¿Existen alternativas a la racionalidad capitalista?. Crisóstomo Pizarro Contador
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Lo que cabe resaltar ahora es que ninguno sostiene su análisis en una condena o elogio del capitalismo, lo cual no significa afirmar que carezcan de una visión acerca de las características morales y políticas que definirían sus ideales acerca de la sociedad justa y buena3.
Rechazo intelectual y emocional a la conjetura
La predisposición a discutir los mundos futuros posibles y, en especial, las perspectivas del capitalismo choca con la opinión prevaleciente desde el fin de la Guerra Fría en las corrientes posmodernistas y en la economía neoclásica. Para ellas, no vale la pena pensar en los cambios estructurales de largo plazo.
La economía neoclásica basa sus modelos en el supuesto de que el universo social es fundamentalmente inmodificable. La existencia del capitalismo como sistema durante 500 años siempre habría demostrado su capacidad para superar las crisis del pasado mediante las políticas de ajustes y la innovación tecnológica. Esto es, sin embargo, sólo una generalización empírica, porque su renovada existencia secular no constituye la prueba de una vida eterna.
La comparación de la economía neoclásica con la astrología puede ayudarnos a comprender sus limitaciones. Al igual que la astrología, fue establecida como una materia especializada bajo el solo dominio de los expertos, sus consejos son requeridos en todo el mundo y gozan de una alta remuneración porque ambas, astrología y economía neoclásica, tratan de asuntos importantes que despiertan gran ansiedad e incertidumbre. En la astrología, las causas de la incertidumbre eran las sucesiones dinásticas y las guerras. Los economistas neoclásicos tratan de las ansiedades provocadas por las decisiones de inversión, la volatilidad de los mercados y la oposición que generalmente sus recomendaciones de políticas suelen generar en aquellos que deben padecerlas. Ambas funcionan como ideologías y se estructuran conforme al sentido común de las élites dominantes4.
Las distintas orientaciones postmodernistas de la década de los ochenta, surgidas de la frustrada revolución de 1968, la visible crisis del comunismo soviético y el relanzamiento de las ambiciones hegemónicas de los Estados Unidos, también contribuyeron a compartir el mismo supuesto de la existencia permanente del capitalismo, aunque esto no ocurrió sin una gran dosis de desesperanza existencial. “Consecuentemente, el postmodernismo cultural no pudo sostener una voluntad capaz de mirar de frente las verdaderas realidades estructurales”5.
Entre los principales rasgos del modernismo hay que destacar su escepticismo de cualquiera pretensión teórica de gran alcance, o de lo que ellos llamaron las grandes narrativas, celebrando la duda, la ironía, la experiencia vivida, la deconstrucción de las creencias y la interpretación de prácticas culturales minúsculas6. El postmodernismo surgió directamente de la revolución de 1968 y el ingreso a la academia de nuevos grupos de jóvenes. Hay que reconocer que puso en discusión asuntos que eran antes considerados como verdaderos dogmas; en verdad, “agitó aguas estancadas, pero dejándolas enturbiadas”7.
Legado intelectual de Joseph Schumpeter
y Karl Polanyi
Las críticas de la macrosociología histórica a las limitaciones de la economía neoclásica y posmodernismo no desestiman el legado intelectual de Schumpeter sobre el valor del “emprendimiento” en la construcción de una nueva economía. Cabe preguntarse entonces quiénes serán los agentes del emprendimiento y cuál debería ser el principal objeto de su imaginación creadora. ¿Es posible emplear las energías del emprendimiento para conseguir mercados más creativos y menos destructivos? También es necesario tomar en cuenta la idea de Karl Polanyi acerca de los “mercados ficticios”, como la tierra, el dinero y la vida humana, los cuales no deberían ser objeto de transacciones mercantiles. En el siglo xxi, debemos entender en un sentido genérico que “tierra” significa el medio ambiente, “dinero” es financiamiento global y “vida humana”, la internalización de los costos de la reproducción social mediante el financiamiento público, decente y sostenible de la salud, la educación, la vivienda, las pensiones y la seguridad social de todos los ciudadanos8.
Los conceptos de desarrollo económico
y emprendimiento en Schumpeter
En su Teoría del desarrollo económico, publicado en 1911 en alemán, Schumpeter señaló que el simple crecimiento de la economía a causa del crecimiento de la población y la riqueza no debía ser considerado como un proceso de desarrollo puesto que no suponía fenómenos cualitativos nuevos, sino tan sólo procesos de adaptación. Para Schumpeter,
“[…] el desarrollo es un fenómeno distinto, completamente ajeno a lo que puede ser observado en el flujo circular de la economía o en la tendencia hacia el equilibrio. El desarrollo económico es un cambio […] en los canales del flujo circular, es una perturbación del equilibrio que altera y desplaza para siempre el estado de equilibrio existente previamente”9.
“Las innovaciones en el sistema económico como regla no toman lugar de forma que primero aparecen los deseos en el consumidor y luego el sistema económico se mueve debido a esas presiones […]. Es el productor como norma el que inicia el cambio económico y finalmente los consumidores son educados por los productores”10.
El concepto de desarrollo supone “una nueva combinación” de los elementos que condicionan el proceso productivo y cubre los siguientes cinco casos: 1) la introducción de nuevos bienes, esto es, bienes con los cuales los consumidores no están familiarizados o un bien que presenta una nueva cualidad; 2) la introducción de nuevos métodos de producción; 3) la apertura de nuevos mercados; 4) la conquista de una nueva fuente de oferta de materias primas o bienes semifacturados; 5) el establecimiento de una nueva organización industrial. Una nueva combinación cobra forma en nuevas industrias que generalmente no surgen de las antiguas, pero que inician su proceso de producción al lado de ellas11.
El concepto de emprendedor puede utilizarse en un sentido amplio y en un sentido más estrecho. En un sentido amplio se puede comprender dentro de la categoría cualquier persona que ejerza la función de emprender: hombres de negocios independientes, empleados dependientes de la compañía, como gerentes, miembros del directorio, y aún aquellos que controlan la mayoría de las acciones12. El llevar a cabo una nueva combinación, lo cual define al emprendedor, no significa necesariamente que este esté permanentemente conectado con una empresa. Existen muchos financistas y promotores que pueden ser emprendedores en un sentido lato. Por otra parte, el concepto de emprendedor también es más estrecho que el tradicional en cuanto no incluye a todos los jefes de las empresas o gerentes o industriales, que solamente se dedican a operar un negocio establecido. En este caso, sólo se consideran como emprendedores a aquellos que realizan la función denominada “una nueva combinación” de los elementos que condicionan el proceso productivo, según se describió en el párrafo anterior. La definición de Schumpeter distingue entre emprendedor y capitalista. Aquellas caracterizaciones del emprendedor como “iniciador”, “autoridad” o “visionario” concuerdan completamente con su definición y no se encuentran generalmente dentro del ámbito rutinario del flujo circular13.
Debido a que ser emprendedor no es una profesión y, en general, tampoco una condición duradera, no forma una clase social en el sentido técnico, como los terratenientes, los capitalistas o los trabajadores. Por supuesto, la función emprendedora puede conducir a una cierta posición de clase. La función del emprendedor en sí misma no puede ser heredada, como bien lo demuestra la historia de las familias que se dedicaron a las manufacturas14.
La posición de Schumpeter se caracteriza…
“[…] por tres pares de oposiciones: primero, la oposición de dos procesos reales: el flujo circular o la tendencia al equilibrio, por una parte, y cambio en los canales de la rutina económica o un cambio espontáneo en los datos económicos que