Lecciones sobre dialéctica negativa. Theodor W. Adorno

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Lecciones sobre dialéctica negativa - Theodor W. Adorno

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a pensar que los dos términos, “teoría crítica” y “dialéctica negativa”,40 designan lo mismo. Quizás, para ser exacto, con la única diferencia de que teoría crítica designa realmente solo el aspecto subjetivo del pensar, es decir, justamente la teoría, mientras que dialéctica negativa no solo indica este momento, sino asimismo la realidad concreta que es alcanzada por ella; es decir que el proceso no es solo un proceso del pensar sino –y esto es buen Hegel–, al mismo tiempo, un proceso en la cosa misma. Este carácter crítico de la dialéctica debe ser descompuesto en una serie de momentos. Ante todo, es aquel momento que intenté desarrollar ante ustedes en la última clase de estas lecciones –si ustedes lo recuerdan– a partir de la relación entre el concepto y su cosa. Volveremos sobre esto. Nos toparemos con que la tesis acerca de la identidad entre el concepto y la cosa realmente es el nervio vital en general del pensar idealista; puede decirse: del pensar tradicional en general; y que esta afirmación de la identidad de concepto y cosa está fusionada del modo más profundo con la estructura de la propia realidad concreta. Y dialéctica negativa en cuanto crítica significa, antes que nada, la crítica justamente de esta pretensión de identidad que, naturalmente, no debe ser llevada a cabo con cada cosa individual en una mala infinitud, pero sí debe ser llevada a cabo con estructuras esenciales con las que el interés filosófico se encuentra, también mediado por la temática de la filosofía. Además, la dialéctica en cuanto crítica significa la crítica a la hipóstasis del espíritu como lo absolutamente primero y lo absolutamente fundamental. Recuerdo que en una ocasión le expuse a Brecht, durante la emigración, este pensamiento, el hecho de que esto sea tarea de la filosofía; y que Brecht reaccionó diciendo que esto en realidad había sido resuelto hacía mucho tiempo por la discusión –él pensaba simplemente en la dialéctica materialista–, y que a través de esto el pensar retrocede a una controversia que ya había sido rebasada por el curso irreal de la historia. No puedo estar de acuerdo con esto. Por un lado, me parece que la obra de la que él se valía –el libro de Lenin sobre el empiriocriticismo,41 en el sentido de una crítica filosófica a la hipóstasis del espíritu o al idealismo– no consigue de ningún modo lo que se propone, sino que sigue siendo una obra totalmente dogmática que plantea simplemente una tesis con constantes insultos y variantes sin abordar en realidad el contexto de fundamentación. Y el hecho de que la dialéctica materialista se haya convertido, en un sentido tan cuestionable, en una visión del mundo, en lugar de ser lo que una vez pretendía ser, es decir, una ciencia en un sentido más elevado, realmente el estado más avanzado del conocimiento, se relaciona totalmente, me parece, con ese dogmatismo. Pero además creo que en este momento hay tanto fundamento para una crítica a la hipóstasis del espíritu porque para la filosofía –cuyo medium propio es el espíritu; la filosofía se mueve siempre y continuamente solo en el espíritu– esta hipóstasis del espíritu es algo irresistible. Y creo que todo ser humano que haya experimentado realmente alguna vez qué es la gran filosofía habrá experimentado la violencia de, justamente, esta tesis sobre el primado del espíritu, tal como este se halla contenido en toda así llamada prima philosophia. Y un pensar que se sustrae a esta experiencia en lugar de medirla consigo mismo y ponerla en movimiento mediante su propia fuerza, una vez que dicha experiencia se ha vuelto cuestionable, sería enteramente ineficaz. No olviden que precisamente por el hecho de que el pensar se consuma en el concepto, el órgano del concepto, es decir, justamente la conciencia, es maniobrado ya por anticipado en una especie de posición prioritaria;42 y que si alguna vez se extiende tan solo el dedo más pequeño en dirección hacia la primacía del espíritu –ya sea en la forma de “hechos” que le son dados al espíritu como datos sensibles, ya sea en el sentido de la primacía de las categorías–, entonces, de hecho, no es posible ya abandonar esto. El enorme poder de Hegel es el poder por el que estamos todavía tan impresionados y por el que, Dios lo sabe, estoy yo tan impresionado, que soy consciente de que ninguno de los pensamientos que desarrollo aquí ante ustedes no está contenido, al menos tendencialmente, en la filosofía de Hegel.43

      24 Es decir: el reproche, formulado al final de la lección precedente, de que la dialéctica negativa es una tautología.

      25 No fue posible interpretar el significado de la sigla.

      26 Alusión al verso muy citado de Erich Kästner: “Señor Kästner, ¿dónde queda lo positivo?”; cf. infra, p. 59 y nota 33.

      27 La frase –de mala fama– de la Filosofía del derecho; cf. infra, pp. 62-63 y nota 37.

      28 Sobre las instituciones en cuanto crítica de la subjetividad abstracta, cf. también el artículo de Adorno “Aspectos” (GS 5, pp. 289 y s. [Tres estudios sobre Hegel, ob. cit., pp. 67 y s.]).

