¿Existen alternativas a la racionalidad capitalista?. Crisóstomo Pizarro Contador
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу ¿Existen alternativas a la racionalidad capitalista? - Crisóstomo Pizarro Contador страница 16
Como todos ellos toman las decisiones separadamente y teniendo en vista sus propios intereses es probable que el coche no baje de velocidad. Como es de esperar que prevalezca la imprudencia, conforme:
“La economía-mundo ingrese en una nueva etapa de expansión exacerbará las condiciones mismas que la han llevado a una crisis definitiva. En términos
técnicos, las fluctuaciones se irán volviendo cada vez más desquiciadas o caóticas y la dirección que adopte la trayectoria se volverá más incierta, conforme el camino haga más zigzags cada vez a mayor velocidad. Al mismo tiempo es posible esperar la disminución —acaso vertiginosa— del nivel de seguridad individual y colectiva, conforme las estructuras del Estado pierdan más legitimidad. Y no hay duda de que lo anterior incrementará la violencia cotidiana en el sistema-mundo. Esto aterrará a la mayoría de la gente. Políticamente, esta situación será de gran confusión, toda vez que los análisis políticos que hemos desarrollado para entender el sistema-mundo parecerán no servir o caducado. Pero estos análisis se aplicarán fundamentalmente a los procesos en marcha del sistema-mundo existente y no a la realidad de una transición. De ahí que sea importante ser claros sobre la distinción entre los dos y sobre la forma en las que concluirá esta doble realidad”22.
Ahora, es muy difícil poder predecir no solamente lo que podría ocurrir en el mediano plazo, sino que también en el corto plazo.
“Las consecuencias sociopsicológicas del carácter impredecible del corto plazo han sido confusión, rabia, desprecio a aquellos que ostentan el poder, y sobre todo un agudo miedo. Este miedo conduce a la búsqueda de alternativas políticas nunca antes consideradas. Los medios se refieren a esto como populismo, pero es mucho más complicado que lo que este eslogan sugiere. Para algunos, el miedo conduce a múltiples e irracionales chivos expiatorios. Para otros conduce a la disposición de impensar profundamente los supuestos arraigados en la comprensión de las operaciones del moderno sistema-mundo”23.
La principal preocupación de todos los gobiernos del mundo consiste en la urgencia con que se trata de evitar el levantamiento de los desempleados y de la clase media, cuyos ahorros y pensiones están empezando a desaparecer. Wallerstein sostiene que una reacción a esta situación ha sido el recurso a las políticas proteccionistas, aunque se pretenda negarlo. Las medidas proteccionistas persiguen obtener ganancias en el corto plazo, sin importar el precio que deba pagarse por ello. Como el proteccionismo es insuficiente para superar el desempleo, los gobiernos también se han mostrado muy represivos.
“[…] esta combinación de austeridad, represión y búsqueda de ganancias monetarias en el corto plazo hacen que la situación global sea aún peor. Esto da cuenta de un mayor embotellamiento del sistema. Este embotellamiento, por su parte, resultará en fluctuaciones aún más salvajes, haciendo aún más poco confiables las predicciones de corto plazo. Y esto además agravará el miedo y la alienación popular. Esto es un ciclo negativo”24.
Contradicciones entre acumulación de capital
y democratización
La racionalidad del sistema-mundo capitalista genera conflictos por la distribución del ingreso. Sin embargo, junto a los típicos conflictos de clase es necesario reconocer otros. No sólo los marxistas, sino que también el mismo Marx habría desestimado la importancia de las luchas nacionalistas, raciales, étnicas y de género, debido al temor de una división de la clase trabajadora. Por cierto, muchas veces, en estos conflictos también es posible reconocer conflictos de clase. Tampoco puede negarse que la tesis sobre la polarización absoluta entre burgueses y proletarios y la desaparición de los sectores medios no ocurrió.
