismo, sino más bien métodos psicoterapéuticos o áreas de aplicación; vendrán posteriormente la Terapia Cognitiva, que establece una jerarquía psíquica, en la que los pensamientos engendran a las emociones y estas a las conductas y en la que, según sus fundadores (Ellis y Beck), la personalidad es la sumatoria de pensamientos constantes, que de ser irracionales o distorsionados determinarán una personalidad trastornada; y la Terapia Familiar Sistémica, que de la mano de Minuchin y Watzlawick estudia la dinámica, organización, límites y funcionamiento de los sistemas familiares, así como la comunicación que los permite y particularmente el efecto de la interacción de los sistemas familiares sobre cada individuo y el que este ejerce en el sistema mismo, en procesos de retroalimentación cíclica.
El recorrido elaborado, explora pero no concluye con el proceso de construcción y deconstrucción del concepto personalidad y al igual que el libro que prologa, no pretende absolver todas las inquietudes pertinentes al tema, sino esencializar suficiente información para permitir a sus lectores abordarlo en recorridos ulteriores más profundos y provechosos.
Marlon Mayorga Lascano
El primer capítulo de este libro compendia brevemente el largo recorrido histórico que ha atravesado la personalidad entendida como constructo psicológico; considerando que las diversas concepciones que se han intentado al respecto, poseen una vigencia y limitaciones acordes al momento en el que fueron desarrolladas. Debido a ello, empieza por explorar a la personalidad como una estructura más bien estática, que determina la forma habitual de pensar, sentir y actuar de una persona y se encuentra conformada por la interacción de dos sub-estructuras: temperamento (basado en la herencia y por tanto ampliamente determinista) y carácter (de adquisición social y por ello más flexible), las cuales a su vez, presentan un amplio abanico de sub-clasificaciones. Esta forma de entender a la personalidad, permite conceptualizaciones claras pero en general carentes de movimiento o evolución. Posteriormente el capítulo examina un enfoque de personalidad más dinámico, donde la personalidad es entendida progresivamente como una estructura organizada en tipos (Kretschmer, Sheldon), para pasar después a un enfoque más amplio, donde el constructo se encuentra conformado por rasgos o factores (Allport, Cattell), hasta que finalmente llega a entenderla como una estructura aglutinada en agrupaciones de rasgos o factores, llamados super-factores o dimensiones (Eysenck, Tupes y Christal, entre otros). El objetivo del presente capítulo, es mostrar una serie de definiciones de progresiva complejidad al respecto de la personalidad, precisar las sub-estructuras habituales que se le adjudican y luego avanzar hacia una comprensión de su evolución conceptual, siempre abierta a nuevos reajustes y adiciones.
La Personalidad
¿Quién soy yo?, es fácilmente la pregunta antropológica fundamental y las diversas respuestas que pueden ensayarse al respecto, nos llevan a discurrir sobre la individualidad, la identidad y por supuesto la personalidad. Siendo la personalidad un término complejo y casi polisémico, no existe un consenso único al respecto de este constructo y las posibles definiciones transitan entre la inamovible rigidez y el más extremado constructivismo.
En el extremo constructivista y anterior a las concepciones psicológicas, filósofos como David Hume (1711-1776), sostienen que no existe un núcleo de personalidad inalterable y que el Yo2, no es otra cosa que la azarosa y continua sucesión de instantes y consecuentes estados de conciencia (Echegoyen Olleta, 1996); es levantarse urgido por el ruido del despertador a las seis de la mañana, es afeitarse mecánicamente frente al espejo, es sentir la frescura del agua, es paladear la aspereza de la primera taza de café, es esperar desganado la llegada de un taxi, es pagar y recibir el cambio, es marcar apresuradamente la entrada, es dejar el abrigo y tomar los libros, es cerciorarse de que subías las gradas silbando, es saludar a los alumnos, es recordar que es mejor llamarlos estudiantes y no alumnos...
La idea propuesta por Hume encuentra resonancia en otros pensadores que especulan sobre la identidad; así, al ser interrogado sobre la suya, Jorge Luis Borges, probablemente el escritor más importante de América Latina, responde:
La respuesta varía según la hora, según la temperatura, según el régimen dietético, según las personas que espero ver. De una a siete de la tarde —mis horas oficiales o teóricas de “trabajo”— me confieso un impostor, un chambón, un equivocado esencial. De noche (conversando con Xul Solar, con Manuel Peyrou, con Pedro Henríquez Ureña o con Amado Alonso) ya soy un escritor. Si el tiempo es húmedo y caliente, me considero (con alguna razón) un canalla; si hay viento sur, pienso que un bisabuelo mío decidió la batalla de Junín y que yo mismo he consumado unas páginas que no son bochornosas. Me pasa lo que a todos: soy inteligente con las personas inteligentes, nulo con las estúpidas. (J. L.Borges, entrevista, 11 de diciembre de 1935)