¿Existen alternativas a la racionalidad capitalista?. Crisóstomo Pizarro Contador
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Restructuración del sistema interestatal
Luego de su triunfo sobre Alemania, Estados Unidos, en cuanto nueva potencia hegemónica impulsó una reestructuración del sistema interestatal funcional a sus intereses económicos y políticos. En este sentido, se destacan los Acuerdos de Yalta, entre Estados Unidos, la Unión Soviética y Gran Bretaña (1945), que fijan los territorios de influencia política en los mismos lugares donde se encontraban sus respectivas tropas al término de la Segunda Guerra; Bretton Woods y Naciones Unidas (1944 y 1945); el Plan Marshall (1947); la otan (1949), y el Tratado de Seguridad entre Estados Unidos y Japón (1951).
Desde el punto de vista del comportamiento de los ciclos Kondrátieff, esta reestructuración corresponde a una fase A ascendente, que se prolonga aproximadamente desde el término de la Segunda Guerra hasta 1968-73. Es la fase que los franceses denominaron “les treinte glorieuses”, el punto culminante de la hegemonía de los Estados Unidos y la mayor expansión de la riqueza conocida hasta entonces.
Esta etapa es sucedida por una fase B descendente, que se extendería desde 1968-73 hasta hoy. Junto con la caída de la economía estadounidense (abandono del patrón oro), se observa el claro ascenso de Europa y Japón. Otro hecho de importancia que Wallerstein destaca en la fase B y declive de la hegemonía de Estados Unidos es “La revolución-mundo de 1968”, que involucró a “todos aquellos descontentos que quedaron fuera del bien organizado orden mundial de la hegemonía estadounidense”, cuyas manifestaciones en Occidente y Japón son bien conocidas. Wallerstein incluye también en esta revolución la Revolución Cultural china, que se había iniciado dos años antes, el “socialismo con un rostro humano” en Checoslovaquia, los suceso ocurridos en México, Senegal, Túnez y la India y muchos otros17.
Durante esta fase de contracción, así como en la antecedente de expansión, Estados Unidos intentó reestructurar sus competencias políticas mediante la aplicación de diferentes medidas. Al respecto, sobresalen el lanzamiento por parte de la Naciones Unidas de la Década del Desarrollo (1970), la formación del Foro de Davos (1970), el Grupo de los 7 y la Comisión Trilateral (1973) y, posteriormente, el Consenso de Washington, que formalizará, casi en forma de decálogo, los mandamientos de acuerdo a los cuales debe regirse la globalización neoliberal que los Estados están obligados a seguir (1990).
Hay que señalar que el declive de Estados Unidos como potencia hegemónica, y de las potencias hegemónicas en general, se origina en su creciente incapacidad para seguir manteniendo el liderazgo en innovación tecnológica, producción, comercio y finanzas, en la caída del poder político y militar aplastante y en el deterioro de su legitimidad política para transferir los costos de la producción a las zonas periféricas de la economía-mundo, esto es, las más pobres y políticamente más débiles.
El declive de Estados Unidos
y la fase B del ciclo Kondrátieff
Sin embargo, a diferencia de la pérdida del poder hegemónico de Holanda e Inglaterra, el declive de Estados Unidos estaría ocurriendo cuando los principales Estados de las zonas centrales de la economía-mundo también se encuentran sumidos en una fase B del ciclo Kondrátieff. Esto constituye un fenómeno nuevo en la historia de “los largos siglos” pasados. La asunción del liderazgo hegemónico por parte de Inglaterra en el siglo xix, que sucedió al de Holanda en el siglo xvii, no aconteció en medio de una caída de todo el sistema-mundo capitalista. Esto constituye entonces una novedad en la larga evolución del sistema.
En medio de esta crisis global es posible vaticinar el desahucio del dólar estadounidense como reserva monetaria mundial, sucedido por un mundo con una multiplicidad de monedas de reserva que permitirían una permanente fluctuación de las tasas de cambio, lo cual induciría a un congelamiento del financiamiento para nuevas actividades productivas. Al mismo tiempo, Wallerstein sostiene que ya no es posible evitar la declinación del poder hegemónico de Estados Unidos, después del fracaso de la política militar unilateralista llevada a cabo entre 2001 y 2006, durante la administración del presidente George W. Bush.