Esto, empero, sólo puede corroborarse si el análisis se circunscribe a países individualmente considerados. Cuando la unidad de análisis es el sistema-mundo, esto es el orden económico global, este fenómeno sigue dándole la razón a Marx, tanto en términos absolutos como relativos. El rechazo a la tesis de Marx sobre la polarización de clases en los países individualmente considerados, también debe ser calificado: el mejoramiento de los ingresos observable en los países industrializados es más evidente en los trabajadores especializados que en los que no lo son. En los países de inmigrantes, que han recibido y siguen recibiendo una masa de inmigrantes, el beneficiario del aumento real de los ingresos es la población nativa. Los inmigrantes de primera o segunda generación pertenecen a los estratos de más bajos ingresos25.
La estrechez de la definición de “ciudadanía” sostenida por la ideología liberal que legitima el sistema-mundo capitalista y la persistencia de las desigualdades materiales aún entre aquellos individuos y grupos formalmente ya integrados, exige distinguir entre “la retórica y la realidad” de la democracia para poder analizar mejor sus contradicciones intrínsecas con el proceso de acumulación de capital. El contrato político propiciado por el liberalismo excluyó una larga lista de categorías sociales que no poseían “las competencias” necesarias para calificarse como “ciudadanía”. Wallerstein sostiene que la oposición del liberalismo a la aristocracia no consistió en un rechazo a la posesión de determinadas competencias, sino que sólo a las competencias heredadas, adscritas en virtud de atributos distintos a los logrados por el propio mérito. “El liberalismo es en este sentido extremadamente orientado al presente”. “Los aristócratas, los mejores, son realmente, pueden ser realmente, aquellos que demuestren en el presente que ellos son los más competentes. Esto es expresado en el siglo veinte en el empleo de la meritocracia como la definición legitimante de la jerarquía social”26.
El Estado “democrático” sustentado por la ideología liberal no ha podido resistir a las continuas y crecientes demandas por la ampliación de los beneficios sociales y la extensión de la ciudadanía a nuevos grupos sociales. La respuesta a estas demandas ha sido el hoy criticado Estado de bienestar, cuyos resultados no han sido menores, aun cuando sólo han alcanzado a una minoría de los ciudadanos en los países centrales, la que se reduce más todavía en los países periféricos. La crisis del Estado se originaría en su incapacidad para seguir sosteniendo cambios incrementales en el bienestar de la población a costa de la creciente disminución de las ganancias de la empresa privada. Esto socavaría la misma racionalidad en que se sustenta la economía capitalista. “Los reclamos por una mayor democratización, por una mayor distribución del pastel político, económico y social, lejos de haberse agotado, son interminables, aun cuando se den sólo por la vía de incrementos graduales”. El proceso de democratización entra en tensión irresoluble con la “incesante acumulación de capital, que después de todo es la raison d’être de la economía-mundo capitalista. De manera que hay que poner un alto al proceso de democratización, y esto es difícil políticamente, o bien hay que mudarse a otro tipo de sistema con el fin de mantener las realidades jerárquicas no igualitarias”27.
Las concesiones otorgadas a los ciudadanos no fueron tan pequeñas, debido a “la transferencia de plusvalía de las zonas periféricas a las centrales”. Pero los derechos ciudadanos sólo fueron reconocidos a un reducido número de personas, negándose la esencia de la ideología liberal sobre la supuesta universalidad de los mismos. La idea de “pueblos bárbaros” y el recurso al “racismo” y al “sexismo” fueron muy útiles en la limitación de la noción de ciudadanía28.
Caída de la geocultura del liberalismo
En Europa, el liberalismo había triunfado desde las décadas anteriores a 1914 y se expandió al mundo desde 1945. En el siglo xix, el proyecto político del liberalismo para los países pertenecientes al centro de la economía-mundo capitalista estaba formado por tres programas de “reforma racional”: sufragio, Estado de bienestar e identidad nacional. La propagación de derechos humanos, de libertad y democracia