¿Existen alternativas a la racionalidad capitalista?. Crisóstomo Pizarro Contador
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Hoy, la externalización de los costos de la descontaminación es objeto de críticas por parte de movimientos sociales y partidos políticos, que además exigen establecer más y mejores controles dirigidos al cuidado del medio ambiente: utilización de fuentes energéticas renovables, uso del suelo y de los recursos hídricos y preservación de la vida de las especies que habitan el planeta7.
Empleo de unidades domésticas y trabajadores asalariados
Con respecto a la reducción de los costos salariales, una estrategia utilizada durante la evolución del capitalismo que merece destacarse consiste en el empleo de personas que forman parte de unidades domésticas y cuyo costo es inferior al de los asalariados formalmente insertos en el mercado laboral. Se trata de todas aquellas personas que de hecho están incorporadas a la población económicamente activa, pero que las estadísticas oficiales no cubren de modo adecuado: mujeres, adultos jóvenes y ancianos. Cuando los estudios de la evolución del capitalismo se centran sólo en el empleo del trabajo asalariado, se ignora la importancia de las unidades domésticas, que representan estructuras relativamente estables de ingresos y gastos de la que forman parte varias personas vinculadas por relaciones de parentesco
—generalmente— y que comparten una misma residencia. En esta unidad, se impuso una división entre trabajo productivo remunerado y un tipo de trabajo que no genera excedentes monetarios pese a su importancia para la subsistencia. Mientras que el trabajo productivo se realiza fuera de la realidad doméstica y se integra al mercado, el de subsistencia no presenta esta última característica. Este trabajo se divide de acuerdo al género y a la edad. Aunque esta división no es una invención del capitalismo histórico, durante su transcurso ella se ha hecho más nítida. Lo nuevo ha sido la constante devaluación del trabajo de las mujeres, jóvenes y ancianos. En el capitalismo histórico el varón adulto que genera un salario es calificado de “cabeza de familia” y la mujer adulta que trabajaba en el hogar y no gana ninguna remuneración, “ama de casa”. Así, el sexismo cobra forma institucional y todo el aparato legal y paralegal sigue las marcas de esta valoración del trabajo8.
Otro aspecto que no suele considerarse es que las unidades domésticas no sólo generan sus ingresos de aquellos miembros incorporados al mercado laboral, sino que también de otras fuentes, entre las que sobresalen
las actividades de subsistencia, la pequeña producción mercantil, rentas procedentes de alguna forma de propiedad y las transferencias privadas o públicas.
Wallerstein distingue entre unidades domésticas proletarias y semiproletarias, de acuerdo a la proporción de los ingresos originados en el trabajo asalariado en comparación con las otras fuentes de ingreso. Cuando estos proceden mayoritariamente de los salarios, estamos en presencia del primer tipo de unidad doméstica. En las unidades semiproletarias, en cambio, predominan las otras fuentes de ingreso.
Como en el sistema capitalista el costo de la mano de obra asalariada es mayor que el empleo procedente de las unidades semiproletarias, los empleadores prefieren recurrir a estas últimas. Esto ha condicionado un lento crecimiento del número de la fuerza laboral constituida por los asalariados. Sin embargo, en la longue durée los capitalistas no pueden prescindir de los trabajadores asalariados, no sólo porque son necesarios para la producción de mercancías, sino también porque el capitalismo no podría sobrevivir sin una importante base de demanda efectiva de las mercancías producidas.
La heterodoxa comprensión de la proletarización se relaciona también con la crítica a las definiciones convencionales acerca del surgimiento del capitalismo como un “estadio del desarrollo económico” supeditado al surgimiento del proletariado. El capitalismo en cuanto proceso histórico sólo puede comprenderse cuando es conceptualizado como un modo de producción orientado al mercado mundial, con el fin de maximizar la incesante acumulación de capital. El empleo de formas de trabajo no asalariado, tales como la esclavitud, la servidumbre, las encomiendas, parcerías y otros regímenes de trabajo que no se ajustan a la definición del asalariado “libre”, constituyen también formas de relaciones capitalistas en la medida en que son claras representaciones de mercancías generadoras de plusvalía e integradas a un modo de producción orientado a la economía-mundo9.
