¿Existen alternativas a la racionalidad capitalista?. Crisóstomo Pizarro Contador
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Los comienzos de la década del noventa representan un nuevo episodio de endeudamiento, pero en este caso se trata de individuos que comenzaron a hacer un uso muy extensivo de las tarjetas de crédito para luego invertirlos en la compra de propiedades.
Durante la primera década del siglo xxi, se observó en Estados Unidos el endeudamiento del Gobierno como consecuencia del alto costo de la guerra y la gran reducción de sus ingresos tributarios. El colapso del mercado de bienes inmuebles en Estados Unidos obligó al Estado a asumir medidas de rescate de los bancos mediante la impresión de papel moneda. Algo semejante ocurrió en distintos países de Occidente, lo cual impulsó la aplicación de políticas de austeridad para reducir la deuda de los Estados y esto redujo aún más la demanda efectiva de la población.
Otro hecho importante que ocurrió en la primera década del siglo xxi fue la relocalización de la apropiación del capital en los países emergentes, notablemente, Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (brics).
Para Wallerstein esto ha hecho pensar a algunos analistas que todavía existiría espacio en el sistema capitalista para el nacimiento de nuevas industrias de punta. Sin embargo, el aumento del número de países que se disputan la distribución de la plusvalía en la economía-mundo capitalista trae consigo necesariamente una disminución de las ganancias. “[…] esto realmente reduce y no aumenta las posibilidades de una incesante acumulación de capital, e intensifica en vez de contrarrestar la crisis estructural del sistema-mundo. Más aún, las medidas de austeridad ampliamente aplicadas por distintos países están reduciendo la base de consumidores de los productos de exportación de los países que configuran el brics”13.
Fase caótica y de desequilibrios conducentes
a un proceso de bifurcación histórica
Del análisis precedente se puede concluir que la economía-mundo capitalista estaría ingresando en una fase caótica y de desequilibrios conducentes a un proceso de bifurcación histórica, ya que las condiciones necesarias para la incesante acumulación de capital habrían alcanzado sus límites estructurales.
Después de 500 años de vida, el sistema no puede sustentarse más en la existencia de cuasimonopolios, resistirse al alza permanente de los costos de la producción debido a la capacidad de los trabajadores para seguir demandando aumentos salariales y beneficios sociales conforme al creciente avance del proceso de democratización.
Los productores tampoco pueden seguir externalizando los costos de los insumos materiales de la producción a las zonas de bajos ingresos y resignarse a asumir su internalización.
A todo lo anterior hay que sumar su férrea resistencia a nuevas alzas en la tributación de sus utilidades14 y la fragilidad intrínseca de la “financialización” de la economía, completamente incapaz de generar una nueva fase del desarrollo del capitalismo sustentado en la invención de nuevos productos de punta.
Basado en todas estas consideraciones, Wallerstein sostiene que precisamente debido a la crisis estructural descrita, los capitalistas pueden considerar que el capitalismo ha dejado de ser ventajoso para ellos.
El declive de Estados Unidos
como potencia hegemónica
Innovación tecnológica y organizacional
como bases del liderazgo económico
Una característica importante que se revela en la larga evolución del capitalismo es el conflicto entre las potencias centrales por el logro de una posición hegemónica entre la pluralidad de Estados que conforman la superestructura política del sistema económico. Esa posición es considerada como una condición necesaria para favorecer el desarrollo, establecimiento y protección de las industrias de punta de productos cuasimonopolizados. La hegemonía rompe relativamente el balance y los grandes poderes logran imponer sus reglas en las arenas políticas, económicas, militares y aun culturales.
La base material del poder hegemónico surge de la capacidad de las empresas domiciliadas en el Estado hegemónico para poder operar más eficientemente en el proceso productivo. El liderazgo económico basado en innovaciones en los procesos tecnológicos, organización del capital y del trabajo ocurre en este orden de sucesión: producción agroindustrial, comercio y finanzas.
Desarrollo del poder militar
y las guerras de 30 años
Otras características generales de los ciclos hegemónicos son el desarrollo del poder militar, que se presenta en el siguiente orden de sucesión: surgió primeramente en las fuerzas marítimas, para luego extenderse a los ejércitos de tierra y al campo aéreo. Además, el desarrollo del poder militar dio lugar a otro rasgo de gran importancia: cada ciclo ha sido acompañado de una guerra: la guerra de los Treinta Años (1618-1648), cuando Holanda se impuso a los Habsburgo de Austria en la rivalidad comercial. Las guerras napoleónicas (1792-1815), que impusieron los intereses de Gran Bretaña sobre los de Francia. La guerra euroasiática (1914-1945), cuando triunfaron los intereses de Estados Unidos sobre los de Alemania.
Otra característica de los ciclos hegemónicos ha sido la reestructuración del sistema interestatal después de cada guerra: la Paz de Westfalia (1648), después del triunfo de Holanda sobre los Habsburgo de Austria, el Congreso de Viena y el surgimiento de la Santa Alianza (1815), después de la derrota de Francia por Inglaterra. La restructuración del sistema interestatal impulsada por Estados Unidos es destacada más adelante.
Los ciclos hegemónicos presentan una duración de entre 20 y 50 años. Si además del ejercicio del poder hegemónico se consideran los períodos de ascenso, la extensión de la guerra antecedente y la fase de declinación, ese lapso puede aumentar entre un siglo y siglo y medio15.
Esta extensión secular se debe a que el surgimiento y mantenimiento del poder hegemónico supone inversiones de larga duración en transporte, comunicaciones, infraestructura militar y políticas necesarias para conseguir la relativa supremacía en el nivel de eficiencia económica conducente al control del mercado mundial. Dicha eficiencia culmina en las guerras de 30 años, que establecen de manera definitiva la hegemonía y ulterior reestructuración del sistema interestatal
Defensa retórica del liberalismo global
Un rasgo sobresaliente en la emergencia del poder hegemónico es su defensa de un liberalismo global, apoyo a las instituciones parlamentarias y restricciones a la arbitrariedad de la burocracia estatal. Sin embargo, la supuesta oposición del liberalismo a la interferencia estatal no es una característica reconocible en las tres instancias de poder hegemónico reconocidas en la historia del capitalismo. Si efectivamente existiera una libre circulación de bienes, servicios, productores, trabajadores, vendedores y compradores, e información completa sobre los costos de producción, no sería posible asegurar una incesante acumulación de capital. Los vendedores prefieren los monopolios, cuasimonopolios y oligopolios, reclamando una posición privilegiada en el sistema mediante la obtención de patentes, restricciones a la importación, subsidios, exenciones tributarias y otras medidas proteccionistas. Las restricciones al mercado libre permiten aumentar las diferencias entre costos y tasas de ganancia, pero tienen corta vida porque los perjudicados empiezan a pedir un mercado libre para poder entrar a las industrias de punta y así los dueños de estas pierden sus antiguos privilegios y luchan por iniciar nuevos productos de punta. La gran importancia que tuvo el papel del Estado en la industrialización de la agricultura, producción textil, comercio exterior, expansión