      29 Cf. Hegels Theologische Jugendschriften, ed. por Herman Nohl de acuerdo con los manuscritos de la Kgl. Bibliothek en Berlín, Tübingen, 1907.

      30 Cf. G. W. F. Hegel, Differenz des Fichte’schen und Schelling’schen Systems der Philosophie in Beziehung auf Reinhold’s Beyträge zur leichtern Übersicht des Zustands der Philosophie zu Anfang des neunzehnten Jahrhunderts, Jena, 1801; ahora en Werke in 20 Bänden, ed. de Eva Moldenhauer y Karl Markus Michel, Frankfurt, 1969-1971, vol. 2: Jenaer Schriften <1801-1807>, pp. 9 y ss. [Diferencia entre el sistema de filosofía de Hegel y el de Schelling, trad. de Juan Antonio Rodríguez Tous, Madrid, Alianza, 1989].

      31 Concepto de Adorno tomado de la sociología de Durkheim, con el cual se define la clase específica de los “estados de cosas sociológicos”: “consisten en modos de actuar, de pensar y de sentir, exteriores al individuo, y están dotados de un poder de coacción en virtud del cual se imponen sobre él” (Émile Durkheim, Las reglas del método sociológico, trad. de Ernestina de Champourcin, México, FCE, 2000, pp. 40 y s.). En su “Introducción a Sociología y filosofía, de Émile Durkheim”, Adorno caracteriza la contrainte sociale del siguiente modo: “El hecho social por antonomasia es para él [scil.: Durkheim] la contrainte sociale, la potentísima coerción social que escapa a cualquier empatía comprensiva de carácter subjetivo. Esta coerción no desemboca en la autoconciencia subjetiva, y ningún sujeto puede identificarse con ella sin más. La supuesta irreductibilidad de lo específicamente social le viene al pelo: le sirve a la coerción para convertirse cada vez más en un ente en sí, para emanciparse de forma absoluta no solo frente al sujeto cognoscente, sino también de cara a los individuos integrados por el colectivo” (GS 8, p. 250 [Escritos sociológicos I, ob. cit., p. 233]).

      32 Adorno se refiere a su primer encuentro con Lukács, que tuvo lugar en Viena en junio de 1925 y sobre el cual le informó a Siegfried Kracauer el 17 de junio de 1925; cf. NaS IV-7, pp. 383 y s., nota 194.

      33 Cf. el poema “¿Y dónde queda lo positivo, señor Kästner?”, del volumen Ein Mann gibt Auskunft [Un hombre da información], publicado en 1930: “Y una y otra vez me enviáis cartas / en las cuales escribís, con un grueso subrayado: / ‘Señor Kästner, ¿dónde queda lo positivo?’ / Sí, sabrá el demonio dónde queda eso” (Erich Kästner, Gesammelte Schriften für Erwachsene, vol. 1: Gedichte, Múnich-Zúrich, 1969, p. 218). Cf., sobre el tema, también el posterior artículo con el título de “Crítica”: “Esencialmente alemán, aunque no tanto como supone quien no ha tenido la oportunidad de observar cosas análogas en otros países, es un esquema anticrítico que desde la filosofía (y precisamente desde la filosofía que se burlaba del raisonneur) se ha degradado hasta convertirse en una cháchara: la invocación de lo positivo. El sustantivo ‘crítica’, si es tolerado o incluso uno mismo se las da de crítico, suele aparecer seguido por el adjetivo ‘constructiva’. Se supone que solo ha de ejercer la crítica quien pueda proponer algo mejor que lo criticado; hace doscientos años Lessing ya se burló de esto en la estética. Al revestirse de lo positivo, la crítica queda domesticada de antemano y pierde su vehemencia. Gottfried Keller dice en un lugar que la exigencia de lo constructivo es una materia empalagosa de hablar” (GS 10.2,

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