Repito, el criterio consistente en la existencia del proletariado “libre” como decidor de la existencia o no de un modo de producción capitalista en una determinada área geográfica, yerra al identificar al trabajo asalariado como la única forma de generar plusvalía, y aún más, no toma en cuenta la posición que ocupa esa área geográfica en la que no prevalece el trabajo asalariado en la economía-mundo capitalista. Así se hace caso omiso de la única unidad de análisis pertinente y relevante, esto es, la economía-mundo capitalista.
En un lenguaje metodológico, Immanuel Wallerstein y Terence Hopkins dirían que aquí estamos tratando de variables relacionales conforme a las cuales podemos decir qué lugar ocupa una determinada área geográfica en el conjunto representado por la economía-mundo capitalista10. Independientemente de su estatus central semiperiférico o periférico, en la medida que ellas son componentes del conjunto de la economía-mundo dinamizada por la producción de mercancías para el mercado mundial, todas ellas comparten el atributo de ser capitalistas en el sentido antes definido. Por esto, la discusión de si Latinoamérica era o no capitalista durante la Conquista, carece de objeto11.
La “financialización” de la economía
Cuando el aumento constante de todos los costos comprendidos en el desarrollo, establecimiento y protección de productos cuasimonopolizados es tan alto que ya no es posible mantener la incesante acumulación de capital, los capitalistas transfieren la búsqueda de capital de la esfera de la producción a la esfera financiera.
El propósito es prestar dinero exigiendo el pago del préstamo mediante considerables intereses. Los endeudamientos más beneficiosos para los prestamistas son aquellos en los cuales el deudor se sobreendeuda y, por lo tanto, sólo es capaz de pagar los intereses, pero no el capital. Esto conduce a una ganancia siempre creciente para el prestamista, hasta que el deudor cae en bancarrota. Es importante considerar, según Wallerstein, que esta economía financiera no crea un valor nuevo, menos aún un nuevo capital. Ella sólo relocaliza el capital existente. Lo que más le interesa es que siempre aparezcan nuevos deudores que reemplacen a aquellos que cayeron en la bancarrota. Este tipo de economía tiene importantes efectos en el “funcionamiento normal” del sistema capitalista, ya que puede agotar la demanda efectiva por nuevos productos. Esto es lo que se ha llamado la “financialización” de la economía, aunque podríamos decir de forma más correcta que se trata de la búsqueda del lucro a través de la manipulación financiera, lo que conocemos como especulación. La economía especulativa requiere de un permanente y variado aliento al aumento del consumo a través del endeudamiento.
La financialización de la economía no es algo desconocido en la historia del capitalismo, porque cada vez que se presenta la fase B del ciclo Kondrátieff, le sucede lo que Wallerstein llama una “gran manía especulativa”. Cada fase de endeudamiento produce una burbuja que finalmente termina reventando. Entre los más conocidos episodios de endeudamiento durante los últimos 40 años sobresale el inducido por el alza de precios del petróleo en 1973 y luego en 197912. Como los países de la opep no podían hacer un uso inmediato de sus ingresos, los depositaron en los bancos de Occidente, los que a su vez fueron prestados a los países del bloque socialista y del sur para aliviar sus problemas de la balanza de pagos. Cuando estos países no pudieron pagar sus deudas se generó la llamada crisis de la deuda, siendo México un ejemplo emblemático de esta situación, declarándose entonces en 1982 incapaz de cumplir sus obligaciones financieras. Antes que México, Polonia había pasado por una situación similar. Las medidas de austeridad aplicadas por el Gobierno para cumplir con el pago de sus deudas, como sabemos,