El resultado de esto ha sido el nacimiento de un mundo multipolar, constituido por lo menos por ocho o diez centros de poder suficientemente fuertes para negociar entre sí con relativa autonomía. De esta manera, las fluctuaciones de los mercados y de los sistemas monetarios son entonces reforzadas por la inestabilidad de las alianzas entre varios poderes18.
La economía-mundo capitalista no estaría viviendo hoy una recesión, sino una depresión cuyo inicio puede remontarse a fines de los sesenta. Durante todos estos años, en algunos países del centro del sistema se pueden constatar el aumento y el proceso de exportación recíproca de desempleados, pérdida de beneficios sociales de los pensionados y de grupos desempleados, restricciones en los gastos en salud y educación. Estos problemas pueden ser claramente documentados en muchos estados de Estados Unidos, en la Eurozona y en las llamadas economías emergentes. El análisis económico convencional basado en el seguimiento del comportamiento de los mercados bursátiles no es el más apropiado para apreciar la profundidad de la crisis sistémica, porque no mide las tasas de crecimiento y ganancias. Durante la fase B del ciclo Kondrátieff hay siempre ganadores y perdedores, el problema consiste en dilucidar quiénes y cuántos son ellos y cuál es la brecha que los distancia19.
El futuro de la economía-mundo capitalista como sistema histórico está asociado a su capacidad para asegurar que la tensión entre distribución y acumulación sea resuelta dentro de los límites del sistema económico y político vigente. El Estado necesita de la empresa privada para generar empleos y recursos financieros para la realización de sus funciones de bienestar, sin las cuales pierde toda su legitimidad. Por eso no puede horadar las competencias de la empresa privada para producir riqueza; pero la acción económica de la empresa está dinamizada por la incesante acumulación de capital y allí radica el origen de su oposición a toda forma de intervención estatal que limite su tasa de ganancias.
El esfuerzo por compatibilizar crecimiento —dinamizado en el sistema capitalista por el incesante proceso de acumulación de capital— y distribución define la esencia de la propuesta socialdemócrata. Este es el tipo de compromiso que se expresa en el Estado de bienestar instaurado en las economías centrales y cuyo éxito estuvo condicionado a la gran expansión ocurrida durante los años cincuenta y sesenta, pero que empezó a dar señales de deterioro cuando la economía-mundo entró en los años setenta en un largo período de estagnación.
Durante el período de expansión económica, la socialdemocracia actuó como un “movimiento”, en la medida en que podía responder a las demandas y aspiraciones de integración social de una variada gama del “pueblo” y no solamente de la clase trabajadora. “Cuando la economía entra en el periodo de estagnación y se impone la hegemonía de las políticas neoliberales, la social democracia de los países centrales retira su fuerte apoyo al Estado y adopta un ‘suave apoyo al rol del mercado’. Esto no puede estar mejor simbolizado en la idea de Blair sobre ‘the new labour’”20. Ahora, ya no es posible seguir denominándolo un movimiento solidario e internacionalista, aunque tampoco durante los años de expansión económica se mostró fuertemente unida a las minorías étnicas y emigrantes.
Una eventual fase A del ciclo Kondrátieff no restauraría la normalidad del sistema
Desde el punto de vista del comportamiento de la economía-mundo, Wallerstein no descarta el eventual surgimiento de una nueva fase A de expansión del ciclo Kondrátieff en Estados Unidos, pero la crisis sistémica impediría que ella pudiese cumplir la función de restaurar la normalidad del sistema.
“Sucede un poco como si uno tratara de conducir un coche cuesta abajo con un motor todavía intacto pero con el chasis y las llantas en pésimo estado. No hay duda de que el coche avanzará, pero no en la línea recta que uno hubiera esperado